“Para ir al psicólogo no es necesario estar loco: la salud mental es un derecho, no un excentricismo”. Es una de las perlas de este psicoanalista, especializado en tratar las neurosis, las perversiones y las psicosis. “El hecho de no poder más con su angustia es siempre el motivo que impulsa a las personas a consultar”. Gabriel Rolón nació en Buenos Aires, en 1961, y aunque su actividad se centra en la psicología clínica, y está especializado en el tratamiento de las neurosis, las perversiones y las psicosis, también es autor de varios libros, ha sido columnista de la revista Psicología positiva, y ha participado con éxito en programas de radio y televisión en Argentina. La respuesta está en ti narra la experiencia de cinco pacientes que recurren al análisis para curar su angustia vital. Estas personas se sienten abrumadas por la inseguridad, la insatisfacción con su forma de ser y de vivir, y el miedo ante situaciones que no saben cómo manejar. El paciente “sufre, se pregunta qué tiene que ver con su dolor, y siente que solo no encuentra las respuestas”, y el analista actúa como una especie de detective psicológico que escucha al paciente y es capaz de extraer datos de su discurso, que le ayuden a formular hipótesis y alcanzar conclusiones.
Yo descubrí la figura del psicoanalista en las películas de Woody Allen, y me sorprendió que en Estados Unidos acudir regularmente a un analista se considerase normal. ¿La sociedad del bienestar es la responsable de que muchas personas necesiten terapia, o por el contrario, pone a disposición del individuo los medios para aliviar su malestar emocional?
Yo estoy de acuerdo con esta segunda opinión. En la eterna división mente-cuerpo que se ha hecho siempre con respecto al ser humano, la salud parece haber quedado del lado del cuerpo, mientras que los dolores de la mente, los dolores emocionales, han sido marginados de esta consideración. Entonces, si alguien tiene una angina se le reconoce su dolencia y se le habilita la consulta a un profesional que lo ayude.
“Para ir al psicólogo no es necesario estar loco, la salud mental es un derecho y no un excentricismo”
En cambio, si alguien pierde un hijo, o una relación de pareja o un trabajo, se le dice que se arregle solo, que ponga ganas. Y, le juro, que mucho más he visto sufrir a alguien por la muerte de un hijo que por una angina. Por suerte las cosas van cambiando y, en algunos lugares más que en otros, obviamente, ya se ha instalado la idea de que para ir al psicólogo no es necesario estar loco y que la salud mental es un derecho y no un excentricismo.
En el libro explica que antes de aceptar tratar a un paciente mantiene varias entrevistas con él. ¿Cuáles son los motivos más comunes por los que decide no iniciar la terapia?
Hacerse cargo de un caso es aceptar un compromiso muy fuerte con el paciente y tengo que estar seguro de varias cosas. En primer lugar de que la persona necesita análisis. Un médico no le saca el apéndice a un paciente a pedido, sino que evalúa y decide que lo necesita. De la misma forma, yo me cercioro primero de que sea algo aconsejable en cada caso.
En segundo lugar, que mi técnica, el psicoanálisis, sea la más apropiada para su dolencia. Porque a lo mejor necesita ayuda, pero me parece que funcionaría mejor con una terapia focalizada, o conductiva conductual, o sistémica. Y, por último, cuestiones éticas. Quiero decir con esto que la problemática del paciente no tiene que afectarme desde lo personal de modo tal que no pueda escucharlo e intervenir como corresponde. Por eso, por ejemplo, no atiendo abusadores. Porque me generan sentimientos que no puedo manejar y estoy, por ende, incapacitado para ayudarlos.
Norma consigue superar sus ataques de pánico, pero sigue acudiendo a terapia dos años después. Personas cercanas a mí que comenzaron una terapia tras un hecho traumático, continúan con el análisis a pesar de que afirman estar satisfechos con su relación actual, su trabajo, y su forma de vivir en general. Parece que tuvieran miedo de romper algún tipo de equilibrio si abandonan la terapia, ¿puede el análisis generar dependencia?
Puede, pero el analista debe evitarlo. Allí está el buen hacer del profesional. Lo cual no quiere decir que superado el motivo de consulta el paciente no puede elegir seguir concurriendo, porque el análisis es más que una terapia. La terapia intenta poner en su lugar algo que se había desequilibrado y que hacía sufrir al sujeto.
El análisis logra esto, pero apunta a más. De modo que, si así lo desea, el paciente puede seguir concurriendo para hablar y pensar en cosas que hacen a su vida y a su historia y que, aún superado el síntoma, le sigan generando interrogantes.
El ambiente en el que se ha criado Luciana la convierte en una presa fácil para un maltratador. Como Luciana, las víctimas de maltrato suelen justificar a sus agresores, y no piden ayuda porque piensan que la culpa es suya, sin embargo, nadie aconseja a Luciana que acuda a su consulta, ¿qué cree que la impulsa a tomar esa decisión?
El hecho de no poder más con su angustia. En general este es siempre el motivo que, de un modo manifiesto o latente, impulsa a las personas víctimas de maltrato a consultar. Hay algo que va más allá del dolor, algo que no encuentra ni palabras ni sentido, a eso le llamamos angustia. Y cuando la angustia invade y ya los síntomas no alcanzan para controlarla, allí aparece la demanda de análisis.
¿Puede la terapia ayudar a un maltratador que quiere dejar de serlo?
Nuevamente es la angustia la que marca la posibilidad de cambiar o no. Si el maltratador quiere dejar de serlo por conveniencia o por una evaluación puramente intelectual de que lo que hace está mal, o porque se lo dicen sus amigos o su familia, es muy difícil que ninguna terapia pueda hacer algo por él. En cambio, si viene angustiado por no poder controlar su violencia, si se avergüenza, si se siente culpable de sus actitudes, allí se abre la puerta para que con un análisis intente modificar lo que lo angustia.
Esta entrevista fue publicada originalmente por Web Consultas: webconsultas.com
REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO