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David Bueno: ” El mito de que utilizamos el 10% de nuestra capacidad cerebral es falso, usamos todo el cerebro”

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David Bueno es un científico rodeado de preguntas: ¿Cómo aprendemos? ¿Cómo piensa un adolescente? ¿Cuál es la mejor edad para comenzar con un segundo idioma? ¿Por qué la música, la plástica y la educación física son tan importantes? Él no quiere dejar ninguna sin respuesta porque como anuncia en su último libro, su pasión es contar todo lo que siempre hemos querido saber sobre el cerebro de nuestros hijos y nunca nadie se atrevió a explicarnos. Profesor de genética en la Universidad de Barcelona, David Bueno explica que la neurociencia ofrece claves que modificarán nuestra forma de enseñar y aprender. En el artículo de hoy te mostraremos la entrevista que el grupo BBVA le realizó a David Bueno, conversando sobre diferentes temas relacionados al mundo de las neurociencias y el cerebro, el aprendizaje, la inteligencia y la funcionalidad del cerebro son uno de los tantos temas que se tocarán el día de hoy, las preguntas fueron realizadas por diferentes personas relacionadas.

Hay muchos mitos. De hecho, el cerebro ha sido el gran desconocido. Seguimos sin saber muchas cosas de él, pero ya hay algunas que empezamos a saber. Uno de los mitos más extendidos es el del diez por ciento. Solo usamos el diez por ciento de nuestro cerebro. No, lo usamos todo. Este mito surgió en el siglo diecinueve, cuando no se sabía para qué servían muchas partes del cerebro. Y después se le atribuyó a Einstein, como si por el hecho de que lo hubiese dicho Einstein, como eran tan listo, tenía razón. No, el mito es muy anterior. Para empezar, usamos todo el cerebro. Lo que pasa es que no lo usamos todo simultáneamente.

“El mito de que utilizamos el 10% de nuestra capacidad cerebral es falso, usamos todo el cerebro”

En cada momento usamos la parte del cerebro que necesitamos para hacer esa tarea. Cuando estamos hablando, usamos unas zonas distintas a cuando estamos tocando un instrumento musical o cuando estamos manipulando algo con las manos. Si juntamos todas las actividades que hacemos en nuestra vida o en nuestro día, estamos usando el cien por cien de nuestro cerebro.

Otro de los mitos que hay es el de las inteligencias múltiples. Y este es un mito que voy a desmitificar para remitificarlo otra vez. A ver, cuando salió la hipótesis de las inteligencias múltiples fue muy útil, porque hasta ese momento se consideraba a la inteligencia como una sola cosa muy centrada en lógica matemática, en lingüística… Y en poquita cosa más. Bueno, las inteligencias múltiples lo que dijo es: «No, hay muchos más aspectos de la personalidad humana que son cruciales para nuestro día a día y que se reflejan en nuestro potencial». La parte interpersonal. La intrapersonal, la capacidad de pensar tú solo. O de analizar tus propios pensamientos, tus propios procesos mentales. La inteligencia naturalista. Te permite relacionarte con el entorno.

La inteligencia físico-cinestésica. El poder moverte, el poder realizar una serie de ejercicios. Incluso después se añadió la inteligencia espiritual. No tiene nada que ver con la religión. Es la capacidad de sentirte integrado en tu colectivo. Entre otras. Fue muy importante por eso, porque rompió con el tabú de la inteligencia como dos aspectos y nada más. Pero el cerebro no funciona de esta forma. Funciona como un todo integrado, la inteligencia es una. Lo que pasa es que se nutre de muchos aspectos diferentes. Es imposible explicar matemáticas solo apelando a las partes lógico-matemáticas de nuestro cerebro. Cuando explicamos matemáticas lo hacemos con el lenguaje. Estamos usando la parte lingüística. Lo hacemos hablando unos con otros. Es la parte interpersonal.

Claro, pero existan o no las inteligencias múltiples, sí que va bien tener en cuenta todo eso a la hora de programar actividades para nuestros alumnos.

Precisamente, es a lo que iba. Desmitifico las inteligencias múltiples, pero sigue siendo muy útil pensar en estos términos, sabiendo que el cerebro no funciona así, cuando planificamos ejercicios. Cuando planificamos cualquier actividad con nuestros alumnos. Si incluimos muchas de estas partes, el aprendizaje es más transversal, más contextualizado, y el cerebro lo asimila muchísimo mejor, lo puede usar con más eficiencia. Cuando es un mito que, siendo un mito, como recurso sigue siendo muy útil. Hay otros. Podríamos estar hablando horas sobre mitos. Solo para apuntar otro. El mito que dice que si los niños o las niñas escuchan la música de cierto músico, serán más inteligentes. Pues no. Escuchar música o tocar un instrumento, hacer música, es una gimnasia brutal para el cerebro, ya lo he dicho antes. Pero da igual de qué músico sea, lo importante es la música.

¿Cómo aprende realmente nuestro cerebro? ¿Cómo aprendemos?

Esta es una de las cosas que poca gente sabe también. La neurociencia es una gran desconocida todavía porque solo hace quince o veinte años que se está trabajando a nivel profundo con el cerebro humano. Cualquier cosa que nosotros aprendemos, el cerebro lo guarda en un patrón de conexiones determinado. Me explico mejor. Nuestro cerebro está formado por células, por neuronas. Tenemos, aproximadamente, unos ochenta y cinco mil millones de neuronas en el cerebro. Pero el número no es importante. Necesitamos un mínimo para funcionar como seres humanos. Pero no viene de cinco mil ni de diez mil millones más o menos.

No se es más listo, ni menos listo, ni más creativo, ni menos creativo. Lo que importa para el cerebro son las conexiones que hacen estas neuronas entre ellas. Tenemos alrededor de unos doscientos billones con «B», doscientos millones de millones de conexiones en el cerebro. Cualquier cosa que aprendemos altera algunas de estas conexiones y es en este patrón de conexiones, esta neurona que se conecta con la otra y con la siguiente y esta con la otra y con la otra, es en este patrón donde almacenamos la memoria. Por tanto, aprender es cambiar nuestro cerebro.

Cambiarlo físicamente porque hacemos conexiones nuevas. Esto es aprender. No solo eso. Cuantas más conexiones haya en un aprendizaje, mejor lo recordamos y con más eficiencia lo podemos utilizar. Y cuantas más zonas del cerebro conecte cualquier aprendizaje, también mejor lo recordamos y con más eficiencia lo podemos utilizar. Lo que significa que para aprender bien un aprendizaje debe ser transversal y contextualizado, puesto en un contexto.

Un contexto implica muchos elementos más. Esto es lo que quiere el cerebro, lo que prefiere, para aprender cualquier cosa. Ya sean conceptos, ya sean actitudes, ya sean aptitudes. Es igual. El cerebro las distingue un poco, algunas las automatiza. Las aptitudes terminan automatizadas y los conceptos no. Pero a nivel de conexiones, el aprendizaje es eso. Hacer conexiones nuevas.

Referente a lo que has dicho de la forma de aprendizaje, lo que creamos son patrones cuando aprendemos una cosa. Si ese patrón… Aprendemos al día siguiente otra cosa sobre esa misma cosa, ¿ese patrón se destruye, se modifica, y se guarda patrón tras patrón?

Cuando nosotros aprendemos una cosa sobre la que ya sabíamos algo, el patrón que se genera no es completamente nuevo. El cerebro tiene un sistema para detectar que ya tiene conexiones relacionadas con eso. Lo que hace es activar las conexiones esas y suma los nuevos aprendizajes al patrón que ya tenía. Lo amplía, lo refina, lo perfila. Esta es la forma que tenemos de construir conocimiento, construir aprendizajes de una cosa sobre la siguiente, la siguiente y la siguiente. Es muy útil porque nos permite relacionar aspectos muy diferentes. Pero encierra un pequeño peligro. Y es que si aprendemos una cosa de forma incorrecta cualquier aprendizaje posterior sobre el mismo tema se sustentará en un aprendizaje incorrecto. Que se mantendrá ahí. Aprender es fácil, el cerebro busca aprender. Está programado para aprender. Pero le cuesta muchísimo desaprender. Desaprender es muy complejo para el cerebro. Está programado para hacer conexiones nuevas pero, excepto en un momento muy concreto de la vida que es la adolescencia… Es otro mundo, ya hablaremos.

Un poco de cada. Cualquier capacidad mental tiene una parte que viene de serie, de nuestra biología, y una parte que se trabaja a través de la educación. Nuestro cerebro, como cualquier parte de nuestro cuerpo, se forma porque hay unos programas genéticos. Ahora sale el genetista que hay en mí. Hay unos programas genéticos que le dicen cómo tiene que formarse y cómo tiene que funcionar. Tenemos, como especie, cada uno de nosotros tenemos alrededor de unos veinte mil genes. Y de estos veinte mil, hay unos ocho mil que, en un momento u otro, funcionan en nuestro cerebro. Todos tenemos estos genes, compartimos los mismos ocho mil genes. Pero tenemos distintas variantes para estos genes. Esto queda mucho más claro con los grupos sanguíneos.

Todos tenemos un gen que dice que debemos tener un grupo sanguíneo. Pero según qué variante, nuestro grupo es el A, el B o el 0. O el AB. El AB es que tenemos una variante A y una variante B. Tenemos tres variantes en este gen. Bien, en estos ocho mil genes que funcionan en el cerebro algunos llegan a tener hasta cincuenta y cien variantes diferentes, que conozcamos. Pueden tener muchas más que no conocemos todavía. No introducen grandes diferencias pero sí pequeñas sutilezas en la forma de funcionar.

Esto hace que ya de serie, de programario básico genético, haya personas con más capacidad de memoria y otras con menos. Personas más creativas y otras un poco menos. Personas un poco más inteligentes y otras un poco menos. Personas con más aptitudes musicales y otras un poco menos. Y podría estar aquí hablando durante horas sobre capacidades mentales. ¿Eso es importante? Bueno, es un patrón básico. Es como un escultor que tiene su arcilla para hacer lo que sea. Si tiene más, hará una escultura más grande. Si tiene menos, la hará más pequeña. Pero la educación es la habilidad para moldear esta arcilla. Puedes tener poca arcilla y hacer una escultura preciosa. Y tener mucha y que te salga un churro. ¿Vale? Esto me gusta mucho… Este es el papel de la educación. Tenemos una materia biológica, saquemos provecho de esto.

A mí me gusta ejemplificarlo con la papiroflexia. Con hacer, por ejemplo, un avión de papel. No sé si tenéis por aquí papeles y os lo demuestro. ¿Tenéis? Vale, pues mira, os reparten a cada uno un trozo de papel. Yo tengo el mío, ¿vale? Todos tenéis vuestro trozo. Pues os voy a enseñar una de las muchas maneras de hacer un avión. Es lo único que sé hacer con papiroflexia. Pero bueno, a ver, cogéis vuestra hoja y dobláis una punta hacia atrás. ¿Todos teníais la hoja rectangular? ¿No? Mira, como los genes. Cada uno tiene sus propios genes, cada uno tiene su hoja. Bueno, ahora dobláis la otra punta, la que ha quedado aquí arriba.

La dobláis. No sé cómo enseñarlo muy bien para que se vea. Pero la dobláis hacia abajo de forma que quede como una casita. Ahora a mí me gusta la punta de la casita, del techo, doblarla hacia atrás. Que quede un avión de punta roma. Esto hace contrapeso y permite que vuele un poco mejor. ¿Vale? Lo dobláis, ahora sí, por la mitad para que vaya cogiendo forma de avión. ¿Vale? ¿Sí? ¿Más o menos? Hacemos las alas. Ya no sé cómo enseñarlo… A ver, dobláis una parte hacia atrás. Bueno, hacia atrás o hacia abajo, depende de cómo se mire.

Y con esto, salen las alas. ¿Sí? Cualquier avión tiene cola y alerones. Si cortáis un poco la parte de atrás del avión y lo levantáis hacia arriba, saldrá la cola. Y si hacéis un par de cortes en el ala por la parte de atrás, y lo subís, tenéis los alerones. ¿Vale? ¿Os ha salido a todos más o menos así? A ti te falta un trozo de ala. Claro, si ahora probamos si vuelan bien o no, lo podemos probar, seguro que hay aviones que vuelan mejor que otros. Porque todos lo habéis doblado… El tuyo es el más feo, con perdón del avión. El tuyo seguro que no vuela. ¿Cuál es el problema? El problema es que todos habéis seguido mis instrucciones al pie de la letra. Cuando resulta que teníais distintas formas de papel.

¿Somos nosotros más inteligentes o menos que nuestros abuelos en su momento?

Lo primero que diría es que el fracaso escolar no existe. Si acaso existe el fracaso del sistema. El fracaso escolar no existe. Ningún niño ni ninguna niña fracasa. Fracasa el sistema, que no sabe proporcionarle lo que le toca cuando le toca. Y muchas veces el problema es en cómo evaluamos, cuantificamos su aprendizaje. Y esto es un problema. Si nosotros estamos enseñando de forma transversal y contextualizada y evaluamos con un examen de preguntas tipo test, esto es absurdo. El cerebro no está preparado para esto. ¿Vale? Si estamos enseñando a través de aprendizajes cooperativos, que es otro tema muy interesante, ¿por qué evaluamos individualmente?

No. Hay que evaluar también cooperativamente. Que es como el cerebro ha aprendido. Por tanto, el fracaso escolar es fracaso del sistema. Esto por un lado. Por otro, ¿somos más o menos inteligentes que nuestros abuelos? Somos exactamente igual de inteligentes, ni más ni menos. La inteligencia es la capacidad que tiene nuestro cerebro de adaptarse al entorno. Nuestro cerebro se adapta a nuestro entorno y el de nuestros se adaptó a su entorno. Ahora, a mí me dan un azadón para ir a plantar, y no sabría ni por dónde empezar. ¿Soy menos inteligente que mis abuelos, que sí sabían cómo hacer un huerto? No, su cerebro se adaptó a su entorno y el mío se ha adaptado a otro entorno. Y las nuevas generaciones se adaptan a un entorno diferente. En algunos aspectos, son más rápidos que nosotros. En la tecnología digital cualquier joven es más rápido que yo. ¿Vale? Y en otros aspectos no.

Estás hablando todo el rato de conexiones, contextualizar… A mí me gustaría que intentaras aportar algo desde la neurociencia en cuanto a la mejora de trabajar por proyectos o trabajar de forma contextualizada en relación a trabajar de manera más compartimentada, por asignaturas. Porque, aún a día de hoy, la mayor parte de los currículums lo separan todo en áreas o asignaturas, cuando en realidad, en la vida cotidiana, no nos encontramos las cosas compartimentadas. No sé desde la neurociencia cómo…

Sí, es cierto. Los currículums lo compartimentan todo porque es la forma fácil de hacerlo. Y la vida no es compartimentada. Jamás hacemos una cosa aislada del resto del mundo. ¿Cómo hacer un aprendizaje más contextualizado o más transversal? Lo primero sería flexibilizar los horarios. ¿Por qué una hora de mates, una de lengua y una de ciencias? Mezclémoslos. Mezclémonos los profesores, mezclemos a los alumnos, y que se trabaje de forma paralela.

Antes hablaba del ejemplo de sumar manzanas y después te las comes. Llevado a alumnos de más edad, de una secundaria. ¿Por qué, por ejemplo, no estudiar el movimiento parabólico en Física junto con el profesor de Educación Física? Bajas al patio… Ese día, en vez de tener el móvil apagado, todos con el móvil encendido y grabando. Haces tiros libres a canasta. Es un tiro parabólico. Lo grabas, a cámara lenta lo reproduces, y con el movimiento y sabiendo el peso de la pelota y la gravedad, puedes calcular qué fuerza ha hecho el que ha metido la pelota en la canasta, el que no… Esto es más contextualizado. Porque no vamos por el mundo calculando tiros parabólicos balísticos de un proyectil que jamás en tu vida has visto y no vas a tirar. Por suerte. En cambio, una pelota o una canasta sí, lo has hecho muchas veces y lo vas a continuar haciendo.

El trabajo cooperativo, que es el que se suele usar, el más útil en un proyecto, es crucial para el cerebro. El cerebro, decía, integra muy bien todo aquello que activa muchas áreas del cerebro. Estar en sociedad, estar con otras personas, activa prácticamente todo el cerebro. Lo activa prácticamente todo porque es lo más exigente. De hecho, estar con otras personas es lo que más energía consume. Tienes que estar pendiente de los demás, de sus intenciones, de sus emociones, su estado emocional, de qué te pueden aportar a ti para sacar provecho, de qué puedes aportar tú. Porque si no aportas nada, te echan. De mantener tu individualidad pero, al mismo tiempo, integrarla en un colectivo. El trabajo cooperativo incluye todo esto. Permite almacenar mejor… No más datos, sino más calidad de los datos que almacena. Aquí viene otra discusión interesante: cantidad de información versus calidad. Tenemos que priorizar la calidad de la información.

Pasa que el trabajo cooperativo también tiene que entenderse bien. Trabajar cooperativamente no es todos alrededor de una mesa haciendo lo mismo. Esto es todos alrededor de una mesa haciendo lo mismo. El trabajo cooperativo es: Todos nos planteamos un objetivo común y cada uno aporta una parte ligeramente diferente solapada, complementaria a la de los demás. para alcanzar ese objetivo común. Eso hace que cada uno se sienta partícipe, se sienta integrado, se sienta responsable, y valores a los demás, porque si alguien falla ese objetivo no se alcanza de la misma forma.

Esta entrevista fue proporcionada por el grupo BBVA: https://www.youtube.com/watch?v=nXQe7I5WBXs

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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