Una nueva forma de hacer psicología



El cerebro puede borrar recuerdos traumáticos

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El conocimiento científico sobre cómo funciona nuestra memoria aún está en pañales. Por ahora, tenemos muy pocos datos sobre cómo se seleccionan y se almacenan los recuerdos o porqué recordamos unos acontecimientos y otros no. No obstante, en los últimos años, los neurólogos están realizando importantísimos descubrimientos sobre la importancia de las emociones a la hora de almacenar recuerdos. Las conclusiones de las investigaciones nos dicen que es más probable que recordemos un hecho si va unido a una emoción (ya sea agradable o desagradable). Esto explica porqué recordamos perfectamente el día del nacimiento de nuestra hija o el momento en el que nos felicitó el profesor por haber hecho el mejor trabajo de la clase y no podemos recordar lo que cenamos hace dos semanas.

Un fenómeno apasionante, en el profundo e insondable misterio de la memoria, es el de los procesos inconscientes que nos hacen olvidar ciertos episodios desagradables de nuestras vidas. A veces, sucesos muy importantes que tuvieron gran transcendencia para la persona, quedan borrados de la memoria y es imposible acceder a ellos de forma consciente.

Recuerdos Bloqueados: Una Barrera frente al trauma

De vez en cuando, alguna de las personas que acude a mi consulta, me comenta que no guarda ningún recuerdo de su infancia, ninguno, ni bueno, ni malo. Su amnesia llega a tal grado, que incluso, tampoco logra identificarse cuando ve las fotografías de su niñez o en las reuniones familiares, cuando todo el mundo empieza a comentar anécdotas del pasado, se siente incapaz de recordar nada de lo que los demás relatan.

“Es como si no fuera mi historia, como si no lo hubiera vivido”, me dijo Lucía, en una de sus primeras sesiones.

En estos casos, no es correcto usar el término “olvidar”, sería más apropiado decir que no recordamos nuestro pasado. La información no se pierde, siempre está en nuestro interior, pero, en estas circunstancias, escondida bajo una característica muy peculiar: el acceso a estos recuerdos ha sido bloqueado.

Nuestro inconsciente, en un afán de protegernos frente a situaciones traumáticas que hayamos vivido, bloquea estos recuerdos para evitarnos el sufrimiento diario de revivir el dolor de aquellos momentos. La amnesia, ante este tipo de vivencias, tenemos que comprenderla como un mecanismo inconsciente de protección frente a situaciones que nos superaron y que no pudimos asumir en su momento debido a su gravedad y a nuestra inmadurez.

Sin embargo, la coyuntura de no recordar estas situaciones traumáticas, no elimina el efecto negativo que aquellos sucesos ocasionaron en nosotros. El dolor, la pena, el miedo o la rabia continúan presentes en nosotros. En nuestro cuerpo, en nuestras emociones, sentimos su acción, su peso, pero no comprendemos su causa, su origen, puesto que lo desconocemos. Aquellos sucesos pasados, borrados por nuestro inconsciente, nos siguen afectando en nuestro presente de tal forma que pueden llegar a provocar graves cuadros de ansiedad, depresión e incluso, síntomas físicos como dolores o enfermedades. Debido a su malestar, la persona puede iniciar todo un peregrinaje por distintos profesionales de la salud, pero ninguno conseguirá ayudarla si no logra acceder a sus recuerdos y sanar las situaciones traumáticas del pasado.

Otro problema derivado del hecho de olvidar (o de bloquear el acceso a la información) es que la mente se acostumbra a este proceso y termina extralimitándose en sus funciones bloqueando no sólo los recuerdos desagradables y traumáticos, sino también los positivos. En el caso de Lucía, me encontré con unas circunstancias particularmente extremas, la joven era incapaz de evocar ningún recuerdo anterior a sus 15 años. Nuestra memoria nos proporciona un bagaje de recuerdos y experiencias vividas que configuran nuestra personalidad y nos hacen ser quienes somos. Si no recordamos nuestra historia, si no podemos pensar o hablar de ella ¿Quiénes somos, entonces?

Para poder sanar nuestro pasado, rescatar nuestra memoria y, en definitiva, conocernos en profundidad, resulta imprescindible encontrar una terapia que nos ayude a sumergirnos en nuestra historia para recuperarla, sacarla a la superficie, asimilarla y sanarla. Con toda probabilidad, encontraremos resistencias y pensaremos que es mejor no remover lo que está oculto, sin embargo, en nuestro presente, existe una importante diferencia con respecto al niño o la niña que ocultaron sus recuerdos dolorosos: hoy en día somos adultos, ahora somos más fuertes, podemos aprender herramientas diferentes para defendernos y, con el acompañamiento adecuado por parte del terapeuta, estaremos preparados para sacar a la luz todos aquellos recuerdos traumáticos.

Por fin, podremos llegar a comprender y sanar toda nuestra historia. Además, una vez quitados los velos de nuestro pasado, también podremos desactivar los efectos negativos de los traumas en nuestra psique. No es un trabajo fácil y, por momentos, puede resultar doloroso, pero de no hacer nada con ello, el dolor seguirá presente y seguiremos viviendo desconectados de nosotros mismos. El beneficio de conectar con nuestro interior y de retomar el poder que perdimos en el pasado, hace que el esfuerzo merezca totalmente la pena.(cuerpomente.com)

Según una reciente investigación, aplicando anestésico antes de evocar un recuerdo desagradable se puede borrar
Anatomía de la memoria

Para comprender cómo se graba en el cerebro una experiencia traumática primero debemos señalar que la memoria es plástica y no funciona como una grabadora o una cámara. Esto quiere decir que las personas no podemos recordar hechos, sino aquello que pensamos y sentimos acerca de una experiencia del pasado. “Nadie puede recordar la presión atmosférica que había hace cinco años o el nivel de radiación UV”, afirma el investigador y divulgador David del Rosario. Pero, si no funciona como un archivo audiovisual, ¿Cómo trabaja la memoria? ¿Se limita el cerebro a rellenar los huecos de las cosas de las que no se acuerda? ¿Son fiables entonces nuestros recuerdos? “A decir verdad, no sabemos a ciencia cierta cómo funciona, aunque tenemos algunas ideas”, afirma del Rosario.

“Saltándonos las clasificaciones clásicas y aburridas de memoria episódica, autobiográfica o de trabajo, lo que todas ellas tienen en común es que ningún tipo de memoria es una caja fuerte, sino que cambia con el tiempo. Aquello que recuerdas acerca de tu último encuentro conmigo, es decir, aquello que pensaste y sentiste, no ocurrió exactamente así, sino que se va refrescando con nueva información acerca de mí, y tu cerebro se va encargado todo el tiempo de que tu recuerdo sea coherente con la nueva información que recibe. La memoria es plástica porque se almacena en un medio plástico, el cerebro, y siempre antepondrá la coherencia a la veracidad”.

Las experiencias traumáticas activan las alarmas del cerebro

El autor de El libro que tu cerebro no quiere leer aclara también qué sucede en el organismo cuando vivimos una experiencia traumática: “La experiencia traumática activa todas las alarmas. Tu corazón comienza a bombear sangre a más velocidad, tus pulmones hacen lo propio con el aire, se abren las compuertas de las reservas energéticas y los procesos a largo plazo reproducción, digestión, regeneración celular o crecimiento se ponen bajo mínimos. Todo este proceso es orquestado por, principalmente, dos hormonas: el cortisol y testosterona (aunque también entran en juego la noradrenalina, prolactina o glucagón). Resulta que el cortisol está relacionado con la memoria. Cuando sus niveles son muy elevados puede llevar al hipocampo, la parte del cerebro donde suceden los procesos que tienen que ver con la memoria, a meter la pata. Si esto ocurre, la probabilidad de que los sistemas del olvido, tan necesarios para nuestra salud mental, fallen, aumenta”.

Mireia Darder, psicóloga y terapeuta, autora del libro La sociedad del abuso, en el que estudia el trauma relacionado con los abusos sexuales, explica que existen tres niveles de seguridad ante una amenaza, y que el cerebro reacciona de manera distinta ante cada una. “Ante una amenaza, lo primero que hacemos los mamíferos es recurrir a la interacción social, es decir, cuando hay peligro buscamos el apoyo, la ayuda y la protección de nuestros semejantes. Pero si el peligro persiste y la amenaza es más grave, nuestro cerebro activa mecanismos de lucha-huida y nos enfrentamos a nuestro atacante o nos refugiamos en algún lugar seguro. Sin embargo, si eso falla, si no podemos escapar del peligro porque estamos retenidos o atrapados, entonces nos colapsamos, el organismo se preserva, bloqueándose, gastando el mínimo de energía posible para mantener la supervivencia. Para sobrevivir a esta situación el sistema nervioso pone en marcha ese mecanismo de defensa que consiste en desconectarse completamente y entrar en una especie de parálisis o colapso”.

Psicóloga y terapeuta

En Olvídate de mí, Kate Winslet y Jim Carrey vuelven a conocerse en un tren sin saber que tiempo atrás fueron pareja… y decidieron olvidarse mutuamente. ¿Podría tener algún efecto pernicioso el hecho de olvidar los sucesos traumáticos o desagradables de nuestra vida? David del Rosario afirma: “Los recuerdos no tienen nada de malo en sí mismos. Sé que esta respuesta es muy mal interpretable. No estoy diciendo que recordar un abuso o la muerte de un familiar sea bueno. De hecho, si esto ocurre de una manera que perturbe a la persona le recomendaría acudir a un especialista. Simplemente, me gustaría subrayar que cotidianamente otorgamos a los recuerdos un poder que no tienen: el poder de dirigir nuestra vida. ¿Y por qué hacemos esto? Lo hacemos porque tenemos miedo de la vida y por eso tratamos de anticiparnos. No hay más que estudiar el cerebro para darse cuenta de esto. El cerebro superviviente trata todo el tiempo de anticiparse a las situaciones, es cierto, pero no lo hace porque piensa que el futuro es cruel. Lo hace por una cuestión de ahorro energético. De hecho, muchas veces sucede que nos torcemos un pie o tenemos un accidente por estar evocando recuerdos o proyecciones futuras”.

Para Mireia Darder, lo mejor que podemos hacer tras vivir una experiencia traumática es “procesarla para poder integrarla y darle significado. Esto permite convertirla en aprendizaje y que pase a formar parte del mundo de los recuerdos. Alguna veces, advierte, hay episodios muy traumáticos que se repiten en las personas en forma de flashback, y en estos casos su “borrado” puede ser conveniente, sobre todo cuando lo sucedido es realmente atroz”. Me asalta la duda de, si como en la película, pese al borrado de la memoria quedan en el cuerpo, en las células, en la piel, vestigios de lo vivido. ¿Se almacenan los recuerdos solamente en el cerebro, o son capaces de revivirlos otras partes de él?

David del Rosario aporta datos fascinantes en este sentido: “Sabemos que la grasa tiene el potencial de generar neurotrasmisores y que los huesos pueden conversar entre sí. Las bacterias o las plantas tienen “memoria” y pueden activar en el presente ciertos mecanismos porque tuvieron éxito en una situación de vida pasada”. Mireia Darder afirma: “De alguna manera podríamos decir que hay memoria en los músculos y tejidos del cuerpo, pues se pueden despertar memorias simplemente tocando partes del cuerpo, lo que no quiere decir que ahí haya un recuerdo propiamente dicho, como si se tratara de un cajón. El nervio vago que pasa por fuera de la espina dorsal se encarga de la regulación emocional de los pulmones y del corazón, y forma parte del Sistema Nervioso Autónomo, con dos ramas: simpática y parasimpática. Captamos el peligro en nuestras vísceras, se nos contraen las vísceras cuando hay peligro y esta información llega al cerebro para avisar del peligro. El 80% viaja de abajo arriba. Podríamos decir que tanto el corazón como otras vísceras nos ayudan a pensar”.

“Puedes borrar a una persona de tu mente, sacarla de tu corazón es otra cosa”, es una de las frases memorables de Olvídate de mí. ¿Encontrará algún día la ciencia la manera de lograrlo? Ante esa posibilidad, sugerente y a la vez aterradora, me quedo con una última idea de David del Rosario: “La mejor prevención es vivir el presente y conocer cómo funciona tu mente y tu organismo. De este modo, descubres que un recuerdo no está diseñado para dirigir una vida y es solo una herramienta. Desde mi punto de vista, la pregunta adecuada no sería si tiene sentido acabar con los “malos” recuerdos sino por qué le damos a una herramienta como la memoria la capacidad de dirigir una vida cuando no fue diseñada para ello”.(lavanguardia.com)

Fuentes

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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