El chantaje emocional es una forma de control que implica un acto de violencia psicológica. El chantajista suele ser una persona cercana afectivamente, que intenta controlar nuestro comportamiento sin darnos la posibilidad de elegir. Para lograrlo puede recurrir a la intimidación y las amenazas, o a formas de manipulación más sutiles que terminan socavando nuestra autoestima. De hecho, el chantaje emocional puede esconderse detrás de frases aparentemente inocuas como “si me quisieras, no lo harías” o “tú decides, pero atente a las consecuencias”. Estas frases tienen el objetivo de despertar la sensación de culpa o el miedo, para lograr que la persona ceda a la voluntad del manipulador. Todos los chantajes no son iguales ni tienen el mismo objetivo. En algunos casos la manipulación es casi inofensiva pero en otros casos puede provocar daños profundos a nivel psicológico. De hecho, cuando la manipulación se extiende a lo largo del tiempo causa profundas heridas emocionales en la persona que la sufre. Por eso, es importante detectar a tiempo al chantajista.
Como detectar a un chantajista
Su exigencia es desmesurada. Los chantajistas siempre tienen una exigencia, que generalmente va en contra de nuestras necesidades y deseos. De hecho, no importa cuántas veces hayamos cedido a sus demandas, no se darán por satisfechos y ni siquiera recordarán lo que hemos sacrificado por ellos en el pasado, siempre querrán más.
Oponen una gran resistencia. El chantajista casi nunca da su brazo a torcer, se mantiene firme y da batalla si pensamos de manera diferente. Si no acatamos sus deseos mostrará su enojo o decepción de la peor manera, haciendo que nos sintamos mal. Puede llorar, discutir, reclamar o gritar, cualquier estrategia es buena para “convencer”. El manipulador simplemente no acepta las cosas si no le agradan.
Tergiversan las palabras. El manipulador es un especialista tergiversando las palabras porque no está dispuesto a asumir su responsabilidad. Si intentamos reclamar nuestros derechos, inmediatamente asumirá el rol de víctima o nos recordará todo lo que ha hecho por nosotros. Así, lo que era un simple reclamo de un derecho fundamental se convierte en una “evidencia” de lo mala persona que somos.
Amenazan continuamente. No siempre se trata de amenazas directas, en muchos casos son amenazas disfrazadas. Por ejemplo, un manipulador puede exagerar las consecuencias de una decisión equivocada, puede amenazar con el dolor y el sufrimiento que sentirá por esa decisión o incluso decir que es mejor romper la relación, aunque realmente no pretende hacerlo.
Subestiman los problemas de los demás. Al manipulador no le interesan los problemas de su víctima, podemos llevar sobre nuestros hombros un peso enorme pero el chantajista hará caso omiso e intentará desviar la atención hacia sus supuestos problemas. En este tipo de relación, la víctima está obligada a soportar los problemas de ambos, y si no lo hace es tachada de egoísta e insensible.
Conocen los puntos débiles y no dudan en tocarlos. El chantajista es un hábil lector emocional, conoce perfectamente los puntos débiles de su víctima y no duda en tocarlos cada vez que sea necesario. De hecho, esta persona no se caracteriza precisamente por su empatía, si sabe que su víctima tiene un gran sentido del deber o que se siente desprotegida, recurrirá a estas “debilidades” para manipularla.
Actúan con prepotencia y rigidez. La mayoría de los manipuladores quieren dominar la conversación, siempre quieren tener razón y se molestan cuando les aconsejan o les llevan la contraria porque consideran que se trata de un insulto a su inteligencia. Su objetivo es anular la opinión del otro, para que la suya prevalezca.
Cambian de humor con extrema facilidad. Los manipuladores cambian de humor con gran rapidez. Un momento pueden mostrarse felices y satisfechos pero al momento siguiente, si la víctima se resiste, pueden transformarse y comenzar a llorar, enfadarse o gritar.
Los tipos de chantaje emocional
Existen diferentes tipos de chantaje emocional, aunque lo más usual es que el chantajista adopte varias técnicas para lograr sus objetivos, en dependencia de la persona y del contexto.
En este caso, el manipulador ejerce una presión sobre la persona para limitar su libertad de decisión. En práctica, le hace saber que su comportamiento tendrá consecuencias negativas que sería mejor evitar, “por su propio bien”. En este tipo de manipulación se recurre al miedo, de hecho, en las relaciones de pareja suelen ser comunes frases como “si vuelves a hacer eso, te abandono”. Se trata de una postura radical que no admite discusión ya que si la persona no acata la orden, será castigada.
Uno de los tipos de chantaje emocional más comunes consiste en sembrar la semilla de la culpa. El chantajista logra que la persona crea que es “mala” si no le obedece. En este caso, la persona cede al chantaje para no convertirse en “el malo de la película”. Frases como “con todo lo que he hecho por ti y así me pagas” o “me has defraudado, creía que eras una buena persona” forman parte del guión de este tipo de chantaje en el que el manipulador se convierte en una “pobre víctima”.
Se trata de un tipo de chantaje emocional en el que el chantajista asume el control fingiendo que depende de la otra persona. En este caso, no solo despierta sentimientos de culpabilidad sino que también alude al sentido de la responsabilidad. Por ejemplo, una pareja o una madre puede recurrir a frases como “si me abandonas, no podré soportarlo”. De esta forma se colocan una máscara de debilidad e impotencia, con el objetivo de manejar la relación y lograr que la persona ceda a sus deseos.
Una de las técnicas de chantaje emocional más utilizadas consiste en confundir y criticar a la víctima. El chantajista conoce sus puntos débiles y sabe hacer palanca en ellos, para lograr que esa persona le vea como su “salvador”. En este caso, el manipulador se adueña de la razón y se convierte en una especie de mentor ya que su objetivo es crear una dependencia, de manera que la persona siempre le pida consejo. Generalmente usan frases dirigidas a minar su autoestima y autoconfianza, como: “no sirves para nada”, “no tienes idea de cómo solucionar el problema” o “te ayudaré porque no sabes hacerlo”.
En un primer momento puede parecer una negociación pero en realidad se trata de un chantaje en toda regla. En este caso, el manipulador promete premiar a la persona si esta accede a sus deseos. Se trata de un chantaje muy común entre padres e hijos, como cuando estos le ofrecen al niño un premio a cambio de que apruebe los exámenes. También se aprecia en las parejas, en cuyo caso uno de los miembros intenta someter la voluntad del otro a través de regalos o incluso concediendo su atención o recordándole constantemente todo lo que le ha dado.
El chantaje emocional en la pareja
En una relación de pareja, los sentimientos que se generan no siempre son positivos. A veces las personas olvidan que están juntas por amor, para apoyarse mutuamente, y emprenden una lucha de poder para ganar el control sobre la relación.
Así surgen los celos, las humillaciones y el chantaje emocional. En este caso, una de las personas domina a la otra, la cual va perdiendo paulatinamente su independencia y autoestima. Desgraciadamente, no siempre es fácil detectar la manipulación emocional en una pareja ya que a veces ninguno de los dos es plenamente consciente de esa forma de relacionarse.
Sin embargo, debe quedar claro que la manipulación emocional no es amor y, cuando se mantiene a lo largo del tiempo, puede llegar a anular casi por completo a una persona. El chantaje emocional es una forma de maltrato psicológico de la que es necesario desprenderse cuanto antes.
¿Cómo protegernos del chantaje emocional?
Ante todo, debemos tener en cuenta que al chantajista emocional normalmente lo guía el miedo a perder al otro o a ser rechazado. En la base, la manipulación emocional suele esconder un temor al abandono, que puede provenir de la infancia. En otros casos puede ser una expresión de inseguridad personal, falta de autoconfianza y baja autoestima.
Sin embargo, independientemente de sus causas, la manipulación emocional puede ser muy dañina, llegando a provocar un desequilibrio emocional en la persona que la padece, hasta el punto que puede afectar profundamente su autoconfianza y autoestima. Por eso, es mejor ponerle coto cuanto antes.
El primer paso consiste en reconocer que estamos siendo manipulados. Luego, es necesario establecer límites para que esa situación no se repita.
Protegernos del chantaje emocional
Evita culparte. La culpa es una de las armas principales del manipulador, que usa para explotar tus debilidades. De hecho, es comprensible que puedas sentirte culpable si no satisfaces los deseos de esa persona. En ese caso, pregúntate si no están vulnerando tus derechos: ¿Estás siendo tratado/a con respeto? ¿Sus demandas son razonables? ¿Eres tú el único/a que da y se compromete con la relación?
Centra la atención en el manipulador. Cuando intenten chantajearte, escucha la solicitud pero desplaza el foco de atención. Si se trata de una persona que te quiere y que es medianamente razonable, estas preguntas le harán reflexionar y retirar su demanda: ¿Te parece razonable lo que me pides? ¿Lo que me estás pidiendo es justo?
Usa el tiempo a tu favor. Cuando se trata de peticiones no razonables, el chantajista demandará un compromiso inmediato porque sabe que si reflexionas sobre ello, con la mente fría, probablemente no cederás a su petición. Por eso, una buena estrategia consiste en decirle que lo pensarás. Tómate el tiempo que necesites para evaluar los pros y los contras.
Aprende a decir “no”. Uno de tus derechos fundamentales es a establecer tus propias prioridades sin sentirte culpable. Por eso, cuando no estés dispuesto/a a hacer algo, di no con amabilidad y firmeza. No des demasiadas excusas que el chantajista puede usar en tu contra y demuestran indecisión.
Resalta las consecuencias. Una de las habilidades más importantes para lidiar con un manipulador es la de esclarecer las consecuencias y la responsabilidad. Ante una demanda injusta y excesiva, hazle notar las consecuencias que ello tendría para ti. Explícale cómo te hace sentir y por qué no vas a ceder a su petición. A la vez, hazle ver que no eres responsable por sus actos ni te sientes culpable por lo que pueda decidir o hacer.
REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO