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Alejandro Santos: “Es fundamental el ejercicio físico para el Alzheimer”

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Alejandro Santos Lozano es Doctor con Mención Internacional en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y premio extraordinario de doctorado por la Universidad de León, Máster en Estadística Aplicada, Máster en Innovación e Investigación en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y Maestro especialista en Educación Física. En la actualidad es Coordinador Académico del Máster en Innovación e Investigación en Actividad Física en Poblaciones Especiales de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, director del grupo de investigación i+HeALTH de la misma institución y miembro del grupo de investigación imas12 del Centro de Investigación Hospital Universitario 12 de Octubre i+12, grupos que trabajan en líneas de investigación vinculadas a la epidemiología de la actividad física y salud, a los efectos de nuevos métodos de entrenamiento sobre la salud, la eHealth, el análisis de datos y Big Data. Sus intereses en investigación se centran en la epidemiología y los aspectos clínicos y beneficios de la actividad física (o «ejercicio») sobre la salud y el bienestar de pacientes crónicos y poblaciones especiales, entre ellos los pacientes con enfermedad de Alzheimer, así como en la epidemiología y biología del envejecimiento humano y su relación con el ejercicio.

En estas áreas ha publicado más de 135 artículos incluidos dentro del Journal Citation Reports (JCR) que acumulan más de 4000 citas, y cuenta con un índice h de 34 y un índice i10 de 75. Es conocido el importante papel que la actividad física juega en la prevención del deterioro cognitivo en general y de la enfermedad de Alzheimer en particular, pero nos han llamado mucho la atención sus recientes trabajos sobre el papel del ejercicio físico, no en la prevención, sino en el tratamiento de esta enfermedad, tema sobre el cual le agradecemos que nos conceda esta entrevista.

¿Qué beneficios aporta el ejercicio físico en el tratamiento de los pacientes con enfermedad de Alzheimer?

“Es fundamental el ejercicio físico para el Alzheimer”, entendido como tratamiento coadyuvante, puede mejorar la independencia funcional (medida a través del Índice de Barthel) y los síntomas neuropsiquiátricos de los pacientes, además de, por supuesto, su función física (capacidad de caminar y equilibrio). Del mismo modo, gracias a la mejora de los pacientes, existe un efecto indirecto en sus cuidadores, disminuyendo su carga física y psicológica.

¿Qué tipos de ejercicio serían los más indicados? ¿Con qué frecuencia e intensidad habría que llevar a cabo estos ejercicios?

Actualmente, en el ámbito científico y clínico hay una gran heterogeneidad en el tipo de intervenciones utilizadas en personas con enfermedad de Alzheimer. Aunque, idealmente, los planes de entrenamiento deberían combinar tanto ejercicio aeróbico como de fuerza, que incluyeran entre dos y tres sesiones semanales de trabajo con una duración de entre 30 y 60 minutos.

¿Cuáles serían los mecanismos por los cuales estos ejercicios mejorarían el proceso neurodegenerativo?

La actividad física, y en concreto el ejercicio físico, es un potente estímulo para nuestro organismo. Este estímulo provoca una respuesta fisiológica, metabólica e inmunológica a nivel sistémico, haciendo que distintos tejidos y órganos de nuestro cuerpo liberen a la sangre factores inducidos por el ejercicio, como péptidos (denominados en inglés «exerkines»), que incluyen los factores liberados específicamente por el músculo estriado esquelético («mioquinas»).

Algunos de ellos con un claro efecto protector frente al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, como la iriscina o el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF).

Recientemente, hemos profundizado en el estudio del efecto de estas sustancias, y por tanto del ejercicio físico, en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, definiendo, al menos, ocho mecanismos moleculares que podrían justificar el efecto protector del ejercicio físico.

En concreto, el ejercicio físico: I) tiene un gran efecto crónico anti-inflamatorio y potencia la función del sistema inmune, II) aumenta la función endotelial y el número de capilares, disminuyendo factores de riesgo cardiovascular e incrementado el flujo sanguíneo cerebrovascular, III) reduce la muerte celular, incluida la muerte de células nerviosas, IV) mejora la comunicación celular, haciendo que aumente el número de neurotransmisores y la sensibilidad de sus receptores, V) reduce el estrés oxidativo crónico y la neurotoxicidad, VI) promueve la reparación del ADN si existe un correcto período de descanso después del ejercicio, VII) puede aumentar la estabilidad de la membrana de las células nerviosas y VIII) mejora la conexión y comunicación entre ellas.

¿Es posible planificar una intervención mediante el ejercicio físico en unos pacientes que en general son mayores, limitados físicamente y, sobre todo, con deterioro cognitivo?

No solo es posible, es imprescindible. El cuerpo humano es una máquina increíble y compleja que incluso en una situación patológica, como puede ser una enfermedad neurodegenerativa, es capaz de responder y adaptarse a estímulos externos para mantener su equilibrio.

En los últimos años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó el «Informe mundial sobre el envejecimiento y la salud» como respuesta al incremento de personas mayores y con patologías a nivel mundial. En este informe, la OMS considera al ejercicio físico como factor clave en el envejecimiento saludable, un término holístico basado en perspectivas funcionales y del curso de la vida de una persona, que tiene como objetivo permitir el bienestar en la edad avanzada.

Dentro de este contexto, la OMS destaca el concepto de capacidad intrínseca («conjunto de todas las capacidades físicas y mentales de un individuo») como elemento esencial para conseguir este objetivo. La capacidad intrínseca está compuesta por cinco dimensiones (psicológica, cognitiva, de vitalidad, sensorial y de locomoción), y el ejercicio físico tiene efecto en todas ellas.

Es importante, eso sí, realizar ejercicios adaptados a la capacidad funcional de la persona y aumentar su nivel de exigencia física y de dificultad siguiendo los principios del entrenamiento.

¿Esta intervención es posible llevarla a cabo en casa, o es necesario realizarla en un ámbito específico y bajo una dirección y supervisión especializada?

A la hora de realizar intervenciones en poblaciones especiales, como son las personas con deterioro cognitivo o con enfermedad de Alzheimer, es recomendable realizar las sesiones de entrenamiento bajo la supervisión de un profesional con formación y experiencia y, así, realizar la intervención con seguridad.

Cuando se trabaja con una persona mayor, y más en el caso de personas con deterioro cognitivo, es necesario seguir un modelo de enseñanza y entrenamiento centrado en ellos.

Esto quiere decir que los objetivos deben ser sencillos y comprensibles, con instrucciones concisas y demostraciones precisas. Igualmente, se debe pedir a los usuarios que realicen las tareas de una en una, siempre proporcionando una supervisión y ayuda adecuada.

Por tanto, las sesiones deben ser individuales o, si el deterioro cognitivo es leve, en grupos muy reducidos. No hay que olvidar que estos profesionales deben tener una gran vocación y dedicación para tratar a nuestros mayores con cariño y empatía.

Además de integrar poco a poco el ejercicio físico en la rutina diaria del usuario, es recomendable desarrollar las sesiones en un entorno tranquilo, seguro y familiar para él o ella.

Esta entrevista fue publicada por Hipocampo.org:(hipocampo.org)

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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