Cuando estamos estresados, nuestra piel lo refleja inmediatamente. Cuando tenemos miedo, los latidos del corazón se aceleran. Y cuando estamos nerviosos podemos experimentar mareos y náuseas. Es evidente que nuestros estados emocionales influyen en el cuerpo, pero ¿hasta qué punto?. No hay salud sin salud mental. Durante mucho tiempo, mente y cuerpo se abordaron como entidades separadas. La existencia de conceptos diferentes para referirse al bienestar mental y el bienestar físico así como a la salud mental y la salud física han transmitido la idea de que se trata de fenómenos independientes. Sin embargo, “no hay salud sin salud mental”, como afirmara la Organización Mundial de la Salud. Esas mariposillas en el estómago cuando nos enamoramos o el rubor que nos invade cuando nos sentimos avergonzados o nerviosos, son fenómenos físicos que reflejan lo que está pasando en nuestra mente. Hoy sabemos que cuerpo y mente forman una unidad indisoluble. También sabemos que las proyecciones de los sentimientos y emociones en el cuerpo no son un fenómeno fugaz, sino que los trastornos mentales, como la depresión y la ansiedad e incluso el estrés, terminan teniendo un impacto negativo en el cuerpo, desencadenando o empeorando diferentes problemas de salud.
Las consecuencias de una mala salud mental
Tener una mala salud mental suele pasar factura. No solo afecta nuestro bienestar, sino que además pone en jaque a nuestro organismo provocando diferentes desequilibrios que pueden conducir a la aparición de varias enfermedades.
La depresión, por ejemplo, un trastorno mental que sufre el 5% de los adultos en el mundo, no solo afecta el estado de ánimo y la motivación, también influye en el sistema inmunitario ya que suprime las respuestas de las células T ante los agentes patógenos. Como resultado, es más probable que una persona deprimida enferme y que le cueste más recuperarse.
La depresión, la ansiedad y otros trastornos del estado de ánimo también suelen generar cansancio y agotamiento persistentes. De hecho, aunque muchas personas sugieren que “todo está en tu mente”, las investigaciones recientes demuestran que no es así. El cansancio mental induce el cansancio físico. Plana-Ripoll, O. et. Al. (2019)
Investigadores de la Universidad de Bangor pidieron a un grupo de personas que montara en bicicleta como de costumbre, mientras aplicaron a otro grupo a unos ejercicios cognitivos durante 90 minutos. Las personas que se enfrentaron al desafío mental no solo reportaron mayor cansancio y apatía antes de comenzar la prueba en bici, sino que también se agotaron físicamente un 15% antes. Por ende, la mala salud mental está estrechamente vinculada a la fatiga física.
Sin embargo, ni siquiera es necesario sufrir un trastorno mental. El estrés también se refleja en el cuerpo. Un estudio realizado en la Universidad de Kioto, por ejemplo, comprobó que el estrés crónico, aquel que se mantiene a lo largo del tiempo, estimula la liberación de citoquinas en el cerebro, un tipo de proteína asociada con la inflamación, un fenómeno que se ha vinculado con la aparición de numerosas enfermedades.
Incluso las emociones cotidianas impactan en nuestra salud. La ira, por ejemplo, puede afectar la salud del corazón. Una investigación realizada en la Universidad de Sídney concluyó que “el riesgo de sufrir un ataque cardíaco es 8,5 veces mayor durante las dos horas posteriores a un estallido de ira intensa”. La ansiedad tampoco es buena compañera de viaje: el riesgo de sufrir un ataque cardíaco aumenta 9,5 veces durante las dos horas posteriores a un episodio de ansiedad.
¿La explicación? Tanto la crisis de ansiedad como los estallidos de ira aumentan la frecuencia cardiaca y la presión arterial, endurecen los vasos sanguíneos e incrementan la coagulación, factores de riesgo vinculados a los ataques cardiacos. Por tanto, emociones como la ira o estados como la ansiedad van mucho más allá de ese lenguaje corporal tenso o sentirse “a punto de estallar”, realmente pueden representar un riesgo para la vida. Nie, X. et. Al. (2018)
Como resultado, no debe asombrarnos que las personas con trastornos mentales tengan un mayor riesgo de morir de manera prematura. Un estudio publicado en The Lancet basado en 7,4 millones de personas comprobó que la expectativa de vida promedio 10 años más corta para los hombres y 7 para las mujeres que sufren algún problema de salud mental.
Cuidar la salud mental, una prioridad
Nunca es demasiado tarde para poner en práctica una antigua expresión latina: mens sana in corpore sano. Necesitamos prestar más atención a nuestro equilibrio emocional y ser conscientes de los factores que nos desestabilizan para desarrollar estrategias de afrontamiento más eficaces en nuestro día a día.
Poner en práctica técnicas de relajación y mindfulness es particularmente útil para reducir la tensión y el estrés cotidianos, de manera que podamos mitigar su impacto nocivo en el cuerpo. Equilibrar la vida laboral y personal, asegurándonos de disfrutar de las horas de sueño y descanso necesarias también es imprescindible para no llevar nuestro sistema nervioso hasta el punto de ruptura.
Por supuesto, en el mundo ajetreado en el que vivimos, sometidos a una infinidad de presiones y compromisos, encontrar ese equilibrio ideal puede ser difícil. En esos casos, una ayuda adicional de la mano de los nootrópicos no viene mal. Tofler, G. H. et Al. (2015)
Los nootrópicos son sustancias naturales – aunque también se pueden encontrar en suplementos alimenticios – que amplifican las capacidades cognitivas para brindar claridad mental y mejorar nuestro estado de ánimo actuando sobre diferentes neurotransmisores. La L-Tirosina presente en el aguacate, por ejemplo, estimula la producción de dopamina, la cual influye en nuestras emociones, la motivación y el rendimiento mientras que la colina desempeña un papel clave en la regulación de la memoria y el estado de ánimo.
Por tanto, para proteger nuestra salud mental también debemos cuidar nuestra alimentación ya que todo está interconectado.
Fuentes
- Plana-Ripoll, O. et. Al. (2019) A comprehensive analysis of mortality-related health metrics associated with mental disorders: a nationwide, register-based cohort study. The Lancet; 394(10211): 1827-1835.
- Nie, X. et. Al. (2018) The Innate Immune Receptors TLR2/4 Mediate Repeated Social Defeat Stress-Induced Social Avoidance through Prefrontal Microglial Activation. Neuron; 99(3):464-479.e7.
- Tofler, G. H. et Al. (2015) Triggering of acute coronary occlusion by episodes of anger. European Heart Journal: Acute Cardiovascular Care. European Heart Journal. Acute Cardiovascular Care; 4(6): 493–498.
REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO