Una nueva forma de hacer psicología



Las consecuencias de dejar llorar al bebé para su cerebro

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El método Estivill se ha puesto de moda. De hecho, muchos padres están siguiendo las pautas que propone este médico en su libro “Duérmete niño”, en el cual se afirma que este método para lograr que los pequeños duerman solos tiene una eficacia del 80%. Sin embargo, lo que muchos padres desconocen es que la vía para lograr este objetivo, dejar que el niño llore, no es la más adecuada, ya que puede producir daños a nivel cerebral. ¿Qué propone el método Estivill? En realidad, este método fue ideado en 1985 por el pediatra estadounidense Richard Ferber, director del Centro Pediátrico para los Trastornos del Sueño del Hospital Infantil de Boston. Sin embargo, en España ha sido popularizado por el doctor Eduard Estivill. Este método para lograr que los niños duerman solos, también denominado llanto controlado, se basa en el principio de extinción gradual que propone la educación conductista. Según su creador, los niños están preparados para dormir solos alrededor de los 4 o 6 meses de edad, por lo que los padres deben limitarse a crear una rutina relajante antes de que el niño vaya a la cama, y luego deben dejarlo solo en la habitación mientras aún esté despierto. Cuando el niño comience a llorar, los padres pueden acudir pero solo pueden consolarle durante un corto periodo de tiempo y no deben cogerle en brazos. De hecho, se aconseja hablarle con voz tranquila pero a cierta distancia. También se recomienda que el bebé use un chupete o tenga un peluche para que se sienta seguro y concilie el sueño más rápido.

Esa rutina se conoce como “espera progresiva” ya que los padres deben ir espaciando el tiempo de espera antes de acudir al llanto del bebé. El primer día deben atender al niño después de 1 minuto, hasta postergar la espera por 5 minutos. Al séptimo día, la primera espera es de 13 minutos y las últimas de 17 minutos.

El propio Estivill afirma que el secreto radica en la constancia, en la capacidad de los padres para resistir el impulso de acudir inmediatamente al escuchar el llanto del bebé. También alerta de que el pequeño puede vomitar, pero lo hará para llamar la atención, por lo que los padres deben limitarse a limpiarle y no interrumpir la aplicación del método.

Sin embargo, lo cierto es que el vómito está provocado por los niveles elevados de cortisol y serotonina. De hecho, cuando el bebé  llora aumentan los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y para contrarrestarlos se liberan otras sustancias, como la serotonina y los opiáceos, que son las que hacen que el bebé caiga rendido y se duerma. Por tanto, en realidad el pequeño no se duerme porque ha aprendido, sino porque está agotado debido al estrés.

Por otra parte, se ha apreciado que enseñar a los bebés a dormir solos en realidad no incrementa su autonomía sino todo lo contrario, estos pequeños se convierten en niños más dependientes y demandantes ya que sus necesidades iniciales de apego no fueron satisfechas adecuadamente.

El llanto afecta al desarrollo cerebral y puede provocar daños de por vida

La ciencia ha desvelado que cuando los bebés lloran y no se atiende su llamada, experimentan un estado de ansiedad y pánico que provoca que su cerebro se inunde de adrenalina y cortisol, las hormonas del estrés. El problema es que cuando el cerebro en pleno desarrollo se expone a estas hormonas durante periodos de tiempo prolongados, se afectan las conexiones entre neuronas.

No podemos olvidar que el cerebro de un bebé de pocas semanas de vida apenas tiene conexiones neuronales pero al final de ese año prácticamente habrá triplicado su tamaño, aunque será imposible determinar cuántas neuronas no se han conectado debido al estrés sufrido.

De hecho, se ha apreciado que los bebés que son separados de forma estresante de sus padres con frecuencia presentan niveles anormalmente altos de cortisol, así como niveles muy bajos de la hormona del crecimiento. Este desbalance hormonal inhibe el desarrollo de algunos tejidos cerebrales, retarda el crecimiento y afecta el sistema inmunitario. A esto se le suma que el llanto prolongado aumenta la presión sanguínea en el cerebro, obstruye el flujo de sangre y disminuye la oxigenación.

En este sentido, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale han descubierto que el estrés intenso a edades tempranas puede afectar el sistema de neurotransmisores del cerebro causando cambios a nivel funcional y estructural similares a los que se aprecian en los cerebros de las personas adultas con depresión.

Psicólogos de la Universidad Estatal de Pennsylvania también han descubierto que cuando los bebés lloran excesivamente durante sus primeros meses de vida tienen más dificultades para controlar sus emociones y se muestran más difíciles de consolar a los 10 meses. Es probable que esta deficiencia se deba a que no se activaron los genes para el control de la ansiedad, los cuales tienen un periodo sensible de aproximadamente 10 meses a partir del nacimiento.

Por otra parte, un estudio realizado en la University of Hertfordshire desveló que los bebés que sufren episodios de llanto frecuentes tienen 10 veces más probabilidades de desarrollar TDAH durante la infancia, así como conductas antisociales y obtener malos resultados académicos. Esto se debe a que el  estrés crónico sobreestimula el tallo cerebral, una parte del cerebro que participa en la liberación de adrenalina, mientras que las zonas del cerebro encargadas de analizar los estímulos emocionales quedan subestimuladas, por lo que el niño desarrolla un sistema nervioso hiperactivo que segrega constantemente adrenalina. Por eso, estos pequeños pueden mostrar conductas más impulsivas y agresivas.

Las investigaciones también han desvelado que el ignorar el llanto de los bebés afecta negativamente al desarrollo de sus habilidades sociales e intelectuales. Una investigación realizada en el National Institute of Health encontró que cuando los niños lloran de manera prolongada sin ser consolados durante sus primeros tres meses de vida, pueden perder una media de 9 puntos en el CI a los 5 años.

No obstante, uno de los estudios más concluyentes sobre el efecto del llanto en el cerebro fue realizado recientemente por investigadores de la University of North Texas. Estos psicólogos estudiaron a 25 bebés de entre 4 y 10 meses, algunos de los cuales fueron sometidos a un entrenamiento de sueño de cinco días, en el que se les dejaba llorar. Curiosamente, al tercer día los bebés lloraban menos y se dormían antes, pero aún así sus niveles de cortisol eran elevados, lo cual significa que seguían físicamente estresados.

¿Qué deben hacer los padres?

Es importante que los padres sean conscientes de que los primeros años de vida son un periodo sensible para que el niño establezca un apego seguro y desarrolle la confianza. Si las necesidades del bebé son satisfechas, aprenderá que el mundo es un lugar seguro y que puede confiar en las personas que están a su alrededor.

Al contrario, si no se atiende el llanto del bebé, este crecerá creyendo que el mundo es un lugar hostil y desarrollará un sentimiento de desconfianza. Dejar a los bebés llorar para que aprendan a dormir solos no los hará más independientes sino que contribuirá a generar ansiedad, dependencia y hasta agresividad, además de inhibir el desarrollo de la inteligencia y de sus habilidades sociales. Recuerda que el llanto del bebé no es una forma de manipulación, es la expresión de una necesidad que debe ser satisfecha.

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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