Una nueva forma de hacer psicología



Íñigo Pirfano: “Cuando uno deja de leer deja de pensar de manera crítica”

Grupo en  |  Grupo en  |  App  |  Artículos  |  Play  |  Podcast

Cuando era adolescente, Íñigo Pirfano decidió dejar de ver la televisión para tener más tiempo para leer y pensar por sí mismo. Después estudió Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y Dirección de Orquesta en Austria y Alemania, carrera que le llevó al éxito en escenarios de todo el mundo. Dirigir una orquesta, según explica, no consiste solo en mover la batuta delante de los músicos, sino en convertir cada concierto en una experiencia única, como si cada día fuera la última vez. “La música es inútil, no sirve para nada. Por eso es imprescindible. Como el amor, como la ternura, como la poesía, como las cosas grandes de la vida”, reflexiona. Compositor de la música del IV Centenario del Quijote, Pirfano es también fundador y director titular de la Orquesta Académica de Madrid, por lo que recibió el premio Liderazgo Joven 2011 de la Fundación Rafael del Pino. Como autor ha publicado los títulos ‘Música para leer’, ‘Ebrietas’ e ‘Inteligencia musical’. El pensamiento crítico y solidario de Pirfano le llevó a desarrollar el proyecto ‘A kiss for all the world’, con el que ha acercado la Novena sinfonía de Beethoven a los lugares más recónditos del planeta, desde aldeas depauperadas a campos de refugiados, salas de quimioterapia o cárceles, donde la música se convierte en un catalizador de la esperanza. “Este proyecto nació con la idea de hacer realidad que la Novena sinfonía de Beethoven fuera verdaderamente patrimonio de la Humanidad, como declaró la UNESCO en el año 2003, no del 4% de la humanidad que alguna vez ha oído hablar de Beethoven. No se trata de acercarles la dignidad, sino de reconocer la dignidad que ya tienen”, concluye.

Cuando tenía aproximadamente vuestra edad, tomé una decisión en mi vida que puedo decir que fue nuclear, fue importantísima. Se puede decir que cambió mi vida, de alguna manera la dirigió a lo que soy ahora: director de orquesta, conferenciante, escritor, divulgador musical. Y esa decisión fue la siguiente.

Me dije a mí mismo: «Desde hoy voy a dejar de ver la televisión». Y con esto no quiero decir que la televisión sea mala, ni mucho menos. Pero yo recuerdo exactamente el momento en el que pensé eso. Estaba viendo un programa de televisión y pensé, insisto, tenía dieciséis o diecisiete años: «Me están manipulando».

Sucede, además, que cuando uno le dedica demasiadas horas a la televisión, ahora sería también a las redes sociales, vuelvo a insistir, no hay nada malo en utilizarlas, son herramientas magníficas, pero si uno le dedica demasiado tiempo a todo eso, deja de leer. Y cuando uno deja de leer, deja de pensar de manera crítica. Y, por lo tanto, es más fácilmente manipulable. La reflexión que os quería hacer es que estáis en el momento en el que tenéis que decidir a dónde queréis que os conduzca la vida.

Uno pone el timón en una dirección, una latitud y una longitud, y allí se dirige. Y no es pronto, tenéis la edad necesaria para empezar a tomar esa serie de decisiones. ¿Dónde me veo dentro de cinco, de diez, de quince, de veinte años? ¿Qué quiero hacer con mi vida? Y, sobre todo, la cuestión más importante es: ¿quiero ser locomotora o vagón? ¿Quiero ser un agente de cambio? ¿Quiero transformar el mundo? ¿O quiero que me manipulen?

¿Quiero que me lleven? ¿Quiero que alguien piense por mí? Una persona manipulable, lógicamente, va a pensar como los demás deseen que piense o a comprar las cosas que determinadas personas quieren que compre o a funcionar o adquirir los hábitos o… Deja de tener pensamiento crítico. No es locomotora, es vagón, es arrastrado. Como os decía, esta es la reflexión con la que me gusta… Estoy haciéndolo así a propósito, abrir este interesante diálogo.

El pensamiento crítico es clave. Para ser protagonistas de nuestra propia vida, cada uno de vosotros, protagonistas de vuestra vida. En una ocasión vi una publicidad en el metro que me gustó mucho. Era de una campaña de una ONG en la que se veía en grande y llamaba mucho la atención la palabra «uno» en una tipografía en un tamaño de letra enorme, blanco sobre fondo negro. Y cuando te acercabas, veías la siguiente frase: «Número de personas necesarias para cambiar el mundo».

María Eugenia. Hola, Íñigo. Mi nombre es María Eugenia. Aparte de ser director de orquesta, tienes la carrera de Filosofía. Mi pregunta es qué relación hay entre la música y la filosofía y cómo nos puede ayudar en nuestro día a día.

Íñigo Pirfano. A mi modo de ver, la filosofía y la música son expresiones de una misma realidad. Por decirlo de otra manera, tanto la filosofía como la música consisten en la interpretación. Son ejercicios de hermenéutica. Interpretación de textos. Mi papel como filósofo consiste en penetrar en el contenido profundo que encierra un texto filosófico, pongamos un diálogo de Platón o una meditación metafísica de Descartes, y hacerlo presente a mis coetáneos, a los ciudadanos del siglo veintiuno, mostrar ese mensaje imperecedero que esos textos poseen.

Textos que se han escrito, en algunos casos, hace dos mil años. Pero eso es exactamente lo que hago como director de orquesta. Me acerco a la partitura, que es letra muerta. Está en un estado menesteroso, como decía, por ejemplo, mi catedrático de estética, López Quintas: “La partitura está en un estado menesteroso.

Necesita la labor de un intérprete”. Lo mismo que los textos filosóficos. Un intérprete musical que haga que esa letra, esas notas que están muertas, que yacen en la partitura, cobren vida en ese acto de recreación. Por lo tanto, yo, de alguna manera, también trabajo con el compositor, soy cocreador o recreador de la obra en ese acto de recreación de la obra en el que consiste la interpretación musical.

Puede parecer un poco extraño para las personas que no estén acostumbradas o no conozcan en profundidad lo que son los textos musicales, pero la partitura es letra muerta porque, para empezar, es incapaz de recoger parámetros absolutamente esenciales del discurso musical. En una partitura está presente el sesenta y cinco, el setenta por ciento de lo que una obra musical es. Está recogido ahí en esas notas. Pero falta un treinta por ciento, o treinta y cinco.

De hecho, falta lo más importante, que es lo que podríamos llamar el espíritu de la obra musical. Esa vida que tiene que transmitir la obra musical. Esa vida que el compositor plasmó en esas notas y quedaron allí, consignadas por escrito. Yo tengo que recorrer el camino inverso. Yo lo que me encuentro son esas notas y lo que tengo que hacer es, de alguna manera, adentrarme en el mundo interior, en todo aquello que el compositor vivió y vio y sintió cuando escribió aquellas notas y tengo que hacerlo actual. Así pues, son dos ejercicios de interpretación. A mí me preguntan muchas veces: «¿Cómo te preparas para dirigir un concierto?». Y siempre digo que la parte más enriquecedora y más bonita a la hora de interpretar música es precisamente la que tiene que ver con este treinta por ciento al que hacía referencia ahora.

No es el estudio, digamos, estrictamente musical de la obra. Los planos sonoros, el balance, la precisión rítmica, la afinación, la dinámica, la agógica, todas esas cuestiones. Resuelto todo eso, viene lo que, a mi modo de ver, es lo más bonito de la interpretación musical, que es esto: penetrar, bucear en el mundo interior del compositor.

De alguna manera, prestar mi propio espacio interior, mi propia grandeza, mi propio cuerpo para que la obra y el compositor vivan dentro de mí. La interpretación musical, por eso, es de una naturaleza, me gusta decir, amorosa. Porque lo mismo que sucede en la relación amorosa, en cualquier relación amorosa, se trata de conjugar el tú de la otra persona, un tú lleno de sentido, un tú con mayúsculas.

Y, de alguna manera, desaparecer uno mismo, entregarse uno mismo en esa relación para buscar el bien de la otra persona. En la interpretación musical pasa exactamente lo mismo. Tengo que desaparecer yo, con mi singularidad, con mi manera de ser, con mis preferencias en la vida y prestar lo que yo soy, quien yo soy, prestárselo a la grandeza del compositor y de la obra que tengo que interpretar. Claro, este ejercicio es muy costoso. Lleva consigo un enorme esfuerzo.

“Cuando uno deja de leer deja de pensar de manera crítica”

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

Comparte este artículo
URL compartible

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También puede leer:





Se desactivó la función de seleccionar y copiar en esta página.