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Pilar de la Torre: “El juicio y la amenaza dificultan la buena relación con nuestros hijos”

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Pilar de la Torre es licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, especialista en Psicoterapia Gestáltica, fundadora y directora del Instituto de Comunicación No Violenta, y principal exponente de esta metodología. “La Comunicación No Violenta corrige la violencia, que es todo aquello que hacemos o no hacemos, decimos o no decimos, que genera daño a la otra persona y hace que se sienta dolido y se aleje emocionalmente de nosotros”, explica la psicóloga, que ha sido la única discípula española formada con Marshall Rosenberg en Estados Unidos y certificada por el Center for NonViolent Communication. Pilar de la Torre es también autora del libro ‘Fundamentos y prácticas de comunicación no violenta’, donde expone las pautas básicas para convertir desencuentros o conflictos en oportunidades de acercamiento y diálogo. “Para mí, las herramientas más poderosas en el proceso de comunicación no violenta son sus cuatro pasos: hechos, sentimientos, necesidades y acción. Es decir, cuando legitimamos la experiencia o vivencia interna de un niño estaremos reforzando su autoestima y esto se consigue a través de la escucha, compresión y aceptación”, concluye.

Soy padre de dos niñas, de tres y siete años. Y estoy encantado de estar aquí y poder hablar contigo un rato. Quería preguntarte qué es la comunicación no violenta y para qué sirve.

Pilar de la Torre. Hola, Óscar. La comunicación no violenta es un modelo desarrollado por Marshall Rosenberg, doctor en Psicología, hace algo más de 60 años. Este modelo se basa en la idea, en la reflexión, de que todas nuestras acciones lo que pretenden es satisfacer necesidades. Necesidades que son genuinas, que son legítimas.

Lo que busca la comunicación no violenta, su objetivo principal es que podamos satisfacer estas necesidades sin que vaya en detrimento de las personas que nos rodean. Yo creo que a todas las personas nos satisfacen acciones que cuidan de nosotros y que al mismo tiempo cuidan de las personas a las que amamos. Ese es el objetivo de la comunicación no violenta.

También es importante que tengamos una idea de a qué llamamos violencia. En este contexto, comunicación no violenta, vamos a llamarlo a todo aquello que hacemos o no hacemos, que decimos o no decimos que genera daño para la otra persona, mucho o poco, que lleva a que la otra persona, en el caso de nuestra familia, nuestros hijos, se sientan dolidos, se pongan a la defensiva, se cierren, se alejen emocionalmente de nosotros.

Marshall Rosenberg señala la importancia de la palabra y del lenguaje en nuestras relaciones. Las palabras, cómo nos expresamos y la energía que ponemos en esa expresión pueden alimentar el desencuentro con nuestros hijos. O a la inversa, pueden hacernos vivir proximidad y cercanía.

Te puedo poner un ejemplo. En una situación cotidiana, un hermano que está pinchando al otro continuamente, podemos utilizar expresiones como: «Siempre estás igual», «No hay quien te aguante», «¿Cuántas veces te digo lo mismo y no haces caso?». Eso genera daño. Queremos solucionar una situación de conflicto en la familia con elementos que dañan al hijo que lo escucha y que le va a llevar a alejarse. Luego nos dificulta mucho más la relación y resolución de conflictos.

En cambio, si le decimos: «¿Qué está pasando? ¿Qué te preocupa? ¿Estás molesto con algo? Me importa lo que te está pasando, quiero entenderlo, vamos a pararnos a hablar». Igual necesita atención, igual necesita una conversación contigo, igual necesita estar seguro ese niño de que tiene un lugar en la familia. Y todos satisfacemos nuestras necesidades de la mejor manera que sabemos. Muchas veces, de manera torpe.

“El objetivo de la comunicación no violenta es cuidar nuestras necesidades y las necesidades de los demás”

Todas las personas, en cualquier situación de nuestra vida, en situaciones de problema o en situaciones felices, lo que queremos en un primer momento de la persona que está a nuestro lado es que nos mire y nos acompañe con calidez. La comunicación no violenta nos enseña a encontrar esa energía de calidez y a podernos expresar desde ahí.

Todo esto que me estás diciendo, Pilar, me resuena y me recuerda a situaciones cotidianas, sobre todo, con mis niñas. Situaciones como por ejemplo, que podemos estar en casa y en un momento dado puedes decirle o pedirle algo a tus hijas. Se lo repites una vez, se lo repites dos veces, se lo repites tres veces: «Por favor, recoge la habitación» o «Lávate los dientes». Y parece que no reaccionan y hay que repetirlo hasta cien veces. Y cuando ya te das cuenta, es como si ya estuvieras en medio de una discusión bastante subida de tono. ¿Qué técnicas podemos usar o qué herramientas podemos disponer en esas situaciones?

En el libro que he escrito, Fundamentos y prácticas de comunicación no violenta, ahí recojo un listado de obstáculos a la comunicación propuesto por Thomas Gordon, psicólogo que ha escrito mucho y ha desarrollado también un modelo de comunicación. Él lo llama «comunicación eficaz».

El listado lo incluyo en este libro porque me parece que da mucha claridad de manera concreta a cómo hacemos para no resolver los conflictos y vernos en: «Tengo que decirte las cosas 80 veces para que me hagas caso». Ese listado incluye obstáculos como el juzgar, el sermonear, el querer tener la razón y convencer a nuestros hijos por la lógica, cuando lo que está pasando es más a nivel emocional, la ironía, la amenaza.

Tú decías: «Danos herramientas». Para mí, la herramienta más poderosa es el proceso de comunicación no violenta con sus cuatro pasos: hechos, sentimientos, necesidades y acción. Imaginemos que un adolescente llega a casa con cinco suspensos. No esperábamos que suspendiera tantas asignaturas. Parece ser que él tampoco. Pero nos encontramos con un boletín de notas con muchas asignaturas suspensas.

Tiene cinco, las más importantes. Ahí estamos, en cualquier situación de conflicto en la familia, estamos en un cruce de caminos. ¿Para dónde elijo tirar? ¿Elijo el camino de los obstáculos, los muros en la relación para conseguir, con un desgaste de energía enorme, lo que yo quiero que ocurra? ¿O elijo el camino del encuentro, de la profundidad, del diálogo, de ver qué está pasando, de la empatía, de la honestidad?

Podemos amenazarle, directamente castigarle, chantajearle con un premio, podemos enjuiciarle. Enjuiciarle como vago o como irresponsable. Podemos darle una charla bastante larga de por qué es importante aprobar, con 14 años que tiene, las asignaturas, sobre su futuro, sobre las salidas profesionales.

Darle consejos. Los consejos están también en la lista de Thomas Gordon, por varias razones. La primera es porque el 99% de las veces que damos consejos a nuestros hijos en situaciones positivas o difíciles, no nos lo han pedido. Y no solo no nos lo han pedido, sino que no es lo que ellos necesitan de nosotros.

Ellos necesitan escucha, comprensión, aceptación. En muchos casos, no el consejo. Y en las poquitas situaciones en las que quieren nuestros consejos, antes de ese consejo, les viene muy bien sentirse comprendidos y escuchados. Podemos ironizar e incluso quedarnos en silencio desde ese chantaje emocional. Podemos hacerle sentir culpable del disgusto que tenemos.

“El juicio y la amenaza dificultan la buena relación con nuestros hijos”

Sí, como decías antes, ¿no? Algo que no dices pero también daña o hace sentir mal a la otra persona.

Pilar de la Torre. Exacto, sí. Sí. El silencio puede ser… Puede lanzar un mensaje muy duro a nuestro entorno, y a nuestros hijos, mucho. Para ellos, nuestro afecto tiene un valor inmensamente mayor que para los adultos que nos rodean. Entonces, el silencio, para nuestros hijos, es retirada del afecto.

Y ellos contactan con más o menos angustia en ese momento, porque es la retirada de un afecto que necesitan para sobrevivir. Si volvemos al hijo que nos trae cinco suspensos, nos daremos cuenta de que todas esas formas de enfrentar esa situación lo que van a hacer es empeorar. Vamos a ver cómo podemos ir por el camino de la comunicación no violenta. Y ahí, de manera sencillita, vamos a coger también los cuatro pasos. Los hechos son las notas, las calificaciones que nos ha traído nuestro hijo.

Puede que nos sintamos preocupados, con temor, enfadados, porque a lo mejor no nos lo esperábamos, sorprendidos, confundidos, porque queremos entender qué es lo que pasa, dónde está el bloqueo, y no somos capaces de entenderlo. Necesitamos comprensión mutua, poderle entender, que él entienda también que para nosotros es una preocupación. Podemos necesitar tranquilidad, no estar siempre pendiente de si estudia, de si no estudia.

Podemos necesitar también cercanía con él, porque nos duele este desencuentro que puede haber en la relación. Y ahí bajamos… Digo «bajar» porque es lineal este proceso. …el cuarto escalón: ¿Qué acciones y qué voy a pedir para cuidar de manera eficaz de estas necesidades?

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REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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