El interés de Benedicto Crespo-Facorro por la salud mental viene de lejos. Ya en la universidad, cuando estudiaba Medicina, sintió fascinación por una asignatura en concreto. “La Psiquiatría era la disciplina que nos acercaba al conocimiento del cerebro y que nos permite identificar las características que nos hacen diferentes”, explica. Además de la enfermedad, le llamó la atención que estudiar el cerebro significaba comprender el desarrollo de la mente: los pensamientos, las emociones, la conducta. Catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla e Investigador Principal del Grupo de Investigación en Psiquiatría de CIBERSAM, Crespo-Facorro asegura que “si mejoramos la salud mental de la sociedad y el bienestar de los individuos , conseguimos una sociedad mucho más justa y libre. Conversamos con él para aclarar conceptos sobre salud mental, el estigma de los trastornos mentales o la investigación en neurociencia.
Salud mental
¿Se habla suficiente de salud mental?
Necesitamos hablar más de salud mental. Porque es la mejor forma de promocionarla y de conseguir, en definitiva, una mejor salud mental en la sociedad
¿Qué es la salud mental?
Es un estado de bienestar que nos permite disfrutar de una vida plena y conseguir los objetivos que queramos. Un estado de equilibro que nos da la libertad para elegir y diseñar nuestro propio itinerario vital o biográfico.
¿Cómo vamos de salud mental en nuestra sociedad?
En la sociedad del primer mundo vamos bien, pero con matices. Igual que somos muy conscientes de que hay que cuidar la biosfera de nuestro planeta, estaríamos en el camino equivocado si no lo fuésemos para factores que pueden deteriorar la salud mental: el entorno, los hábitos, la forma de relacionarnos con los demás. O cuidamos y potenciamos la salud mental o veremos cómo la vamos perdiendo paulatinamente como sociedad.
¿A dónde nos lleva la falta de salud mental?
Vivir con ansiedad, estar bajo de ánimo o sentir insatisfacción todos los días tiene un coste gravísimo que nos hace perder calidad de vida. Al final, el objetivo es vivir en una sociedad que nos haga felices y nos haga disfrutar. La OMS ya ha avisado de que para el año 2050 el gran problema de salud que viviremos será de salud mental. Los adolescentes sufrirán de cuadros de ansiedad, de inestabilidad o de depresión con mayor frecuencia que otras enfermedades.
«Cualquier ser humano, al igual que puede tener un problema de hígado, en la piel o en los ojos, puede llegar a sufrir un trastorno del funcionamiento de su cerebro.«
Trastorno mental
¿Qué es un trastorno mental?
Un trastorno mental se produce cuando perdemos ese bienestar o pérdida de equilibrio mental con tal intensidad que produce un impacto y repercusión grave en la vida del individuo o en su capacidad de relacionarse con el entorno laboral, el social…
¿Cómo de habituales son?
Cualquier ser humano, al igual que puede tener un problema de hígado, en la piel o en los ojos, puede llegar a sufrir un trastorno del funcionamiento de su cerebro. Ahora bien, hay factores de riesgo que aumentan esa probabilidad. Como ocurre con el aumento de peso exagerado cuando no se realiza ejercicio o se ingieren determinados productos con mucho colesterol. Si una persona no tiene hábitos correctos puede aumentar su nivel de estrés, a lo que se une la falta de mecanismos psicológicos que lo disminuyan o el consumo de determinadas sustancias cuando se es joven.
La etapa entre la infancia a la adulta es vital
La adolescencia es una ventana donde el cerebro es muy plástico. No es lo mismo a los cuarenta años que a los dieciséis, porque nuestro cerebro es completamente distinto. A la vulnerabilidad biológica genética, que viene de serie, se añade el factor ambiental: lo que hacemos, lo que consumimos, de cómo nos relacionamos.
¿Los trastornos son permanentes o contamos con soluciones?
Hay de todo. Hay trastornos que son crónicos y otros temporales que aparecen y no dejan ninguna secuela. La gran mayoría de trastornos mentales tienen un tratamiento que lo limitan en el tiempo y que no dejan impacto en la persona.
«Hay que ser conscientes de que existen la depresión, el riesgo de suicidio o los trastornos de ansiedad. Así se activan sensores para detectar signos o señales de que algo le está ocurriendo a otra persona.«
¿Cómo puede alguien detectar que está sufriendo un trastorno mental?
Siempre pongo un ejemplo a mis alumnos. Les pregunto si han ido a coger setas algunas vez. Cuando no conoces dónde están, ni sabes identificarlas, pasas por encima de ellas quince veces. Del mismo modo, puedes estar conviviendo con un trastorno o con alguien que lo sufre. Lo primero es contar con conciencia de que los problemas de salud mental existen y que cuanto antes se identifiquen mejor para la persona.
Una persona joven, ¿Cómo puede sospechar de su falta de salud mental?
Quizás la clave esté en la capacidad de detectar cambios propios que le hacen sentirse distintos a lo habitual y que pueden servir como alarma o llamada de atención. Por ejemplo, estar más tristes o contentos, sentirse más nerviosos que antes o dormir peor. También beneficia preguntarse por qué ya no disfruta del deporte y mantenerse activo, tampoco de sus hobbies o de socializar porque ahora pasa más tiempo en soledad.
¿Y las personas de su alrededor?
A veces identificarse uno mismo las patologías no es tan sencillo, pero sí puede ver los cambios en la persona que tiene a su lado. Hay que ser conscientes de que existen la depresión, el riesgo de suicidio, los trastornos de ansiedad o las conductas adictivas de cualquier tipo. Así se activan sensores para detectar signos o señales de que algo le está ocurriendo a otra persona. A partir de ahí, hay que buscar la ayuda de los especialistas para aclarar esta sospecha.
«Si educamos en salud mental, provocaremos un movimiento positivo para la normalización e integración de personas con un trastorno.«
Estigma y mitos en salud mental
¿Se comunican los cambios en salud mental con normalidad?
Nos falta confianza para comunicar estos cambios en la salud mental por miedo al estigma o a que nos miren mal, algo que ocurre con menos frecuencia cuando aparece una mancha en la piel o nos sientan mal algunas comidas.
¿Cómo afecta el estigma a nivel individual?
Afecta muchísimo. El miedo a consultar e identificarse como persona que sufre un trastorno mental nos lleva a ser muy cautos a la hora de comunicarlo, a aguantar mucho tiempo con síntomas y a evitar que se nos ponga una etiqueta. La falta de conocimiento lleva a una exclusión, ya que la gente asocia enfermedad mental con peligrosidad, delincuencia, desequilibrio… La normalización de estos estados eliminará el estigma y la distinción peyorativa sobre el trastorno mental. Además, conseguirá que la sociedad entienda que las personas no son culpables de su sufrimiento y que existen herramientas para mejorar y continuar con una vida normal.
¿Hasta qué punto daña en la sociedad el estigma al trastorno mental?
La sociedad excluye a las personas ante conductas amenazantes y de incertidumbre a cómo reaccionarán. Aquí surgen todos los fantasmas y miedos. Se puede equiparar al estigma que sufrió el personal sanitario al inicio de la pandemia por parte de sus vecinos. El miedo al contagio de su familia como riesgo de la supervivencia del grupo. Si educamos, provocaremos un movimiento positivo para la normalización e integración de personas con un trastorno.
¿Cuál es el mayor mito sobre salud mental?
El gran mito es la creencia de que debemos asumir la pérdida de salud mental como si fuésemos nuestros propios terapeutas y que solo debemos acudir a un profesional cuando, digamos, «perdemos la cabeza». Un punto de partida erróneo, porque no tenemos las herramientas ni el conocimiento suficiente para mejorar cosas que se solucionarían con un buen profesional y la posterior mejoría para que no tengamos que acudir nunca más.
«El cerebro no es una caja cerrada, es un órgano muy permeable y poroso en el que los factores externos influyen mucho y modifican su biología.«
Investigación y neurociencia
¿Por qué es importante estudiar la biología cerebral?
Porque las enfermedades mentales son fruto de un mal equilibrio en el funcionamiento del cerebro. Tenemos que acudir al cerebro para encontrar las claves de por qué se producen y de cómo se solucionan esas alteraciones. Además, el cerebro no es una caja cerrada, es un órgano muy permeable y poroso en el que los factores externos influyen mucho y modifican su biología.
¿En qué punto se encuentra la investigación en materia de salud mental?
La investigación en salud mental lleva un retraso histórico de unos veinte o veinticinco años con la investigación biológica de otras patologías relacionadas con el cerebro. Bastante atrás, pero seguimos en el camino. Toda la investigación que se hace a nivel clínico y biológico tiene una transferencia parcial a la clínica. Los nuevos tratamientos más personalizados todavía no han llegado, pero permite cambiar la actitud ante las estrategias del tratamiento a la enfermedad. Esto indica que la atención y el diagnóstico han evolucionado en las últimas décadas
La actual expectativa de alcanzar o llevar una vida normal en una persona diagnosticada de dieciocho años no tiene nada que ver con la de hace treinta años. En la actualidad, la visión de la enfermedad y la aproximación a las técnicas clínicas son distintas y se debe a que somos muchos más conscientes de los factores protectores y de riesgo asociados. Aunque nuestra aproximación terapéutica es diferente, la parte biológica aportará mucho más en las próximas décadas.
¿Qué proyectos de investigación son los más interesantes o prometedores en la actualidad?
Desde el punto de vista clínico lo que está mejorando mucho son los estudios de cohortes. Son estudios prospectivos de personas a las que empezamos a analizar muy jóvenes e incluso antes de que aparezca la enfermedad mental. Diseñados en un periodo de veinte, treinta o cuarenta años, nos dan una visión muy exacta de cómo la enfermedad aparece y cuál es su impacto a lo largo de la vida. Se están llevando a cabo en muchas patologías y en el ámbito del neurodesarrollo. Son tremendamente valiosos.
¿Y desde la psiquiatría?
Desde el punto de vista de la biología cerebral, la psiquiatría está subida al tren de la neurociencia. Hace unos días trabajábamos creando modelos experimentales, denominados organoides cerebrales. Junto a un grupo de especialistas en esta técnica, seleccionamos células tanto de individuos sanos como de diagnosticados, las diferenciamos y las hacemos crecer hasta conseguir «minicerebros” en los que se producen sinapsis, microglías, espacios interneuronales… Estas herramientas metodológicas permiten experimentar de forma individual con algo que antes teníamos grandes dificultades, ya que no podemos sacar células vivas del cerebro. Además, aún no contamos con otro tipo de modelos, porque los modelos animales son buenos pero limitados en la extrapolación de sus resultados.
La neurociencia es nuestro gran paraguas. Todo lo que sea crecer en ese campo producirá un crecimiento en psiquiatría. Además de investigar en enfermedades muy necesarias como son el alzheimer o el parkinson, necesitamos que las grandes mentes que estudian el cerebro apliquen su conocimiento a la salud mental y así avanzar en el tratamiento de las enfermedades mentales.
Esta entrevista fue publicada por menteScopia salud mental:psynal.eu
REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO