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Lucía Galán: “Los hijos recuerdan momentos, no horas con sus padres”

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“No quiero dar una imagen de madre perfecta a mis hijos; no quiero que ellos me vean como una mujer inquebrantable. ¿Por qué? Porque cuando pasen los años y ellos salgan ahí fuera, al mundo real, y tengan su primera caída, su primer fracaso, no quiero que se vengan abajo pensando: ‘Qué decepción. Mi madre aquí nunca se hubiese caído, porque mi madre era perfecta’”.

Lucía Galán Bertrand es pediatra, escritora, madre y conferenciante, más conocida como ‘Lucía Mi Pediatra’, Premio Bitácoras al mejor blog de Salud e Innovación Científica 2015 y Premio Mejor Divulgadora de España por la Organización Médica Colegial 2018. Ha publicado, entre otros libros, los títulos ‘Lo mejor de nuestras vidas’,

‘Eres una madre maravillosa’, ‘El viaje de tu vida’ y ‘Cuentos de Lucía Mi Pediatra’. Recientemente ha sido nombrada miembro del Comité Asesor de UNICEF y ha convertido la pediatría en materia de debate con base científica a través de las redes sociales. Su labor divulgadora no se limita a informar sobre mitos de la salud, virus y fiebre, antibióticos y vacunas, sino también educación emocional.

Desde rabietas y frustraciones a educar en la empatía y la cooperación: “No hay tercer mundo, ni primer mundo. Todos pertenecemos a este mundo y es nuestra responsabilidad dejarlo un poco mejor de lo que lo hemos encontrado”, concluye.

Hola, Lucía. Soy Adelaida. Tengo la suerte de ser mamá de dos niñas de cinco y siete años. Cuando yo me quedé embarazada, una de las primeras dudas que me surgieron fue: «¿Lo haré bien?». O incluso hoy en día: «¿Lo sigo haciendo bien?». ¿Cómo se puede resolver esa duda? ¿Crees que esa pregunta tiene respuesta?

“Los hijos recuerdan momentos, no horas con sus padres”

Pues mira, yo creo que la respuesta es: desprendiéndonos de esa carga, de esa responsabilidad, de esa pesadez, a veces, que tenemos de ser padres perfectos. Yo creo que cuando te quedas embarazada, cuando ves la línea en el Predictor, positiva, probablemente ese sea uno de los momentos más bonitos y más dulces de la vida en pareja.

Todos lo recordamos como algo especial. En ese momento, que tiene mucho de fantasía, tú te imaginas que vas a tener un bebé perfecto, que tu relación de pareja va a ser perfecta, que tu vida va a ser perfecta. Miras a tu pareja y dices: «Cariño, ¿qué puede salir mal? Si es que lo tenemos todo». Con los años, aprendes que la vida improvisa, que tú puedes programar tu vida pero ella lleva su curso, que muchas veces no coincide con el nuestro. Y que la perfección no existe.

Es más, yo no quiero dar esa imagen de madre perfecta a mis hijos. Yo no quiero que ellos me vean como una mujer inquebrantable y perfecta. ¿Por qué? Porque cuando pasen los años y ellos salgan ahí fuera, al mundo real, y tengan su primera caída, su primer tropezón, su primer fracaso, lo que no quiero es que se vengan abajo pensando:

«Qué decepción. Mi madre aquí nunca se hubiese caído porque mi madre era perfecta». Yo intento y me esfuerzo en mostrarles a mis hijos… Pues como soy, una mujer real, imperfecta. «Maravillosamente imperfecta», les digo, porque, realmente, esa imperfección no nos hace ser peores padres. Nuestros niños no necesitan padres perfectos, necesitan padres que estén, que estén con ellos incondicionalmente. Y para eso no hace falta ser perfectos.

Lo que pasa es que sí que es verdad que el ritmo de la vida que tenemos últimamente… Que si les llevamos al cole, si vamos al trabajo, que si volvemos… Vamos de un lado para otro. Yo, particularmente, a mí me gusta pararme y enseñarles a disfrutar del día a día y del momento. Pero sí que me encuentro con padres que a veces se sienten culpables por no pasar el tiempo suficiente con ellos. ¿Cómo…? ¿Qué consejos les darías?

A ver, el sentimiento de culpa yo creo que es la asignatura pendiente, hoy en día, de todos nosotros. Yo descubrí el sentimiento de culpa casi en el mismo momento en el que llegué con mi primer hijo a casa, recién daba a luz. Ese posparto, ese gran desconocido para el que nadie te prepara.

Tú estás ahí con un bebé, son todos miedos, son todo preguntas, son todo dudas. Fíjate, yo ya era pediatra, pero nadie me había hablado del posparto. Todo el mundo estaba celebrando el feliz acontecimiento, menos yo.

Yo estaba abatida, estaba exhausta, me entraban ganas de llorar. Y como nadie me había contado esto, pues me sentía terriblemente culpable. Y culpable por doble partida. Por un lado, como mujer, como madre, de decir: «Pero esto es lo que tanto han hablado, de la maternidad, y yo me siento aquí como… No sé, como que no lo estoy haciendo bien».

Como por parte desde el punto de vista de mi profesión, de pediatra. Nadie me había hablado del posparto ni en la facultad, ni en las prácticas, ni siquiera yo me había dado cuenta de ese impacto emocional que generaba en los padres cuando por primera vez tenían a su bebé.

Y entonces me sentí en un vacío en el que pensé: «Hace falta hablar de esto». Porque, realmente, son unas semanas tan difíciles y tan duras. Posteriormente va pasando el tiempo.

Como suele ocurrir en la vida, todo se va recolocando y vas encontrando el sentido a las cosas que te suceden. Pero aun así, el sentimiento de culpa es algo que, sobre todo las mujeres, siempre arrastramos.

Yo he descubierto que a mí el sentimiento de culpa no me sienta bien. Yo, cuando me miro al espejo y me siento culpable, me veo fea, oscura, gris, gruñona. ¿Y esa es la imagen que les regalo a mis hijos todas las mañanas cuando se levantan?

Entonces, llegó un momento en el que en el que dije: «Ya está bien, basta. No quiero regalarles esto a mis hijos. No es la imagen que yo quiero darles a ellos». Así que decidí convertir mi culpa en ejemplo. ¿Y esto qué quiere decir? Pues que para mí es inspirador que mis hijos vean que tienen una mamá que le gusta su profesión, que viene contenta de trabajar, que habla bien de su trabajo, ¿sabes? Me cansa un poquito este lamento continuo en el que vivimos.

Parece que estamos todo el rato quejándonos, todo el rato lamentándonos. Y no nos damos cuenta de que nuestros hijos nos están observando y escuchando todo el día. Para mí es inspirador que mis hijos me recuerden dentro de unos años como una mamá que, además de ser mamá, tenía una profesión que le apasionaba.

Porque, realmente, lo que necesitamos en esta vida son niños que se dediquen en un futuro a cosas que les apasionan, que les mueven.

Ahí es donde realmente puedes ser bueno, cuando haces algo que realmente te gusta. Así que hago ese pequeño esfuerzo, ese pequeño ejercicio personal antes de entrar por la puerta de casa y elegir pequeñas anécdotas que me han pasado a lo largo del día para contarles a mis hijos y transmitirles también esa pasión por lo que uno hace.

“Preparamos a nuestros hijos para los aplausos, no para las equivocaciones”. Lucía Galán

“Yo descubrí el sentimiento de culpa en el posparto, ese gran desconocido para el que nadie te prepara”

Lucía, estabas hablando de que cuando volviste con el bebé a tu casa te encontraste con esa sensación, la depresión posparto, con sentimientos que no sabías por dónde empezar a expresarlos o conocerlos. ¿Dónde crees tú que podemos las mujeres que estamos en esa situación empezar a buscar herramientas?

Pues yo creo que todo se basa en la educación, en los mensajes que nosotros transmitimos, ya no solo a las personas de igual a igual que están a nuestro alrededor, sino a las generaciones que vienen detrás. Yo, vamos, voy a invertir todos mis esfuerzos en que esto no le pase ni a mi hija ni a mi hijo.

Porque los papás tampoco reciben información y entran como un elefante en una cacharrería. De repente ven a su mujer, que se supone que tiene que estar feliz porque el bebé está bien, porque todo ha salido más o menos bien, pero se encuentra a una mujer triste, cansada, que se queja, irascible, parece que no es ella.

Entonces, todo esto genera unos conflictos entre papá y mamá los primeros meses que parece que es antinatural, porque dices: «Es el momento más feliz de nuestras vidas». Pues no lo es justo al principio. Hasta que las piezas del puzle empiezan otra vez a encajar, a veces pasan semanas o meses. Y esto es una información que no nos llega.

Ni siquiera me llegó a mí, siendo pediatra, y me frustró mucho, y me enfadé mucho. Y me enfadé con mis profesores, y me enfadé con mis adjuntos veteranos, y me enfadé con mis amigas, y me enfadé incluso con mi madre, con la que tengo un vínculo emocional intensísimo, y le dije:

«Pero mamá, ¿cómo no me advertiste de esto?». Y recuerdo perfectamente esa conversación. Yo estaba en la habitación, tenía la casa llena de visitas, estaba con el bebé enganchado al pecho, estaba llorando a moco tendido porque me encontraba fatal y no sabía a quién se lo podía decir. Y entonces, en ese momento, entró mi madre a la habitación a buscar un mantel, porque para las madres es muy importante un mantel bonito para las visitas. ¿Verdad? Y me vio llorando y me dijo: «Pero cariño, ¿qué te pasa?». Y le digo: «Mamá, ¿qué me pasa? No sé lo que me pasa, dímelo tú».

Y entonces se sentó a mi lado, me besó la frente y me dijo: «Amorín, esto es el posparto. Tranquila que pasará». Y efectivamente, pasó. Con el segundo lo vives diferente. ¿Por qué? Porque ya sabes a dónde vas, porque ya has pasado por ello, porque ya has sentido todo aquello.

Con lo cual yo intento trasladar este mensaje a los papás que vienen que están esperando su primer bebé, que nadie les ha contado del posparto. Y yo creo que es responsabilidad de todos contar esto a nuestros hijos.

Para que, por lo menos, cuando llegue, no se sientan bichos raros. Porque el hecho de sentirse reconocido, de saber que no eres el único, ya es un gran consuelo. Y esto se consigue a través de la generosidad de compartir este tipo de experiencias. Que no es lo más bonito de la maternidad, que siempre tendemos a compartir lo bonito, lo alegre, lo maravilloso.

Pero esto también forma parte de la maternidad y de la paternidad, y genera mucha culpa, y genera mucho miedo, y genera mucha tristeza, y no es justo que pasemos esos primeros meses de crianza metidos así, en esa burbuja, pensando que nos está pasando algo, cuando lo normal es que casi todas las parejas pasen por esa situación.

Esta entrevista fue publicada por BBVA: aprendemosjuntos.bbva.com

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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