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Sonia López Iglesias: “La sociedad ha olvidado la importancia del afecto”

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Maestra, psicopedagoga y formadora de profesores y familias, Sonia López Iglesias destaca que su tarea más importante es la de ser madre de dos adolescentes. “Ser mamá o papá es el único oficio del mundo en el que primero te otorgan el título y luego cursas la carrera. Además, una carrera de fondo, llena de tropiezos y de no saber dar respuesta”, afirma. En esta carrera profesional y vital ha tenido ocasión de trabajar en todas las etapas educativas, desde Educación Infantil a Secundaria, e impartir charlas y talleres sobre cómo mejorar la comunicación familiar, la inteligencia emocional y lo que defiende como “pedagogía del querer”. “Esta pedagogía se basa en un acompañamiento desde el amor incondicional, desde la confianza, desde el respeto, desde la creación de un vínculo sólido y desde la disponibilidad”, plantea la experta, que comparte sus reflexiones en varios medios especializados en crianza y en su blog Equilibrium. Según su experiencia, en tiempos de incertidumbre y estrés, la sociedad olvida la importancia de las muestras de afecto hacia los más pequeños. “Nuestros hijos necesitan de nosotros nuestro cariño, ternura y, sobre todo, que establezcamos con ellos un vínculo fuerte. Ese vínculo es el que les va a dar seguridad ante la vida”, concluye. 

Pamela Izquierdo. Sí, creo que la crianza y la educación es un tema que nos preocupa a muchos padres. Tú, siendo mamá, maestra, psicopedagoga, veo que has defendido el «aquí y ahora» en la educación muy diferente a generaciones anteriores. Cuéntanos cómo y por qué se da este cambio.

Sonia López. Mira, muchos de nosotros fuimos educados pensando solamente en el futuro. Lo importante no era lo que hacíamos, sino lo que teníamos que llegar a conseguir. Todo estaba programado en nuestra vida. Teníamos que estudiar mucho para conseguir un gran trabajo. Teníamos que formar una familia estándar. Nos exigían organizar nuestro tiempo libre, incluso, con mucha antelación.

En las últimas décadas la sociedad ha sufrido muchas crisis: crisis sanitarias, sociales, políticas e incluso educativas, que nos han hecho ver la necesidad de cambiar y dejar de pensar tanto en el futuro y centrar la atención en el aquí y en el ahora. Estas crisis hacen que salgamos de nuestra zona de confort y que nos demos cuenta de que lo importante es poner atención plena a todo lo que hacemos a diario.

Debemos enseñar a nuestros hijos a tolerar el cambio, a que sepan que no hace falta que lo controlen todo, a que sean capaces de improvisar ante los imprevistos que la vida les va poniendo en su día a día. También les tenemos que enseñar que tendrán la necesidad de reinventarse a lo largo de su vida, en todas sus facetas.

Pero, sobre todo, tenemos que enseñarles a elegir la manera en la que quieren mirar a la vida y relacionarse con ella. Deberíamos centrar nuestra educación en el ser, enseñándoles a ser valientes, a tener mucho coraje, a tener ganas de exprimir la vida al máximo. Tenemos que animarlos, también, a que se hagan preguntas de todo aquello que les preocupa, les inquieta… Deben sentir, sobre todo, que los acompañamos sin condición, que vamos a estar a su lado siempre.

“La sociedad ha olvidado la importancia del afecto”. Sonia López Iglesias

Tenemos que potenciar también mucho su inteligencia emocional y, sobre todo, conseguir que sean capaces de disfrutar de las pequeñas cosas, de los pequeños detalles, teniendo una atención plena en todo lo que hacen. Olvidarnos un poco de centrarnos en el futuro y, sobre todo, no arrastrar los errores del pasado. Vivimos en una sociedad en la que no dejamos aburrirse a nuestros hijos porque les hemos metido en la dinámica muy parecida a la nuestra.

Les hacemos entrelazar tareas todo el día. Ellos acaban su jornada escolar y siguen haciendo actividades extraescolares: un día hacemos inglés, otros días vamos a practicar algún deporte. Entonces, lo que les pasa a nuestros hijos en nuestra sociedad es que no saben aburrirse, que no les damos la oportunidad de experimentar esta emoción.

El aburrimiento enseña a nuestros hijos a tener la capacidad de esperar y en una sociedad que va tan, tan rápido es una habilidad que tienen que aprender, la espera. Además, el aburrimiento nos permite conectar con nuestras emociones. Cuando estamos aburridos sin hacer nada, es cuando es más fácil el autoconocernos e incluso autogestionarnos. El aburrimiento también activa en nosotros la creatividad, que es la base esencial para el aprendizaje.

Tenemos que validar que nuestros hijos no hagan nada, porque enseguida en casa cuando los vemos estirados en el sofá, o a un adolescente mirando el móvil, o a un niño tranquilamente descansando, viendo un programa de tele, nos ponemos nerviosos y parece que siempre tengan que estar haciendo algo: estudiando, preparando un trabajo, entrenando. Validar que no hagan nada va a hacer que nuestros hijos toleren mucho más esta emoción. Bertrand Russell decía que una sociedad que no tolera el aburrimiento es una sociedad con muy poco valor.

Entonces pongamos de moda el aburrimiento y pongamos de moda que sean nuestros hijos los que decidan lo que quieren hacer en sus momentos libres, en su tiempo de ocio.

Pamela Izquierdo. También nos pasa mucho, a veces, conversando con otras madres decimos: «¿Seremos buenas madres, seremos malas madres?» «Lo estamos haciendo bien». Un poco… ¿Cuáles crees que son los errores más comunes en la crianza?

Sonia López. Mira, yo recuerdo el día que me enteré de que iba a ser mamá y recuerdo que la felicidad y el nerviosismo se apoderaron de mí. Ser mamá o papá es el único oficio del mundo en el que primero te otorgan el título y luego cursas la carrera. Además, una carrera de fondo, llena de tropiezos, de no saber dar respuesta. Al principio crees que la maternidad se basa únicamente en dar respuesta a las necesidades básicas de nuestros hijos, que es el darles de comer, el sueño, darles nuestra seguridad.

Pero a medida que crecen te das cuenta de que va mucho más allá. Entonces es muy difícil dar respuesta a las necesidades, por ejemplo, emocionales que tienen, a los miedos que les surgen, a las inseguridades. Lo primero que tenemos que hacer es pensar que se aprende a ser mamá o papá a la vez que nuestros hijos aprenden a ser hijos.

Entonces, tenemos que pensar que para nuestros hijos somos los mejores papás o mamás que pueden tener. Entonces, hay que partir de la idea que hay que amar al hijo que tenemos y no al que desearíamos. Hay que aceptar a nuestros hijos tal y como son, igual que lo hacen ellos. Hay que tener muy claro que educar no es solo enseñar o incluso adoctrinar, sino que va mucho más allá. Educar es despertar las ganas de aprender, contagiar el optimismo por la vida. Hay muchas veces que nos cuesta mucho encontrar el equilibrio perfecto entre la sobreprotección y la permisividad.

“Educar es despertar las ganas de aprender, contagiar el optimismo por la vida”

Esta entrevista fue publicada originalmente por BBVA: aprendemosjuntos.bbva.com

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REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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