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Rafa Guerrero: “El abuso de las pantallas puede afectar a las funciones ejecutivas cerebrales”

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Licenciado en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Educación, Rafa Guerrero ha dedicado gran parte de su carrera profesional a la investigación, el ejercicio clínico y la docencia en la Facultad de Educación en la Universidad Complutense de Madrid y del Centro Universitario Cardenal Cisneros. Conferenciante en congresos nacionales e internacionales y formador de profesores y padres en numerosos colegios y centros educativos, Guerrero acaba de publicar los libros ‘Cómo estimular el cerebro del niño’ y ‘Educar en el vínculo’, que se suman a su anterior título, ‘Educación emocional y apego’. El psicólogo defiende el desarrollo de un apego seguro desde la infancia. “Si queremos que el día de mañana nuestros hijos tengan la capacidad de regularse emocionalmente, tomar decisiones, que sean empáticos, capaces de planificarse, concentrarse, hacerse cargo de la gestión de sus impulsos… Requiere de tres pasos: que los padres sepan autorregular sus propias emociones, que puedan regular las emociones de sus hijos y finalmente enseñen estrategias para que los niños aprendan a regularse solos y se cierre el círculo”, explica el experto.
Hay veces que no te queda más remedio que utilizar la tele para que tus hijos estén entretenidos, a mí me sigue preocupando, sé que se habla un montón del tema, pero te quería hacer la pregunta de cómo afecta el abuso de las pantallas en nuestros hijos.

Bueno, yo para empezar, lo que lo que te diría es que creo que es importante que diferenciemos entre el concepto de uso y de abuso. Una cosa es un uso puntual, que desde luego en la sociedad en la que vivimos, el no usar las tecnologías, las podemos usar más o menos, pero no usar los dispositivos tecnológicos es algo muy raro. Entonces, una cosa es usar de una manera moderada, una manera sensata, los dispositivos tecnológicos y otra cosa bien diferente es el abuso. Fíjate que, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud habla de que, entre los cero y los dos años, en esos dos primeros años de vida, donde se produce ese gran desarrollo de lo que Piaget denominaba el periodo sensorio motor, que es fundamental en esos dos primeros años de vida. La OMS dice que cero pantallas. Y luego, entre los dos y los cinco años, habla de como máximo una hora de dispositivos tecnológicos. Bueno, a mí gusta ser más precavido y yo suelo recomendar que hasta los seis años haya cero pantallas. ¿Qué consecuencias va a tener el hecho de que nuestros hijos estén teniendo un uso, un consumo abusivo, de los dispositivos tecnológicos?

Todo esto, al final, va a afectar a lo que son las funciones ejecutivas, que se localizan aquí en corteza prefrontal y como el cerebro se desarrolla de zonas traseras a zonas delanteras, si estamos metiendo dispositivos tecnológicos a una edad muy temprana, el desarrollo de la corteza frontal, que es la que nos distingue del resto de las especies, va a quedar alterada, seguro. Entonces la capacidad de concentración se va a ver afectada, los estudios de Dimitri Christakis lo dejan muy claro, cómo el uso abusivo de los dispositivos tecnológicos disminuye la capacidad de concentración. En segundo lugar, la capacidad de que yo pueda frenar o que yo pueda controlar o retrasar unos impulsos, unas emociones o unos pensamientos también va a quedar afectada.

La capacidad para planificarnos, lo que es la memoria operativa, el ser conscientes, la voluntariedad, la perseverancia. Todas estas funciones ejecutivas van a quedar muy afectadas, seguro, si tenemos un abuso de los dispositivos tecnológicos, eso seguro. Por eso es importante que mamá y papá hablemos, lleguemos a acuerdos, incluso discutamos, veamos nuestros puntos de vista para poner en marcha un sistema en el cual sepamos qué es lo que queremos con nuestros hijos y qué consecuencias puede tener un uso abusivo de los dispositivos tecnológicos.

Yo tengo dos niños, una de cinco años y otro de tres, que están en un momento de rabietas incontrolables. ¿Por qué les cuesta tanto controlar sus emociones?

Pues, fíjate, si sabemos un poco cómo funciona el cerebro, cómo se desarrolla y cuáles son las partes del cerebro que están más activas en los niños, en la etapa de la niñez, en la adolescencia y en la etapa adulta, podemos comprender esto. Claro, cuando nuestros hijos son pequeños, es muy habitual que tengan estos momentos de rabieta, de no querer comprender las cosas. Algunas claves que nos da el cerebro serían las siguientes: Cuando los niños son pequeños, sobre todo, si dividimos el encéfalo en dos grandes partes, hablaríamos de un cerebro inferior y de un cerebro superior. El cerebro inferior es el que tienen más activo nuestros niños pequeños, los niños de la etapa de infantil, entre cero y seis años, aproximadamente, y es un cerebro muy impulsivo, es un cerebro muy caliente y de ahí el nombre de cerebro inferior o cerebros calientes, que se mueve principalmente por necesidades, y este es el cerebro de la supervivencia.

Donde está codificado todo lo que tiene que ver con sobrevivir, por eso metemos ahí las necesidades. Los niños pequeños tienen muy activo este cerebro porque aún no les hemos dado tiempo suficiente, porque el desarrollo del cerebro es algo muy a largo plazo, ni les hemos dado tiempo para que se desarrolle suficientemente bien su cerebro, ni aún tienen las estrategias adecuadas como para poder ponerlas en marcha. Entonces aparecen muchas rabietas. En el momento en que aparece una rabieta, se activa el cerebro inferior, y esto ya lo describió Joseph Ledoux hace muchos años.

Cuando él hablaba del “secuestro de la amígdala” o “secuestro de la emoción”. Lo que ocurre ahí a nivel neurobiológico es que se está disparando una emoción, en el caso concreto de, por ejemplo, una rabieta, lo que ocurre es que las amígdalas cerebrales están hiperactivadas, están liberando tanto adrenalina como cortisol. La adrenalina me invita a la acción, como bien sabes, y por eso aparece la pataleta, aparece el grito, aparece el reto constante y luego el cortisol se ubica en corteza prefrontal, que es la parte que nos permite ser conscientes y pensar, pero el cortisol, que es conocida como la hormona del estrés, nos impide pensar. Por lo tanto, es como si nuestros hijos se convirtieran en una emoción andante.

¿En qué momento los niños pasan de ser dependientes emocionalmente a ser un poco más autónomos? ¿Les podemos ayudar en esto?

Partimos de la base de que, en los mamíferos, como especie altricial que somos, venimos a este mundo muy inmaduros, lo cual nos convierte en dependientes. Y esta dependencia es algo que tenemos que ir resolviendo con el paso de los años. Entonces, como tú decías, vale, cómo hacemos para un neonato, un chiquitín de pocos meses, que es inmaduro, y por tanto es dependiente para que el día de mañana sea una persona autónoma, es decir, con capacidad de hacer las cosas por sí mismos, con la capacidad de poder pedir ayuda a los demás, que esto es fundamental, siendo empático, siendo resolutivo, siendo consciente de cuáles son sus fortalezas, cuáles son sus limitaciones, entender que el error también es parte de un proceso de aprendizaje. ¿Cómo hacemos, digamos, ese viaje? Bueno, pues el viaje es sano, pasar de la dependencia a la autonomía, se llama buenos tratos. Es verdad que hablamos muchísimo de los malos tratos y desde luego que es importante que sigamos denunciando todas estas situaciones de negligencia, de abuso y de maltrato.

Si queremos que el día de mañana nuestros hijos tengan esa capacidad de regularse emocionalmente, que sean capaces de tomar decisiones, que sean capaces de ser empáticos, que sean capaces de planificarse, de concentrarse, de hacerse cargo de la gestión de sus impulsos, de sus emociones, de lo que les gustaría hacer en ese momento, pero a lo mejor no deben. Esto es siempre un proceso que se tiene que hacer desde fuera. Y entonces aquí me gusta hablar de los tres pasos en los cuales al final conseguiremos que nuestros hijos sean capaces de autorregularse. El primer paso por el cual tenemos que pasar es que nosotros como adultos seamos capaces de autorregularlos.

Es decir, la capacidad de autorregulación es que yo sea capaz de identificar qué emoción estoy experimentando, que sea capaz de permitirme esa emoción, es decir, qué es lo que ha ocurrido para que yo me sienta triste, para que yo sienta miedo, la emoción que sea. Y luego que yo pueda tener estrategias para poder autorregularme, que yo pueda reducir ese miedo, que pueda reducir esa rabia. Si yo soy capaz de autorregularme, voy a estar en disposición de pasar a la segunda fase. Y en esa segunda fase, que esta es la más larga de todas, requiere que el adulto sea capaz de regular las emociones de su hijo.

¿Qué podemos hacer para reducir la rabia? ¿Qué podemos hacer para reducir los celos? ¿Qué podemos hacer para para llevar a cabo un duelo sano? ¿Cómo podemos gestionar la tristeza de una manera sana? Si en este proceso, que decíamos que dura muchos años, en la cual yo te permito a ti las emociones, donde yo me hago cargo de tu mundo emocional, donde yo te regulo a ti, si esto lo vamos haciendo de una manera constante a lo largo del tiempo, pasaremos ya a la tercera fase, que es en la cual el niño, que ya no es niño, que ya como mínimo es adolescente, si no adulto, va a tener capacidad de autorregulación emocional, con lo cual cerramos el ciclo. Es decir, todo se inicia en que mamá y papá tenemos la capacidad de autorregular, para que haya una segunda fase donde yo te vaya enseñando a regular tus emociones, para que, en un tercer paso, tú ya seas capaz de autorregularte y, por tanto, que tú también seas capaz de heteroregular a la gente de tu entorno, a tus hijos, a tu pareja. Y ese es el ciclo que se cierra.

¿Qué pasa, que los bebés no nacen con el cerebro formado?

Pues fíjate, a diferencia de otros animales, como son los reptiles, que nacen ya con un cerebro ya determinado y, de hecho, son independientes, ya son autónomos desde el momento del nacimiento, en cambio, en el caso del ser humano es todo lo contrario. El reptil tiene muchísimos instintos y tiene muy poca capacidad de aprendizaje, y nosotros todo lo contrario, tenemos muy poquitos instintos, pero lo que nos permite este cerebro tan inmaduro es la gran capacidad que tenemos de aprender. Entonces, fíjate, Amaya, el cerebro de los neonatos se desarrolla siempre en tres direcciones. Una primera dirección que tiene que ver con que el cerebro se desarrolla de las zonas traseras a las zonas delanteras.

Las zonas traseras del cerebro tienen que ver con las zonas más sensitivas, más de percepción visual, percepción auditiva, táctil, y las zonas delanteras tienen que ver más con la motricidad. Eso sería la primera dirección, la segunda dirección tiene que ver con que el cerebro se desarrolla de partes bajas a partes altas, anatómicamente hablando, diríamos, del subcórtex al neocórtex. Y la tercera dirección tiene que ver con que el cerebro se desarrolla de su hemisferio derecho al hemisferio izquierdo. El hemisferio derecho, que como bien sabes, es más emocional, es no lingüístico, y el hemisferio izquierdo, que es más lingüístico, más racional y que tiene que ver con el autocontrol. De hecho, la relación que establecemos las madres y los padres con nuestros hijos recién nacidos y de pocos meses es una relación, sobre todo, emocional.

Es una relación que no tiene que ver tanto con el autocontrol ni con el lenguaje, sino que es más no verbal. Son las tres direcciones que no es que se vayan dando primero una, luego otra y luego las demás, sino que se dan las tres, las tres a la vez. Claro, nosotros como madres y como padres tenemos que ir permitiendo, tenemos que ir fomentando que se vaya produciendo este desarrollo de una manera sana. Si somos capaces de ir fomentando este desarrollo, vamos a conseguir que el día de mañana este chiquitín, cuando sea adulto, va a tener la capacidad de autorregularse emocionalmente, va a tener la capacidad de hacerse cargo de sí mismo. Y siempre me gusta decir que la autorregulación emocional es, si queremos buscar una fórmula matemática, es la combinación o la unión entre lo que es la integración vertical con la integración horizontal, y esto ¿Qué es?

Rafa, yo tengo dos niños, una de cinco años y otro de tres, que están en un momento de rabietas incontrolables. ¿Por qué les cuesta tanto controlar sus emociones?

Pues, fíjate, si sabemos un poco cómo funciona el cerebro, cómo se desarrolla y cuáles son las partes del cerebro que están más activas en los niños, en la etapa de la niñez, en la adolescencia y en la etapa adulta, podemos comprender esto. Claro, cuando nuestros hijos son pequeños, es muy habitual que tengan estos momentos de rabieta, de no querer comprender las cosas. Algunas claves que nos da el cerebro serían las siguientes: Cuando los niños son pequeños, sobre todo, si dividimos el encéfalo en dos grandes partes, hablaríamos de un cerebro inferior y de un cerebro superior. El cerebro inferior es el que tienen más activo nuestros niños pequeños, los niños de la etapa de infantil, entre cero y seis años, aproximadamente, y es un cerebro muy impulsivo, es un cerebro muy caliente y de ahí el nombre de cerebro inferior o cerebros calientes, que se mueve principalmente por necesidades, y este es el cerebro de la supervivencia.

Donde está codificado todo lo que tiene que ver con sobrevivir, por eso metemos ahí las necesidades. Los niños pequeños tienen muy activo este cerebro porque aún no les hemos dado tiempo suficiente, porque el desarrollo del cerebro es algo muy a largo plazo, ni les hemos dado tiempo para que se desarrolle suficientemente bien su cerebro, ni aún tienen las estrategias adecuadas como para poder ponerlas en marcha. Entonces aparecen muchas rabietas. En el momento en que aparece una rabieta, se activa el cerebro inferior, y esto ya lo describió Joseph Ledoux hace muchos años.

Cuando él hablaba del “secuestro de la amígdala” o “secuestro de la emoción”. Lo que ocurre ahí a nivel neurobiológico es que se está disparando una emoción, en el caso concreto de, por ejemplo, una rabieta, lo que ocurre es que las amígdalas cerebrales están hiperactivadas, están liberando tanto adrenalina como cortisol. La adrenalina me invita a la acción, como bien sabes, y por eso aparece la pataleta, aparece el grito, aparece el reto constante y luego el cortisol se ubica en corteza prefrontal, que es la parte que nos permite ser conscientes y pensar, pero el cortisol, que es conocida como la hormona del estrés, nos impide pensar. Por lo tanto, es como si nuestros hijos se convirtieran en una emoción andante. A veces decimos: “No reconocemos a nuestros hijos, fíjate cómo se ha puesto”. Y eso tiene que ver con el secuestro de la amígdala. Lo que necesitan nuestros hijos pequeños cuando están en ese momento de secuestro amigdalar, cuando están en ese momento de tanta rabia, es que les permitamos, primero, que legitimamos y permitamos su emoción y que, mediante la calma, la paciencia, que vayamos, poquito a poco, permitiéndoles que vayan recuperando.

¿Hay diferencia entre atención y concentración?

Sí, lo que pasa es que habitualmente los utilizamos como sinónimos, pero si queremos rizar el rizo son diferentes. La capacidad de atención es una habilidad que tenemos todos los animales, ya no digo los mamíferos, sino todos los animales. La atención se pone en marcha cuando es el estímulo quien, por lo novedoso que es, capta mi atención. Sin ir más lejos, ayer iba dando una vuelta con mi mujer por la calle y de repente un estímulo que captó mi atención, y es que iba paseando una pareja con una cotorra en el hombro. Entonces, quiera o no quiera, es el estímulo, en este caso la cotorra, quien capta mi atención. Yo no decido voluntariamente voy a centrarme en la cotorra, sino que es la cotorra la que llama mi atención por lo novedoso, por lo distinto de la situación. Entonces, la atención es un proceso que está en los cerebros inferiores, concretamente, en la formación reticular, que lo que hace es que se activa cuando hay un estímulo que pone en marcha un proceso que tiene que ver con la supervivencia.

Por lo tanto, tanto los bebés, como los niños, como el resto de primates, como incluso los reptiles, tienen su capacidad de atención intacta, salvo que haya alguna lesión. En cambio, la concentración es una función ejecutiva y por tanto se tiene que entrenar. Yo no tengo que enseñarle a mi hijo, ni siquiera mi hijo neonato, cómo tiene que poner en marcha su atención, porque esto es algo con lo que ya nacemos. Pero la concentración es una función ejecutiva, por tanto, la primera es algo con lo cual nacemos, que es innata, pero la concentración es aprendida, por eso tenemos niños que tienen dificultades para concentrarse, no para prestar atención.

Yo siempre digo que incluso los TDH, los niños con trastornos de déficit de atención, con hiperactividad, no tienen problemas en la atención, si acaso, tienen problemas en la concentración y, por tanto, como es una función ejecutiva, no solamente es que se pueda, sino que se debe estimular. A diferencia de la atención, la concentración es un proceso que yo busco, es decir, que es consciente y que es voluntario. Yo decido voluntariamente concentrarme en estudiarme el tema seis de sociales, algo que parte de mí. Entonces, en la atención, el estímulo viene de fuera, es quien me capta y en la concentración soy yo quien voluntariamente busco el concentrarme en ese estímulo. Y esa concentración se puede ver a muchas cosas.

Es posible que yo decida ponerme a estudiar durante dos o tres horas porque tengo un examen y porque me gustan mucho las Sociales, pero a lo mejor me concentro, que lo hago de manera consciente y de manera voluntaria, porque es que este fin de semana tengo un cumpleaños y no quiero que mis padres se enfaden conmigo y me dejen sin ese cumpleaños. Da igual la motivación que sea, o porque me quiera quitar de encima el examen, lo que sea, pero el caso es que yo, voluntariamente, conscientemente, decido buscar el estímulo. Esa es la diferencia entre atención y concentración.

Para terminar, Rafa, te quería preguntar sobre la autoestima, que yo creo que es un tema que nos preocupa a bastantes padres. ¿Cómo podemos conseguir desarrollarla?

Bueno, el concepto de autoestima es algo confuso porque parece que esto de autoestima es como que uno, cuando llega la etapa adulta, bueno, pues tiene que deliberar consigo mismo si va a tener una buena o una mala autoestima. Y tiene que ver con mamá y con papá en un porcentaje muy importante, con las experiencias que hemos vivido de pequeños. Entonces, si mamá y papá se hacen cargo de que una de sus funciones principales consiste en cubrir sus necesidades es bastante probable que el día de mañana este niño tenga una buena autoestima. ¿Por qué? Porque al tener yo necesidades como niño pequeño y mamá y papá, ser responsivo, ser sensible, ser empáticos y ser responsivos, me las van cubriendo, el mensaje que estamos trasladando a nuestros hijos es “yo soy importante, yo soy digno de ser querido”. Todo lo contrario que, si esas necesidades no son cubiertas. Entonces, cuando hablamos de autoestima, yo creo que hay dos conceptos que son muy relevantes.

Por un lado hablamos de las expectativas y, por otro, hablamos de las atribuciones. Las expectativas son las metas o los objetivos que ponemos a nuestros hijos. Es importante que esas metas que les pongamos a nuestros hijos sean alcanzables, que requieran de un poquito de esfuerzo, sí, pero que no sean objetivos que sean inalcanzables o que no sean objetivos que sean muy sencillos y que ya estén conseguidos para los niños. Lev Vigotsky, que era un autor soviético, hablaba de la zona de desarrollo próximo.

Entonces, si el niño está en este nivel en la habilidad X, la zona de desarrollo próximo consiste en poner un objetivo que esté un poquito por encima del punto en el que estamos. Eso implica que para que el niño consiga esa destreza, que seguramente no lo consiga ni a la primera, ni a la segunda, ni a la quinta, tiene que hacer un esfuerzo grande de ir alcanzando ese objetivo. Eso por un lado, que los objetivos sean alcanzables. Y, en segundo lugar, las atribuciones que hacemos. En ocasiones, mamá y papá, con muy buena intención, hacemos atribuciones que no son nada coherentes y que son muy poco empoderantes. Y entonces, tú imagínate una niña que, con todo su esfuerzo en la etapa de primaria, con ese sacrificio y con esa perseverancia, está llegando a casa con notas como sietes, ochos y nueves.

Entonces mamá y papá le dicen: “Bueno, pues bien, está bien, pero ¿y por qué no un 10?”. Entonces constantemente está recibiendo ese mensaje de: “Un siete, un ocho, no está mal, pero debería ser un diez”. Fíjate cómo, al final, ante una misma situación, cómo se pueden dar esas atribuciones diferentes, cómo unos papás ante esas mismas notas de su hijo o de su hija, pueden decir fantástico, estupendo, no solamente por el ocho, sino sobre todo por el esfuerzo y el sacrificio que has llevado a cabo. Es más importante valorar lo que son los procesos, lo que es el sacrificio, la perseverancia, la lucha, que son valores muy importantes en nuestra sociedad, y no tanto el resultado. Pero esta niña que está recibiendo un: “Bueno, no está mal, pero ¿por qué no el diez?” O: “Debería sacar dieces constantemente”, desde luego que su autoestima se va a ver muy afectada por las atribuciones que están haciendo mamá y papá, sin lugar a dudas.

Esta entrevista fue publicada por el grupo BBVA: bbva.com

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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