Cuando hablamos de la intuición todos tenemos una idea de qué se trata, pero es probable que tengamos diferentes interpretaciones de la misma. Algunos dirán que es producto de nuestros instintos, que no responde a la razón, otros que es una casualidad o un truco de la imaginación. Pero ¿Qué es realmente la intuición?¿Es consciente o inconsciente? Escuchas el teléfono sonar. Si ni siquiera mirarlo piensas “Seguro que es mi madre”. Atiendes y efectivamente era tu madre ¿Cómo lo has sabido? Estás viendo el partido de tu equipo y de repente, sin saber a cuenta de qué piensas “Hoy ganamos seguro” ¿De dónde viene ese pensamiento? Es como si esas certezas te saliera de dentro, las puedes casi sentir. Son inmediatas, como si cayeran del cielo, sientes que no has hecho ningún tipo de esfuerzo para llegar a esas conclusiones. Estos son claros ejemplos de intuición, o sea conocimientos directos e inmediatos donde no interviene el razonamiento….¿O si?
Rápido y sin esfuerzo
Herbet Simon, psicólogo ganador del premio Nobel, define la intuición como “nada más y nada menos que saber reconocer”. El hecho de que las decisiones basadas en la intuición sean tan inmediatas puede hacernos creer que surgen de la nada, de alguna fuerza misteriosa en nuestro interior que nos “sugiere” la respuesta.
En realidad es gracias a la gran capacidad que tenemos para reconocer patrones, incluso de forma inconsciente, que podemos tomar estas decisiones de forma rápida y sin esfuerzo.
De hecho, el pensamiento intuitivo es rápido porque no intervienen pasos cognitivos intermedios ya que se dispara automáticamente cuando vemos ciertos estímulos.
No observamos todo lo que vemos
La conciencia es una especie de resumen de la gran cantidad de procesos que funcionan en paralelo en nuestra mente. Es sólo una pequeña parte para que podamos más o menos manejarnos, pero hay muchos mecanismos que funcionan por debajo de nuestra conciencia que influyen en las decisiones o pensamientos que tenemos. Muchas veces, a esos fenómenos que funcionan por debajo de nuestro “radar de la consciencia” lo llamamos intuición.
Por ejemplo pensemos en la visión, no sólo se trata de lo que nuestros ojos perciben sino de cómo el cerebro interpreta esa información. El ojo percibe muchas cosas que luego el cerebro no “ve”. Este fenómeno lo expliqué en el artículo sobre por qué a veces nos sentimos observados. En ese caso, cuando notamos que alguien nos está mirando aunque no lo estemos viendo directamente, no se trata de un super poder que tengamos, sino más bien que nuestro cerebro ha detectado algunas pistas visuales y reacciona por fuera de nuestra consciencia.
Así funciona de hecho la intuición, reconociendo patrones sin pasar por la mente más consciente.
La importancia de la experiencia en la intuición
Como decíamos antes, la intuición se basa en el reconocimiento de ciertos patrones, cuantos más patrones reconozcamos más fiable será nuestra intuición. Pero los patrones los adquirimos mediante la experiencia.
Por ejemplo, el psicólogo holandés Adriaan de Groot, se dedicó a estudiar la toma de decisiones de los jugadores de ajedrez, y descubrió que los expertos son capaces de anticipar el mejor movimiento mucho más rápido que los demás.
Gracias a la experiencia de horas y horas de partidas, tienen interiorizadas posiciones y jugadas por lo que no necesitan reflexionar sobre qué pasará si mueven la ficha, simplemente lo hacen. Esa habilidad se logra gracias a una inmediata comparación de patrones del juego con las 100,000 posiciones diferentes de piezas que tiene en su memoria.
Los jugadores novatos, no tienen tantas posiciones almacenadas en su memoria por lo que deben analizar de forma consciente el posible resultado de cada movimiento.
No siempre es fiable
El famoso psicólogo Daniel Kahneman, también ganador del premio Nobel, explica el riesgo de depender exclusivamente de la intuición a través del siguiente ejemplo.
Si un bate y una pelota cuestan 1,10$ en total, y el bate cuesta 1$ más que la pelota ¿Cuánto cuesta la pelota?
La mayoría de las personas pensamos, de forma intuitiva, que la pelota costará 0,10. Separamos 1$ del bate y los 0,10 de la pelota.
Sin embargo, si controlamos el primer impulso intuitivo y utilizamos la racionalidad veremos el error. Si la pelota cuesta 0,10 el bate costará 1,10$ por lo que el total sería 1,20$. La pelota realmente cuesta 0,05.
En este caso, lo que podemos ver es que cuando la intuición no es fruto de una experiencia previa que permita reconocer la situación, nos puede llevar al error. De hecho, este tipo de pensamiento está a la base de los sesgos cognitivos de los que hemos hablado en esta página varias veces.
Entonces ¿Podemos confiarnos de nuestra intuición?
La respuesta a esta pregunta dependerá mucho de las características de la situación.
Si nos encontramos ante una situación muy conocida, que hemos experimentado varias veces, y tenemos la certeza que las señales que estamos percibiendo siempre suele dar el mismo resultado, la intuición puede sernos útil.
Si por el contrario se trata de una situación nueva, de la que no tenemos tanta experiencia o en las que las señales para su resolución no son lo suficientemente claras o estables, confiar en la intuición puede que no sea la mejor idea.
Fuentes:
- Ben Newell. What is intuition? UNSW Psychology. link
- David Eagleman. Incógnito. Editorial Anagrama
- psicologiaparatodos.net
REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO