Imagina que pudieras elegir cada mañana cómo quieres ser, de qué manera te gustaría relacionarte con los demás y cómo hacer una buena gestión de las emociones. Para la psicóloga Elizabeth Clapés es posible si habitamos el presente y prestamos atención a lo que nuestro cuerpo nos está diciendo y por qué. En nuestro día a día tenemos una gran cantidad de pensamientos y sentimientos, nos cruzamos con multitud de personas y experimentamos todo tipo de situaciones. Identificarlas y saber distinguir las que podemos cambiar de las que no es clave para dejar de vivir en piloto automático y hacernos responsables de nuestro propio bienestar. “La ansiedad nos dice que algo no va bien: que hay un trabajo que nos está afectando para mal, que alguien nos está generando malestar, que hay una decisión que tenemos que tomar y no somos capaces… Cualquier cosa que nuestro cuerpo interpreta que nos está haciendo daño”, sostiene. Escuchar lo que nuestro cuerpo viene a decirnos es comprender que la ansiedad no es más que un mecanismo de alerta ante situaciones que nos resultan amenazantes. Por ello, Clapés insiste en la importancia de hacer ejercicios de introspección para conectar con la capacidad reflexiva que tiene la mente de ser consciente de nuestros estados físicos y emocionales.
Elizabeth Clapés es psicóloga y está especializada en el ámbito de la sexología clínica y las relaciones de pareja. Actualmente se dedica a la divulgación de la psicología en redes sociales y a acompañar a personas en su proceso terapéutico. En sus libros ‘Querida yo’ y ‘Hasta que te caigas bien’ expone la salud mental como una prioridad vital para aceptarnos, cuidarnos y crear relaciones sanas con los demás, primero y principalmente con nosotros mismos.
Isabel Tesch. Hoy más que nunca sabemos lo importante que es conocernos, saber qué queremos y qué no, pero muchas veces nos causa ansiedad y preocupación. ¿Cómo podemos manejar esta ansiedad ante situaciones que nos desbordan?
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Elizabeth Clapés. Yo creo que lo principal es entender que la ansiedad es la alarma, pero no el incendio, en el sentido de que, en muchas ocasiones, viene a decirnos de alguna manera, como puede, que algo no va bien: que hay un trabajo que nos está afectando para mal, que nos estamos relacionando con alguien que nos está generando malestar, que hay una decisión que tenemos que tomar y no somos capaces… Cualquier cosa que nuestro cuerpo nos está intentando decir que nos está haciendo daño.
Y, como siempre digo yo, el cuerpo habla, y, si no lo escuchas, grita. Y, si no le haces caso, va a gritar tan fuerte que no te va a dejar escuchar otra cosa. Entonces, lo primero es prestar atención a qué nos está diciendo nuestro cuerpo y por qué. Sí que es verdad que hay muchísimas ocasiones en las que nos encontramos mal, estamos tristes, tenemos ansiedad por situaciones que no podemos cambiar. Y es que, a veces, la vida se pone muy fea. La vida, a veces, se pone muy fea.
Y yo, como psicóloga, he visto muchísimos casos de personas en los que he pensado: «Dios mío, lo que está viviendo esta persona…». Es que es imposible pedirle: «No, escucha a tu cuerpo, a ver qué te dice». «Bueno, ¿qué me dice? Me dice que me encuentro mal, me dice que estoy triste, me dice que me ha pasado algo espantoso, que no puedo hacer nada».
“La ansiedad es la alarma pero no el incendio, escucha a tu cuerpo porque quizá necesita que pares”
Todos nos hemos sentido culpables por cosas que hemos hecho o dicho, e incluso que hemos dejado de hacer o de decir. ¿Qué nos pueden enseñar la culpa y los errores?
Elizabeth Clapés. La culpa nos enseña responsabilidad, la responsabilidad de no volver a cometer los mismos errores. Pero yo creo que todos cargamos con culpa de algo. Está bien, no pasa nada. Todos tendremos noches que hemos alargado sin dormir hasta las tantas de la mañana, pensando en aquello que dijimos aquel día, lo que debieron de pensar los demás cuando lo dijimos, cómo ha afectado a la imagen que tenían estas personas de nosotros…
Y estamos a veces dándoles vueltas, de manera incluso obsesiva, a cositas que hicimos hace tiempo y a cómo los demás se las tomaron. Pero es que los demás están ocupados con lo mismo, pensando en cositas que hicieron en su día y cómo los demás nos las tomamos. Al final, esto es la vida, esto es lo que hay.
No vives con un manual de instrucciones. Metes la pata, la cagas, y hay que ser valiente y responsable como para admitirlo y no volver a repetirlo, porque en eso consiste pedir disculpas: arrepentirse y no volver a repetirlo. Si tú pides disculpas por un error que has cometido y lo vuelves a cometer, estás manipulando a la otra persona. Entonces, si has cometido un error, lo que tienes que hacer es tomar responsabilidad y asumir, no tirar balones fuera, asumir que lo has hecho, aceptarlo y pedir disculpas.
Si la otra persona acepta tus disculpas, estupendo. Pero si no las acepta, también lo vas a tener que respetar. No tiene por qué perdonarte. Yo recuerdo un amigo mío que fue infiel a su pareja. Habían pasado seis años y él, cada vez que contaba esta infidelidad, lloraba. Lloraba no de manera abrumadora, sino que se le caían las lágrimas.
Y él te decía: «No, ella me perdonó, pero yo no puedo. O sea, sí me perdono, pero no puedo hablar de este tema sin que se me caiga una lágrima por el dolor que le causé a esta persona». Me parece precioso. Me parece maravilloso que tú recuerdes con dolor el dolor que causaste. Que eso, obviamente, no te impida llevar una vida funcional, pero los errores están para eso, para que nos hagamos responsables y no los repitamos, evidentemente. Pero, bueno, sí que nos duela el dolor que hemos causado.
Luego, hay otro tipo de culpa que carga mucho y que yo veo muchísimo en pacientes, y es la culpa por haber aguantado según qué. Ya no es la culpa por lo que yo he hecho, sino por lo que he permitido que me hicieran a mí, ¿vale? Esta culpa pesa muchísimo.
Cuando estamos vinculados a una persona que nos hace daño: un amigo, un familiar, una amistad, una pareja, sobre todo una pareja yo, como terapeuta de parejas, es lo que más veo, y esta persona nos maltrata, y nosotros intentamos dejarnos la piel en que nos deje de maltratar, en demostrarle a esta persona que somos válidos lo suficientemente válidos como para que nos trate bien, y nos pasamos años “aceptando” humillaciones, vejaciones, faltas de respeto, sentimos pena hacia el otro, culpa… Sentimos un montón de cosas que nos hacen permanecer en esa relación, pero cuando salimos de ella y la pena, la culpa, el sentimiento de responsabilidad, el miedo y estas emociones bloqueantes ya no nos acompañan, surge una frase que yo escucho mucho a mis pacientes, que es: «¿Cómo pude dejar que me hicieran eso?». Y es horroroso y pesa mucho.
Pesa muchísimo porque todo lo que “permites”, entiéndase, que te hagan afecta a tu autoestima y a tu autoconcepto, y se te come por dentro. Porque cuando hacen daño a otra persona, saltamos: «¿Cómo permites que te hagan esto?», «¿Cómo tal…?».
“La culpa nos enseña responsabilidad, la responsabilidad de no volver a cometer los mismos errores”
REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO