En los últimos años, podríamos decir que estamos en la sociedad de los likes. Un mundo en el que parece que la imagen que proyectamos en redes sociales ha adquirido una gran importancia para un sector importante de la población.
Muchas personas se desviven por subir a la red su mejor foto de las vacaciones, por demostrar que han estado en aquella fiesta cool o en aquel evento popular. Para algunas personas, recibir me gustas, corazones, estrellas o likes tiene gran importancia, como medida de la validación social que reciben y de su estatus social.
Lo que se muestra en internet es lo que existe
Muchas personas parecen tener un especial interés en demostrar a todo el mundo lo mucho que han disfrutado de sus experiencias, más que en vivirlas y disfrutarlas plenamente.
Los adolescentes se ven especialmente afectados por esta tendencia. Muchos jóvenes publican fotos dirigidas a recibir likes de sus compañeros y amigos. Selfies con muchos filtros, con rostros serios y profundos y poses de modelo.
Vídeos bailando twerking con una imagen hipersexualizada. Instantáneas que demuestran su asistencia a las fiestas o conciertos de moda. El número de me gustas recibidos por esas publicaciones constituyen una muestra de validación social. Y los jóvenes siguen publicando esos contenidos, alentados por ese refuerzo social.
Pero esta tendencia no afecta únicamente a los adolescentes. Muchos adultos han caído también en la trampa de la búsqueda de likes y seguidores.
Han aumentado tendencias como el sharenting: madres y padres que exponen toda la vida de sus hijos/as en blogs y redes sociales: la educación, la hora del paseo, el embarazo, los cumpleaños, ideas de peinados y vestidos, todo ello acompañado por una imagen muy cuidada, colores pastel y ropita de boutique conjuntada con los lazos.
Son las Instamamis, que en algunos casos hacen del family blogging su modo de vida, monetizando las imágenes de su familia y haciendo publicidad de productos (champús, colonias, cremas, productos infantiles, etc). Otra familias imitan esta tendencia buscando “la foto familiar perfecta” para Instagram y exponen el día a día de su familia, sin ser conscientes de la pérdida de privacidad de sus hijos/as menores.
Muchos adultos comparten fotos de sus experiencias, pero no cualquier imagen, sino aquellas que arrojan una luz más favorecedora sobre su vida, sus actividades y sobre ellos mismos. Las fotos del viaje a un destino con “magia”, de aquel retazo de la playa que parece un paraíso (aunque a 30 metros haya escombros o basura), de los platos que nos han servido en aquel restaurante de lujo (aunque a la comida le faltase sal) o las fotos de nuestro hijo en aquel partido de fútbol que ganó (que se vea bien la medalla).
En cualquier evento o espectáculo, muchos espectadores no parecen estar disfrutando de él, sino grabando cada segundo del mismo y subiendo fotos o vídeos a su estado de whatsapp o a su perfil de Facebook. Más que disfrutar de las experiencias, la gente parece tener un especial interés en demostrar que han disfrutado.
¿Cuáles son las causas de este fenómeno?
¿Por qué es tan importante para la gente recibir me gustas? ¿Por qué tantas personas cuelgan sus mejores fotos en redes sociales, como si necesitaran demostrar que han hecho el viaje, que han estado en el concierto, o que han acudido a la fiesta?
Se me ocurren algunas posibles razones. Cabe realizar una reflexión sobre si podrían influir algunas de ellas o todas.
El afán de demostrar que “no somos menos” que los demás. El no quedar por debajo de nuestro compañero de trabajo o de nuestro vecino, que también cuelgan ese tipo de fotografías. Las imágenes que compartimos pueden reflejar aspectos que queremos resaltar ante los demás (estatus económico o social, popularidad, éxito personal, habilidades, tener una vida “que no tiene nada que envidiar a la de nadie”).
En realidad esta tendencia ya existía antes de generalizarse las redes sociales (exhibir un coche de alta gama o el apartamento en la playa, y en el caso de los adolescentes tener unas zapatillas caras o ropa de marca, son dos ejemplos de conductas que ya existían, aunque ahora las redes sociales nos han proporcionado un escaparate que nos permite hacerlo a una escala mucho mayor).
La necesidad de validación y aprobación. Recibir muchos likes parece significar que lo que hemos compartido ha agradado a otras personas, que aprueban nuestras acciones y las validan. Esto puede contribuir a reforzar la autoestima de algunas personas (especialmente personas con una autoestima frágil, que necesitan de esos refuerzos para reafirmarse).
Buscar popularidad o sentido de pertenencia. Vivimos en una sociedad individualista, materialista, donde el éxito se refleja en logros individuales y donde la pérdida de vínculos comunitarios han aumentado el aislamiento y la marginación de muchas personas.
Publicar una foto de la fiesta más cool de la Universidad y recibir muchos likes al respecto, puede hacernos sentir que somos reconocidos y valorados por la comunidad. Nos reafirma en la idea (y demuestra a los demás) que no estamos marginados. Leyendo esto, no es de extrañar que algunos adolescentes (y adultos) busquen recibir este refuerzo social.
Las personas como “marca” u objeto de consumo. Vivimos en una sociedad capitalista, en una sociedad de consumo. Existen toda una serie de técnicas de marketing para vender productos y servicios. Los personajes públicos emplean esas mismas técnicas para vender su “marca personal”.
Actores y actrices, políticos, famosos, bloggers, tiktokers, influencers, e incluso muchos ciudadanos corrientes que aspiran a un puesto de trabajo o a mejorar su carrera profesional, emplean esas mismas técnicas. Teniendo en cuenta que los personajes más populares de nuestra sociedad cuidan al extremo su imagen pública y emplean técnicas de “marca personal”, no resulta extraño que esto se extienda al resto de usuarios de las redes sociales, que quieren mostrarse ante los demás bajo una luz favorable.
Los likes como medida cuantitativa del éxito. ¿Cómo se mide el éxito social? ¿Cómo demostrar ante amigos o conocidos que “yo no soy un don nadie”? Puesto que resulta de “mal gusto” mostrar la nómina sin más, el éxito se valora a través de la imagen que proyectamos. Las apariencias son un indicador de éxito o de fracaso social o personal.
Si en nuestro perfil de Instagram mostramos unas vacaciones de ensueño, una vestimenta con mucho estilo, una casa preciosa, o una vida social divertida, variada y enriquecedora, exponiendo unas hermosas imágenes seleccionadas cuidadosamente, recibiremos muchos likes. Y esos corazones nos sirven como medida cuantitativa del éxito.
La imagen de “positividad”. En nuestra sociedad se rechazan algunos aspectos naturales de la vida humana, como son el sufrimiento, la vulnerabilidad o la muerte. Aunque con algunas excepciones, las cuentas más populares suelen mostrar una imagen positiva y alegre. Una vida familiar idílica, fiestas o conciertos con amigos, viajes exclusivos, el modelito más in, todo eso suele ser bien valorado.
Cuando un adolescente quiere aumentar su popularidad en redes sociales, tiende a colgar imágenes de fiestas, conciertos o actividades que van a ser consideradas como cool por sus compañeros y amigos. Normalmente no se expone a la vista del público nuestra vulnerabilidad, nuestras dificultades, temores o dudas, aunque también formen parte de nuestra realidad.
La sociedad del malestar
Pese a todo lo anterior, las cifras relativas a la salud mental, la pobreza, la exclusión social o el desempleo, nos muestran una realidad totalmente diferente. Nuestra sociedad dista mucho de parecerse al muy cuqui “mundo de Instagram”.
Salud mental
Una de cada cinco personas padecerá un problema de salud mental a lo largo de su vida. La depresión es uno de los trastornos más frecuentes, que afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo, según la OMS. España es el cuarto país de Europa con más casos de depresión.
En España, según la Encuesta Nacional de Salud, el 10,7% de la población consume tranquilizantes y el 4,8% antidepresivos. Entre el 20% y el 45% de los adolescentes se han autolesionado alguna vez, según varios estudios europeos. Esto afecta especialmente a las chicas y a partir de 2º de la ESO. Los trastornos de la conducta alimentaria han duplicado su prevalencia a partir de la pandemia.
Suicidio
Cada día se suicidan 11 personas en España. El suicidio es ya la primera causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años, según datos del INE. En el resto de la población es la primera causa de muerte no natural.
Pobreza
Un 20,4% de los españoles están en riesgo de pobreza (una quinta parte de la población). Se estima que 1 de cada 3 niños vive en riesgo de pobreza y exclusión social. Las familias con hijos a cargo y las familias monoparentales encabezadas por mujeres tienen un riesgo superior. La tasa de desempleo es de un 13,26%, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa. Muchas familias tienen dificultades para cubrir sus gastos básicos.
Acoso escolar
Un 13,4% de los chicos y un 11% de las chicas manifiestan haber sufrido acoso escolar, en el ‘Estudio sobre las conductas saludables de los adolescentes escolarizados en España’ elaborado por HBSC, siendo la edad más peligrosa los 11–12 años y manteniéndose en cifras aún elevadas entre los 13 y los 15, para descender entre los 16 y los 18. El acoso escolar puede dejar secuelas psicológicas irreversibles en muchos niños/as y adolescentes e incluso conducir al suicidio.
Exclusión social
En España hay colectivos que sufren situaciones de marginación y de exclusión social, como son las personas de etnia gitana, las personas migrantes en situación irregular, las personas con discapacidad, las personas con un trastorno mental grave o las personas sin hogar. Estas personas tienen dificultades para el acceso a bienes y servicios básicos, como el empleo o la vivienda.
Todos estos datos y muchos otros (la polarización y crispación en España, el ascenso de la extrema derecha y la normalización de los discursos de odio, el malestar y descontento social), no parecen mostrar una sociedad feliz ni idílica.
Entonces, ¿cuál es el objetivo de dar una imagen tan edulcorada de nuestra vida en redes sociales? ¿Está la gente queriendo mostrar que “ellos” están mejor que el resto de la gente y que se mantienen a flote?
Apariencias y jerarquía social
Todo esto recuerda un poco a un episodio de la serie Black Mirror titulado Nosedive o Caída en picado. En este episodio, la tecnología está muy avanzada y todo el mundo puede clasificar a las personas con las que interactúa en su vida cotidiana, asignándoles de una a cinco estrellas, a través de una app.
El ranking de estrellas de cada persona es público y determina su estatus social. Este ranking puede influir a la hora de conseguir un trabajo, alquilar un piso, tener amigos o conseguir pareja, ya que todo el mundo puede ver la puntuación de una persona. En este contexto, se moldea la conducta y la apariencia de las personas, ya que todo influye en el ranking.
Si vamos a una fiesta de personas populares, recibiremos buenas valoraciones, quizá podamos alcanzar una puntuación de 4,5 estrellas. Si nos han despedido del trabajo, nuestro ranking disminuye. Puede que tengamos dificultades para ser contratados, hacer nuevos amigos o encontrar pareja (nadie querría salir con una pareja de estatus bajo).
Esta sociedad distópica es una ficción, pero salvando las distancias, se pueden establecer algunas analogías con lo que está sucediendo en nuestras sociedades modernas. ¿Qué pasaría si empezáramos a valorar a las personas por los likes que tienen en Instagram o por su número de seguidores en Twitter o en TikTok? ¿Hay ya personas que valoran a los demás en base a estos números?
Lo que parece indudable es que la obtención de me gustas está influyendo en la conducta de las personas, que parecen prestar más atención a conseguir el vídeo o la foto perfecta que a disfrutar de la actividad que están realizando.
Desde la adolescente que perrea en TikTok para obtener el aplauso de sus iguales, pasando por el trabajador precario que pone fotos del hotel con piscina en el que está pasando 4 días de vacaciones, hasta esa amiga que cuelga compulsivamente fotos de todos los platos que le sirven cuando va a un restaurante.
La compañera de instituto cuyos selfies en Instagram son casi irreconocibles, de tantos filtros como llevan. La influencer que tiene varios hijos y una casa de ensueño, porque se gana la vida publicando “contenidos de vida familiar”, y lo que le reporta audiencia no son los consejos o pautas de crianza, sino el tener muchos hijos, vestirlos muy monos con ropa conjuntada y tener una decoración muy bonita y estudiada. Y por supuesto, vender una imagen de tener todo bajo control, de familia idílica y de vida perfecta, cuando esto raras veces es real.
Autora: Carmen Alemany es Trabajadora Social y Periodista. Escribe artículos de análisis sobre diversas problemáticas sociales. Publica en prensa y revistas especializadas, además trabaja con adolescentes y jóvenes. medium.com
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REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO