Una nueva forma de hacer psicología



¿Por qué existen tabúes para ir al psicólogo?

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¿Qué tipos de prejuicios tienen los pacientes sobre la terapia? ¿Cuál es la diferencia entre un prejuicio, un estereotipo y tabú? ¿Qué puede hacer el psicólogo en consulta si su paciente presenta prejuicios hacia él? ¿Por qué mucha gente cree que los psicólogos estamos locos? ¿Qué podemos hacer los psicólogos para cambiar la idea que tiene la sociedad sobre nosotros y nuestro trabajo? ¿Qué decirle al paciente que cree que su problema no es tan grave? ¿Cómo explicar que los psicólogos no damos consejos? En líneas generales, la decisión de acudir a un psicólogo sigue presentando muchas más barreras que en el caso de acudir a cualquier otro profesional de la salud. ¿Por qué? Porque el dolor o malestar psicológico no suele ser tenido en cuenta de la misma forma que el dolor físico (si se me permite esta distinción, que es mucho más didáctica que real). Además, solemos tener una ilusión de control cuando pasamos por momentos de dificultad emocional y tendemos a creer que, o bien podemos hacerles frente sin ningún tipo de ayuda, o bien que el mero paso del tiempo suavizará el dolor o malestar.

Sin contar con que a día de hoy se sigue produciendo una asociación entre la profesión de la Psicología y un cierto misticismo a la hora de llevar a cabo un tratamiento psicológico, seguramente debido a la falta de conocimiento acerca de cómo se evocan cambios desde la terapia psicológica y un más que evidente intrusismo laboral.

¿Por qué existen tabúes a la hora de ir al psicólogo?

Los tabúes, por lo general, son prohibiciones construidas socialmente a través de prejuicios que están extendidos y son de conocimiento público. Gracias a la Psicología Social sabemos qué es un prejuicio y cómo funciona. De hecho, cabría distinguir entre el estereotipo (dimensión cognitiva), el prejuicio (dimensión emocional) y la discriminación (dimensión conductual). En el caso de los tabúes a la hora de ir al psicólogo, el que tiene el rol principal es el estereotipo.

Los estereotipos son creencias generalizadas, frecuentemente simplificadas y que nos permiten categorizar la realidad de una forma muy simple y rápida. El problema es que la realidad suele ser más compleja de lo que un estereotipo nos permite apreciar. A la hora de acudir a un psicólogo, los estereotipos presentes son especialmente rígidos.

¿Cuáles son los prejuicios más frecuentes a la hora de acudir al psicólogo?

A continuación expongo algunos de los prejuicios más frecuentes que todo psicólogo puede encontrarse durante el trabajo con pacientes.

“Si vas al psicólogo es porque estás loco”

¿De verdad este prejuicio sigue manteniéndose en la realidad? Por desgracia, así es. Los psicólogos estamos sesgados al respecto porque solemos contar con la influencia directa de otros colegas de profesión que, en muchos casos, también forman parte de nuestro entorno social más cercano.

Pero, si obviamos las influencias del propio gremio, nos encontramos con que éste, el gran estereotipo de la terapia psicológica, está muy vivo. Se podría atribuir el que quienes tienen esta creencia no tienen un determinado nivel educativo, pero sería una atribución poco fiel a la realidad; esta creencia está tan extendida que trasciende de perfiles, inteligencia, nivel educativo o posición socio-económica.

Es fácil detectar cómo de presente está este prejuicio. Tan solo piensa en cuántas veces te han dicho tus amigos o conocidos que han ido o van a ir al psicólogo, en comparación con las veces que te han dicho que han ido a otro profesional a causa  de cualquier tipo de malestar o dolor.

“Si voy al psicólogo es porque tengo un gran problema”

La psicoterapia sigue siendo percibida como un recurso de urgencia, al cual se recurre una vez que hemos agotado algunas opciones, tales como consultar a amigos y amigas, leer libros de los denominados de “autoayuda”, consultar foros, etc. Por ello, está socialmente extendido que cuando vamos al psicólogo es porque el problema tiene una dimensión considerable y ya sí, toca hacerle frente a través de un profesional de la Psicología, ante el fracaso de las opciones ya agotadas.

“Lo que me sucede es una tontería, no merece la pena”

En la línea de lo anteriormente comentado, algunas personas suelen infravalorar su malestar emocional en comparación con  otro tipo de dolores físicos. Este estereotipo es un reflejo de la pobre, aunque a día de hoy más presente, sensibilización acerca de la salud mental y su repercusión sobre la calidad de vida.

“No me fío de los psicólogos”

El desconocimiento acerca del ejercicio de la psicología clínica o psicología general sanitaria también produce esta desconfianza. Así como cuando vamos a un fisioterapeuta no dudamos, a priori, de su capacidad, cuando vamos a un psicólogo se suele tener una sensación de incertidumbre y desconfianza ante lo que pueda o vaya a ocurrir en consulta. Se puede decir que existe un cierto miedo a lo desconocido cuando se va a consulta, especialmente si nunca antes se había acudido.

“Buscar un psicólogo es una tarea muy complicada”

Es posible que este estereotipo sea el más cercano a la realidad. Vivimos en la era de la sobreinformación en la que, a diferencia de épocas pasadas en las que a duras penas teníamos acceso a información alguna acerca de temas de índole psicológico, existe tal colapso de información que cuesta discriminar cuál es contrastada y/o válida y cuál no. Esto, evidentemente tiene su repercusión en la búsqueda de un profesional de la Psicología, ya que se nos presentan muchas opciones muy diferentes que, sin el conocimiento adecuado, no vamos a saber cribar.

“Para que alguien me dé consejos ya tengo a mis amigos”

Otro poderoso estereotipo es el asumir que un psicólogo es como una especie de gurú que, sin conocernos más que de una llamada telefónica (o ni eso), va a darnos consejos, tratando de adivinar nuestra circunstancia de vida, por compleja que sea, a modo de mentalista o adivino. Los psicólogos no se dedican a dar consejos, para eso, efectivamente, está la gente de nuestro alrededor, que nos conoce y sabe cuál es nuestra situación de una forma más o menos precisa pero que, sobre todo, tiene una vinculación afectiva que le permite aconsejar, cosa que un psicólogo o psicóloga ni tiene, ni debe tener.

“Yo no quiero que me manipulen”

Es verdad que el rol del psicólogo puede propiciar que se produzcan malas praxis en forma de persuasión o abusos de poder con los pacientes o clientes. De hecho, como en todas las profesiones, se producen malas praxis y una de las más frecuentes aquí es la de priorizar los intereses económicos del terapeuta sobre la salud mental del paciente, alargando en exceso los procesos terapéuticos o “recomendando” charlas, talleres o terapias de grupo que el mismo terapeuta imparte y que son remuneradas. Sin embargo, asumir que esto es lo normal sería un tremendo error. Más bien, encarna la parte de toda profesión contra la que se debe luchar.

“¿Y si me encuentro a algún conocido en la sala de espera?”

Aunque seguramente no sea la principal barrera a la hora de acudir a consulta, sí que es una situación a tener en cuenta. Este miedo a lo desconocido, presente en prácticamente todos los estereotipos a la hora de acudir a terapia, también se manifiesta en la situación de espera antes de entrar a la consulta. El paciente no suele conocer el protocolo o procedimiento a seguir cuando se entra a un centro o clínica de psicología hasta que se encuentra allí.

En tanto que estamos realizando un análisis de por qué la gente es más reticente a ir al psicólogo que a cualquier otro profesional, y es evidente que existen barreras que justifican esa reticencia, es muy comprensible que el paciente quiera proteger su intimidad y evite situaciones que cuenten con una probabilidad (mayor o menor) de ser visto por cualquier conocido o conocida.

¿Cómo manejar los tabúes asociados a ir al psicólogo dentro de la consulta?

Además de la responsabilidad social descrita con anterioridad, tenemos una responsabilidad ética y deontológica. Esta responsabilidad pasa por informar de forma clara, sencilla y comprensible a nuestros pacientes de absolutamente todos los aspectos de la terapia que necesitan conocer.

Con lo cual, como psicoterapeutas, sería muy interesante el poder identificar cada uno de los anteriormente mencionados estereotipos e ir neutralizándolos uno por uno.

“Si vas al psicólogo es porque estás loco”

Como terapeutas, podemos detectar si a nuestro paciente o cliente le incomoda la idea de que se le pueda colocar la etiqueta de loco. Si es así, nuestra labor consiste en el ejercicio de la normalización de nuestro servicio. Aquí va un ejemplo:

“Sé que mucha gente piensa que ir al psicólogo es para locos, pero eso es algo que está muy anticuado. A día de hoy se va al psicólogo por muchos motivos, incluso hay gente que acude a consulta sin tener un malestar especialmente significativo, sino porque sienten que hay algo en sus vidas que no va del todo bien, o que quieren mejorar en algún ámbito”.

De esta forma se reforzaría la idea de que ir al psicólogo es algo bastante común, incluso recomendable en muchas situaciones.

“Si voy al psicólogo es porque tengo un gran problema”

Ante este estereotipo, como terapeutas no deberíamos entrar a valorar qué es un gran problema y qué no lo es. La dimensión del problema nos la indicará nuestro paciente, y aquí no cabe ningún juicio moral. Es decir, si un paciente acude a consulta porque su mejor amiga no le ha invitado a su cumpleaños y eso le hace sentir profundamente triste, como terapeutas hemos de trabajar con su demanda, sin tratar de menospreciarla desde una posición moralmente superior.

En este sentido, relativizar la demanda de nuestros pacientes es una mala idea, porque podemos añadir un malestar extra al infundirle la idea de que “no debería sentirse así” porque hay problemas que tienen más importancia. Tampoco debemos juzgar el tiempo que el paciente o la paciente haya tardado en llegar a tomar la decisión de acudir a consulta. Nuestra función no es sermonear o reñir, sino trabajar con las dificultades de las personas que llegan a nuestra consulta.

“Lo que me sucede es una tontería, no merece la pena”

El que nuestros pacientes infravaloren cualquier evento de índole psicológico que les cause dolor no ha de ser alimentado por una respuesta catastrofista o alarmista, sino más bien realista. Por ejemplo:

Paciente: Todo el mundo pierde gente, es normal estar triste y aunque ya hayan pasado ocho años, estoy bien. Si que es verdad que no puedo apenas dormir y que cada vez que mis hijos hablan del tema les digo que se callen, pero yo creo que es algo normal que le pasa a la gente

Terapeuta: Es cierto que todos perdemos a seres queridos, pero no siempre resulta fácil, y a veces elaborar lo que llamamos el duelo, que es el proceso que tenemos que pasar cuando perdemos a alguien, se nos complica un poco más. En estos casos acudir a un psicólogo es buena opción porque quien haya tenido una pérdida va a poder expresar emociones que a lo mejor no ha podido expresar antes, además de contar con una serie de pautas para llevar este proceso lo mejor posible”.

Es decir, hemos de transmitir de una forma objetiva que ante una situación de malestar significativo, acudir al psicólogo va a contribuir a reducir el dolor o malestar o eliminarlo. También hemos de darle valor a la terapia y al método seguido, en tanto que se asume que es contrastado y presenta un nivel de eficacia alto.

“Buscar un psicólogo es una tarea muy complicada”

Esta creencia no se combate dentro de la consulta, pero sí podemos facilitar la búsqueda a los que pueden ser nuestros potenciales clientes o pacientes. ¿De qué forma? Dejando diametralmente claro qué formación tenemos, cuál es nuestro ámbito de actuación y, en la medida de lo posible, acreditándolo. Ya sabemos que aquel o aquella profesional que dice saber de todo realmente no sabe de nada. La Psicología es tan amplia que es imposible ser experto o experta en todas las áreas de la misma.

Además de ayudar a nuestros potenciales clientes o pacientes a encontrarnos (o encontrar al psicólogo adecuado), mostrar competencia en nuestro ámbito de actuación y realizar buen nuestro trabajo va a suponer el mejor aval posible, que es el de la recomendación boca a boca, incluso si nuestros servicios son ofrecidos a través de internet. No vamos a conseguir reducir el número de profesionales de la Psicología  que se anuncian a través de internet, pero sí que vamos a poder ayudar a cada persona que necesite terapia a cribar y elegir de una forma más sencilla.

Es especialmente importante la apariencia de nuestros espacios virtuales, ya sean una página web, perfiles en redes sociales o ambos. El aspecto que presenten generará la primera impresión acerca de nuestros servicios y, si realmente creemos que éstos son de calidad, hemos de crear una apariencia acorde con este nivel de calidad.

“Para ir a alguien que me dé consejos, ya tengo a mis amigos”

Aun a riesgo de ser reiterativo, los psicólogos no damos consejos. Cuando explicamos en qué consiste la terapia es necesario dejarlo claro. Además, también sería recomendable remarcar que si en un futuro acude a otro profesional y éste, sin un adecuado análisis del caso, empieza a darle consejos de carácter general, que se plantee si ese profesional es adecuado para llevar a cabo el pertinente tratamiento psicológico.

Para poder explicar esto de una forma adecuada, sería recomendable apelar al rol del psicólogo. Este podría ser un ejemplo:

“Como terapeuta, mi función es indagar en tu situación, principalmente a través de preguntas, para conocer cuál es tu estado y poder, si procede, recomendarte o sugerirte tareas para que las vayas realizando entre sesión y sesión. Pero esas tareas no son consejos; los consejos son opiniones que se dan a una persona al respecto de algún comportamiento futuro, como por ejemplo una decisión como dejar a tu pareja o seguir con ella. En ningún momento voy a darte consejos, sería poco ético e incluso poco respetuoso darte consejos cuando no te conozco de nada. Para eso estarían los amigos, que son una figura diferente a la de los terapeutas”.

“Yo no quiero que me manipulen”

En la línea de transmitir a nuestros clientes o pacientes una actitud proactiva y transparente, sería recomendable indicarles que no se va a promover una dependencia al tratamiento, sino que se va a fomentar la autonomía. Es decir, en la terapia, cada profesional ha de dotar a los clientes de los recursos y las herramientas necesarios para que éstos puedan hacer frente a la situación que estén viviendo, sin necesidad de que tengan que estar acudiendo a la terapia indefinidamente.

También es indicado comunicar a cada paciente que es libre de dejar la terapia en el caso de que no se sienta a gusto con ella. No tenemos que olvidar que, en muchas ocasiones, el devenir del tratamiento lo decide en gran medida la alianza terapéutica que se produzca entre el paciente o cliente y el psicólogo.

Finalmente, preocuparnos por el estado emocional de nuestros clientes o pacientes forma parte de nuestro deber como psicólogos y psicólogas. En el caso de que exista algún tipo de malestar dentro de la terapia por parte del paciente, nos será de gran ayuda el saber qué le provoca ese malestar, no solo para poder mejorar como profesionales en el caso de que el malestar haya sido debido a nuestra forma de operar en consulta, sino porque puede resultar de interés para completar el análisis del caso que se esté llevando a cabo.

“¿Y si me encuentro a algún conocido en la sala de espera?”

Sabemos que cada centro en el que se realiza psicoterapia cuenta con unas características propias. Podemos encontrar un gabinete de psicología en el cuarto piso de un edificio del centro de la ciudad, o podemos acudir a la consulta de una clínica de especialidades médicas. Muchos de los y las terapeutas son, al mismo tiempo, recepcionistas, en tanto que son quienes atienden las llamadas, reciben a los pacientes y los acompañan a la puerta. La variedad es enorme. Pero, en la medida de lo posible, la forma de evitar este tabú es la de tratar de reducir la incertidumbre de nuestro cliente, garantizando la privacidad del mismo.

Si hemos optado por habilitar una sala de espera, hemos de crear un protocolo para poder garantizar que ningún paciente va a ser visto en la misma o que se vaya a cruzar con el anterior a la hora de entrar a terapia. Aquí habría que ser muy meticulosos con los tiempos de cada sesión, dejando un espacio entre sesión y sesión lo suficientemente extenso como para que no se produzca tal encuentro.

Acudir al psicólogo en familia 

La doctora Silvia Álava Sordo, especialista en Psicología Educativa y directora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes, explica además que este reconocimiento de la figura del psicólogo como apoyo previo a que exista un diagnóstico clínico se da también en el ámbito familiar y educativo: “Muchos padres no esperan a detectar un problema, sino que se dan cuenta de que hay una forma diferente de educar (que no es a través de la amenaza, el grito o el castigo) y junto al profesional aprenden herramientas para ello”, y añade: “Buscan fórmulas para que el niño se responsabilice, sea más autónomo y seguro, incluso trabajan la parte de inteligencia emocional en casa”.(telva.com)

¿Cómo eliminar los tabúes que generan estos estereotipos fuera de la consulta?

La solución para que estos estereotipos vayan desapareciendo de nuestro ideario y se vayan contrastando con la realidad es ayudar a visibilizar la decisión de acudir al psicólogo, y dotarla de la misma importancia y trascendencia que cuando decidimos acudir a otro profesional de cualquier otra área.

Entendemos que esta “batalla” no solo hay que librarla difundiendo, escribiendo, compartiendo información útil para la gente a través de redes, blogs, vídeos, etc. sino que la clave del cambio se encuentra en transformar nuestro entorno social más cercano, con conductas reforzantes ante quien decide dar el paso de acudir al psicólogo para ser tratado de cualquier dificultad, problema o trastorno.

Es decir, normalizar la situación, sin elaborar juicios o preguntas incómodas que predispongan a quienes acudan a no contarlo o evitar hablar del tema si les apetece. Por otro lado, tenemos la responsabilidad social de informar de forma adecuada, incluso en los contextos más informales. Sabemos que existen muchas bromas, frases hechas, chascarrillos o refranes que se relacionan con nuestra profesión, pero es interesante que, incluso en ambientes más desenfadados, “psicoeduquemos”.

Cuando escuchamos alguno de esos chascarrillos acerca de nuestra profesión, nos vemos en la tesitura de relativizar dicho chascarrillo asumiendo que forma parte del uso de tantos estereotipos (cosa que es perfectamente comprensible y aceptable) o bien el tratar de darle la vuelta a ese chascarrillo, contrastándolo con la realidad, sin por ello teñir la conversación de solemnidad o seriedad.

La frase “La Psicología es la única profesión en la que el cliente no lleva la razón” es un buen ejemplo. Esta frase juega con la acepción del concepto “razón” que se refiere a la validez de un argumento sobre otro, usada en el ámbito mercantil aludiendo a que el cliente, en tanto que es quien paga por los servicios y productos, ha de ser tratado de la mejor forma posible, dándole la razón en muchas de sus pretensiones, por una mera cuestión de interés económico, y también con la acepción de esta misma palabra que alude a la racionalidad, al intelecto o a la capacidad de juicio. En esta frase, se da por asumido que la Psicología trata sólo a personas que “no tienen la razón” (están fuera de la capacidad de juicio).(psiky.es)

Fuentes

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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