Fijar objetivos nos ayuda a darle una dirección a nuestra vida y le confiere un significado. Tener metas nos da la motivación y la energía necesaria para seguir adelante en el camino. Tanto es así que a veces puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Viktor Frankl, el psiquiatra austriaco que pasó tres años en los campos de concentración nazis y escribió el famoso libro “El hombre en busca de sentido”, descubrió que las personas que tenían un sentido de la vida con objetivos precisos eran las que tenían mayores probabilidades de sobrevivir. Afortunadamente, hoy no tenemos que enfrentarnos a los campos de concentración pero sí a un gran monstruo que se llama cotidianidad. De hecho, Jim Rohn, empresario y autor de libros de productividad personal, afirmó en una ocasión: “Si no diseñas tu propio plan de vida, lo más seguro es que caigas en el plan de cualquier otro”. Es decir, si no tenemos objetivos, lo más probable es que malgastemos el tiempo realizando tareas intrascendentes y poco gratificantes.
La trampa de los sueños
Todos tenemos sueños. Sin embargo, tener sueños no es lo mismo que plantearse metas. Los sueños son deseos más o menos irrealizables que guardamos debajo de la almohada. En cambio, las metas están compuestas por objetivos, son más tangibles y normalmente nos involucramos en su consecución porque las percibimos como algo que podemos alcanzar.
Por ejemplo, “Yo quisiera tener esa casa” es un sueño, un deseo expresado de tal forma que solo la fortuna podría hacer que se convirtiese en realidad. Algo muy diferente es decir: “Yo quiero esa casa. A partir de mañana haré esto y aquello para conseguirla”. Este es un objetivo y, si la persona da los pasos que se ha ido planteando, al final del camino tendrá grandes probabilidades de conseguir su meta.
La diferencia entre adquirir un compromiso y alcanzar una meta
Marcarse objetivos en la vida
Tener sueños es importante, pero para poder cumplirlos debemos transformar la ilusión en una meta y establecer un compromiso para alcanzarla. Establecer un compromiso significa realizar una serie de acciones para alcanzar una meta. Por ejemplo: correr una maratón dentro de un año es una meta, correr todos los días una hora es el compromiso que adquiero conmigo misma para alcanzar mi objetivo. Una meta es algo que se alcanza, un compromiso es un hábito que se adquiere. Lo que transforma un sueño en un objetivo alcanzable es nuestro compromiso.
Si no nos comprometemos con un plan de acción, difícilmente conseguiremos nuestros objetivos, aunque siempre nos puede tocar la lotería y comprar la casa soñada, pero estaremos de acuerdo en que la probabilidad es demasiado pequeña como para apostar por ella. Por supuesto, tampoco podemos fijarnos objetivos a despecho de las circunstancias y de nuestras potencialidades, en este sentido, es importante aprender a plantearse las metas de forma inteligente.
Objetivos SMART: Los objetivos inteligentes
Establecer objetivos que realmente guíen tu vida y te conduzcan a resultados palpables no es tan sencillo. He aquí algunos lineamientos que te pueden ayudar:
Establece objetivos medibles y acciones concretas. Tus objetivos deben expresar claramente lo que deseas lograr y deben ser medibles. Por ejemplo, puedes plantearte mejorar tu relación de pareja pero si no concretas, probablemente todo se mantendrá como antes. Por eso, deberías plantearte diferentes objetivos, como por ejemplo: pasar cada día dos horas más con él/ella, salir dos veces a la semana juntos, ir a terapia de pareja con un psicólogo.
Cerciórate de que los objetivos sean realistas. Cada persona conoce sus capacidades y sabe más o menos hasta dónde puede llegar. Plantearse objetivos inalcanzables solo generará frustración y te hará malgastar energía. Por ejemplo, si no sabes cocinar, un objetivo realista sería aprender a cocinar 10 platos nuevos en un mes, pero ser elegido el mejor chef del mundo dentro de un mes no es demasiado realista. ¿No crees?
Lograr objetivos propuestos
Sé flexible. En ocasiones las circunstancias a nuestro alrededor cambian, entonces debemos ser lo suficientemente flexibles como para cambiar nuestros objetivos adaptándolos a la nueva situación. Retomando el ejemplo anterior, si en las clases de cocina descubres una pasión y una habilidad que desconocías, siempre puedes replantearte ser un gran chef.
Acota los objetivos en el tiempo. En ocasiones es difícil determinar un tiempo límite para los objetivos, pero si no lo hacemos corremos el riesgo de gastar energías y recursos en algo que quizás no podremos lograr. Lo ideal es que te plantees un plazo aproximado y, llegado ese momento, revalúes lo que has alcanzado y la pertinencia del objetivo.
Realiza un proceso de coaching. Un coach te acompañará en el proceso de clarificar objetivos, trazar la ruta para alcanzar tus metas y lograr tus objetivos personales o profesionales.
REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO