El efecto IKEA hace referencia a cómo hacer de forma voluntaria una tarea o trabajo que implique dificultad, y el esfuerzo puede ayudar a que nos sintamos mejor con nosotros mismos al final del proceso. El efecto IKEA recibe este nombre debido a que la famosa tienda de muebles puede hacer uso de este bias cognitivo a través de darnos sus muebles sin montar, así al final del proceso no solo tenemos nuevos muebles de nuestra elección sino que nos sentimos mucho más satisfechos gracias a la diferencia entre el proceso de hacer algo difícil y el momento de acabarlo. Somos animales que usan comparaciones para medir el valor real de algo, de forma que si estamos acostumbrados a trabajar con disciplina y salir de nuestra zona de confort, también es más probable que nos sintamos más satisfechos. Otro bias que entra en juego es el del creador. El bias, o sesgo cognitivo, del creador, hace referencia a cómo consideramos que cualquier cosa que hagamos nosotros es mejor, o al menos más especial, simplemente por el hecho de que lo hayamos hecho nosotros. De esta forma IKEA saca partido a la táctica que permitió que creciese el sector de las mezclas de pasteles preparadas.
En el siglo XX nacieron por primera vez las mezclas de pasteles preparadas. Estas mezclas empezaron vendiendo todos los ingredientes de forma que tan solo tenía que cocinarse y se podía conseguir un pastel. Pero el problema que vieron fue que la gente compraba estos pasteles, pero el efecto del boca a boca era casi inexistente, debido a que hacer estos pasteles era tan fácil que “no merecía la pena” decir cómo los habían preparado o comprado.
Ante esta situación, las principales marcas eliminaron los huevos de sus mezclas, de forma que ahora necesitaban añadir un huevo por su cuenta para preparar el pastel. El resultado de este pequeño cambio, que a simple vista parecería simplemente más trabajo, fue que se podía sacar partido del bias del creador y los compradores estaban dispuestos a compartir de donde habían comprado el pastel.
Parece que las tortillas con unos cuantos huevos rotos pueden ser mucho más atractivas. Y esto no se aplica sólo a nivel de muebles o pasteles, sino también a nivel de trabajo.
El efecto IKEA es la razón por la que tantas personas que empiezan en el mundo del emprendimiento se quedan aun cuando es un proceso mucho más difícil y con mucho más estrés, simplemente porque de la misma forma que poner algo de sal a un postre puede hacerlo aún más dulce, trabajar duro para conseguir algo hace que el resultado sea mucho más satisfactorio.
Crear la oportunidad de que nuestros clientes creen, o elijan, el producto que más se adapte a sus necesidades nos permite darles una oportunidad para convertirse en los “protagonistas” de su historia y tener un logro más ese día. (thetowerpsicologia.com)
Efecto Ikea: cinco características que debemos conocer
El efecto Ikea tiene casi tantos años como la propia multinacional sueca. No obstante, fue en el 2011 cuando este sesgo cognitivo fue acuñado por primera vez. Fueron los doctores Michael I. Norton de la Escuela de Negocios de Harvard y Daniel Mochon de la Universidad de Yale quienes describieron en un estudio esa tendencia a valorar mucho más un producto cuando lo elaboramos por nosotros mismos.
Algo que pudo verse en este trabajo es que cuando los consumidores montaban los muebles por sí mismos, le daban mayor valor al producto final. Se creaba una especie de vínculo de cariño a esa cama que ensamblaron, a esa mesa que montaron o a esas sillas que recibieron en piezas sueltas. Ahora bien, existía un detalle y es que ese montaje no debía ser excesivamente complejo.
Ahora bien, el efecto Ikea nos dice muchas más cosas…
Aunque creas lo contrario, no estás pagando menos
La estrategia para las grandes empresas es inteligente y muy beneficiosa. Algo que descubrieron los responsables de este estudio, Norton y Mochon, es que el efecto Ikea hace que cuanto más nos esforcemos en algo más lo valoraremos. Esto hace que no seamos conscientes de que, en realidad, estamos pagando más por un producto que debería costar mucho menos (dado que el fabricante se está evitando los costes de montaje).
Empresas como la propia Ikea y también Build-a-Bear (construye tu propio osito de peluche) siguen este modelo comercial. Es más, también se da otro hecho y es que creemos erróneamente que al ser el cliente el que monta el mueble, el precio que vemos es económico. Cuando en realidad, no es así.
Efecto Ikea, aunque el mueble esté torcido, es “mi mueble”
El efecto Ikea se asienta también sobre otro curioso sesgo cognitivo: el de dotación. Este término nos dice que a veces, establecemos un sentido de propiedad sobre aquello que hemos hecho nosotros mismos. No importa, por ejemplo, que esa mesita de la habitación esté torcida. Es mi mesita porque yo la monté, porque dediqué casi dos horas en ensamblarla y ese objeto tiene por tanto una parte de mí. Aunque el resultado final no sea idóneo. (lamenteesmaravillosa.com)
Fuentes:
REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO