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James M. Lang: “El cerebro humano siente ráfagas de satisfacción ante la novedad”

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El educador James M. Lang lleva dos décadas investigando cómo mejorar el aprendizaje en el aula y de qué forma el profesorado puede motivar a sus estudiantes. Después de sus libros ‘Small Teaching’, como recopilatorio de consejos prácticos sobre educación basados en la evidencia científica, y ‘Cheating Lessons: Learning from Academic Dishonesty’, donde reflexiona sobre los motivos y estrategias de los alumnos que hacen trampas en los exámenes, acaba de publicar ‘Distracted: Why Students Can’t Focus and What You Can Do About It’, sobre las dificultades para mantener la atención. James M. Lang es profesor y director del D’Amour Center for Teaching Excellence en Assumption College en Estados Unidos; imparte conferencias y talleres sobre cómo crear mejores entornos de aprendizaje y ha sido consultor de Naciones Unidas en un proyecto sobre ética e integridad para el profesorado. James, Ken Bain, y tú habéis investigado muchísimo sobre un tema que creo que es muy importante actualmente, que es cómo mejorar la docencia y el aprendizaje. Pero me gustaría empezar con tu nuevo libro. Se llama ‘Distracted’, ‘Distraídos’, y trata sobre la distracción y la atención. Y me gustaría preguntarte, para empezar esta conversación, cómo llegas hasta este tema. ¿Qué te hizo decidirte por la atención como tema del que merecía la pena hablar en un libro?

Llevo escribiendo sobre docencia y aprendizaje desde hace ya un par de décadas y, en concreto, sobre cómo podemos mejorar la educación, especialmente, en lo que respecta a la educación superior. Y me di cuenta de que una manera de atrapar la atención del profesorado para que ellos mismos quieran hacer cambios positivos en su enseñanza es ir justo donde encuentren problemas, observar las áreas donde el profesorado tiene dificultades e identificar qué pueden aprender de estos problemas, con el fin de mejorar el método educativo.

¿Cómo definirías la atención? Y a partir de ahí, ¿podrías explicarnos un poco la investigación que has llevado a cabo y qué has observado?

“El cerebro humano siente ráfagas de satisfacción ante la novedad”

Tu primera pregunta parece sencilla, pero en realidad es muy compleja. Definir la atención es muy difícil. William James, que es uno de los padres de muchas teorías psicológicas y de la educación, tiene una de las primeras definiciones. Señaló que hay dos aspectos de la atención: uno es ejercer el control de la mente para prestar atención a un objeto o a una experiencia, o incluso a una línea de pensamiento. Pero la segunda parte es bloquear ciertas cosas. En realidad, son dos procesos separados que requieren diferentes partes de nuestro cerebro, la parte de enfoque y la parte de bloqueo.

Parece que, a medida que envejecemos, una de las cosas que sucede es que somos capaces de mantener la parte de enfoque, pero nuestra capacidad de bloquear otras cosas tiende a degradarse conforme envejecemos, que es la razón por la que se dice que las personas mayores tienen dificultad para concentrarse en un restaurante lleno de gente, por ejemplo. No es porque no puedan concentrarse, sino porque les cuesta más bloquear todas esas otras cosas.

Esas son las dos partes fundamentales de la atención, la de mantener esta especie de control voluntario para fijar nuestra mente en algún objeto, un objeto físico o un objeto de pensamiento, y la de bloquear el resto de las cosas que interfieren con ese control voluntario o esa atención voluntaria. Mi trabajo y línea de investigación sobre cómo ayudar a los maestros a abordar el problema de la atención y la distracción en el aula tiene dos vertientes.

¿Por qué nos cuesta tanto mantener la atención? James M. Lang

Antes de este libro, hace unos años, escribí uno sobre hacer chuletas y sobre cómo la decisión que tomen los estudiantes respecto a copiar o no copiar, puede ayudarnos a entender el papel que desempeña el ambiente educativo en la decisión del estudiante de hacer su trabajo con integridad o hacer trampas. Pues lo mismo, en este otro tema, el ambiente educativo crea una gran diferencia en términos de si los estudiantes prestan atención o se distraen en el aula.

“El ambiente educativo marca la diferencia entre alumnos atentos y distraídos”

Sé que es un problema porque yo mismo soy profesor. Desde los años 2000, empecé a darme cuenta, como cualquier profesor, de que los dispositivos de los estudiantes, ya sean móviles, portátiles o tablets, les robaban gran parte de su atención y se perdían en el aula. Y yo estaba confuso, no sabía qué tenía que hacer al respecto. En cualquier aula se dan situaciones muy concretas, algunas muy interesantes. Recuerdo una anécdota. Tenía una alumna que era brillante. Se sentaba en primera fila, seguía la clase estupendamente, participaba, pero a veces estaba algo distraída, como si su mente estuviera en otra parte.

Y, de hecho, un día yo pasaba por el pasillo de su pupitre y, como un destello de luz, algo, me llamó la atención y me di cuenta, miré y tenía el móvil colocado en el bolso de tal manera que podía leer los mensajes a medida que le llegaban. No podía responder, eso sí. Fue lo suficientemente inteligente como para no tenerlo sobre la mesa. Y pensé:

“Guau, una gran estudiante como ella, que iba a ser profesora, profesora de inglés, de hecho, le interesaba mucho el tema y, sin embargo, no podía apartar la mirada de su móvil”. En ese momento, me dije que había que hacer algo, había que comprender mejor por qué sucedían esas cosas y qué podíamos hacer al respecto. Así comenzó un largo viaje para mí en términos de reflexionar sobre las causas de este problema y las posibles soluciones para el profesorado.

Existe la postura de que el uso de la tecnología en el aula puede facilitar el aprendizaje. Es decir, abre el abanico de oportunidades y de acceso al conocimiento. Pero también está la otra postura de que distrae, como mencionabas en el caso de tu estudiante brillante, así que ¿Cuál es la tuya?

Hay gente que busca soluciones fáciles, como eliminar la tecnología del aula, o lo contrario, abrazar la tecnología y utilizarla siempre. No creo que ninguna de esas soluciones sea la correcta. En mi opinión, tenemos que pensar en el contexto, en lo que ocurre en el aula, en cuál es el objetivo de aprendizaje en ese momento y, después, decidir si la tecnología es o no adecuada.

La tecnología, como dices, puede ser una herramienta de aprendizaje, puede ser una herramienta para dar a los estudiantes la oportunidad de hacer cosas que, de otro modo, no podrían hacer, de conectarse con personas de todo el mundo, o utilizar Google Maps para ubicarse virtualmente en un lugar que están estudiando.

Hay todo tipo de aplicaciones increíbles que los dispositivos pueden hacer por nosotros en el aula. Y seguro que serán apropiadas para ciertos objetivos y actividades. Pero habrá veces que no sean necesarias, cuando, por ejemplo, quiero hablar con mis alumnos sobre el significado de una obra literaria, sobre cómo se relaciona con nuestra vida actual, sobre por qué nos sigue interesando y la seguimos leyendo, en esos momentos no necesitamos nada más que nuestros cerebros, libros y escucharnos entre nosotros y a las ideas que queremos compartir en el aula.

Yo estoy en contra de esas decisiones fijas. No creo ni que la tecnología deba estar ni siempre presente ni siempre fuera del aula. Creo que es mejor que los profesores den un paso atrás y digan: “Vale, ¿qué estoy buscando?”. Y, una vez tomada la decisión, decir: “Entonces, ¿la tecnología me puede ayudar? ¿Va a ser neutral? A algunos estudiantes les puede ayudar y a otros no, en cuyo caso lo dejaré a su criterio». Pero hay otras veces en las que va a interferir porque tiene potencial de ayudar, pero está claro que también tiene el potencial de desviar la atención de los estudiantes en su aprendizaje.

Tenemos que ser claros al respecto y tenemos que estar dispuestos a ser flexibles sobre cuándo debemos usar la tecnología o no. Creo que uno de los objetivos que tenía al escribir el libro era ayudar a la gente a entender que la distracción, la fatiga de la atención, son cosas normales y cotidianas con las que llevamos lidiando miles de años. Tenemos que ser empáticos con los estudiantes y reconocer que la distracción ocurre. Queremos hacer todo lo posible para llamar su atención y lo hacemos, pero tenemos que ser realistas.

“No creo que la tecnología deba estar siempre presente ni siempre fuera del aula”

Está muy extendida la idea de que los estudiantes de hoy en día se distraen más que los de generaciones anteriores. ¿Es cierto?, ¿Cuál es el problema que tenemos hoy?

Creo que lo que muestra la investigación son dos cosas diferentes, pero importantes. En primer lugar, la historia sobre la atención y la distracción nos enseña que tenemos cerebros que se distraen fácilmente y que siempre hemos tenido ese tipo de cerebros. Podemos remontarnos a Aristóteles, que habla de que, cuando la interpretación en una obra es mala, la gente tiende a sacar comida y a comerla ruidosamente, como en los teatros griegos. O también, cuando la gente está intentando escuchar un debate y oye a alguien tocando la flauta, se distrae porque quiere oír la flauta más que tener que prestar atención al complicado debate de alguien.

Agustín de Hipona reflexiona sobre la distracción que se produce rezando al oír el aleteo de una mosca o al ver una lagartija corriendo. Siempre hemos tenido estos cerebros distraídos y, biológicamente, hay buenas razones para que tengamos esos cerebros. Necesitamos ser capaces de concentrarnos en los demás o en una tarea, pero también necesitamos ser conscientes de nuestro entorno y, pensando en términos evolutivos, no habría sido tan útil para nosotros estar rastreando una presa, sin ser consciente del hecho de que podemos convertirnos en una.

Así que tenemos que ser muy conscientes del entorno y ser capaces de desviar nuestra atención cuando algo sucede a nuestro alrededor. Eso, por un lado. Siempre ha habido distracciones. Siempre hemos tenido problemas para mantener la atención. Nunca hemos sido capaces de prestar atención tanto como parece que queremos o como nos gustaría ser capaces de hacerlo.

Por otro lado, lo que ha cambiado hoy en día es que la tecnología se ha vuelto realmente buena en robarnos la atención. Cuando yo era niño, a mis padres les preocupaba que la televisión me distrajera, pero tenía que ir y encenderla para que llegara a distraerme. Ahora, el móvil nos busca a nosotros, nos bombardea constantemente, me dice: “Jim, tengo algo superinteresante para ti”. Y me lo hace todo el tiempo. Esa es la diferencia, el móvil es una herramienta mucho más eficaz en robarnos la atención respecto a tecnologías pasadas.

La otra cosa sobre nuestra naturaleza es que nos gusta la novedad. El cerebro humano siente pequeñas ráfagas de satisfacción al descubrir algo nuevo y estimulante en su entorno. El móvil es una fuente constante de información novedosa, de ideas. Puedo mirar mi correo electrónico, después, puedo ver Twitter. Cuando he terminado puedo ir a Instagram. Después, puedo comprobar el tiempo, es una fuente interminable de nuevas ideas o información y conexiones para mí.

No es que la arquitectura de nuestros cerebros haya cambiado de alguna manera, como resultado de los móviles, en diez años. Ese tipo de cambio ocurre de una generación a otra. Lo que ha cambiado es que la tecnología es mejor. Nos roban mejor nuestra atención. Eso significa que hay nuevos retos. Tenemos que reflexionar mejor que antes sobre temas como la atención, porque los dispositivos se han vuelto más eficaces en distraernos que antes.

Esta entrevista fue publicada por BBVA: aprendemosjuntos.bbva.com

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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