Psicólogo y autor de ‘Más fuerte que la adversidad’, una guía para afrontar la incertidumbre. De los acontecimientos vitales estresantes se puede aprender y salir fortalecido, asegura Walter Riso, que nos da las claves para afrontar la incertidumbre y la fatiga pandémica y recuperar el bienestar emocional. La incertidumbre y la fatiga emocional son dos de las consecuencias de la pandemia por coronavirus y las medidas que se han tenido que adoptar para intentar frenarla cuarentena, distanciamiento social, uso continuado de mascarilla. El prestigioso psicólogo Walter Riso, especialista en Terapia Cognitiva, enseña cómo manejar mejor esta situación inesperada en su nuevo libro ‘Más fuerte que la adversidad, cómo afrontar los acontecimientos estresantes, aprender de ellos y salir fortalecido’ (Editorial Planeta).
El experto afirma que la resiliencia, la capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias vitales y desarrollar un crecimiento postraumático y la solidaridad, son y seguirán siendo las claves para conseguirlo, y nos explica qué debemos hacer para combatir la fatiga pandémica y fomentar o recuperar la motivación y el bienestar emocional.
Entrevista a Walter Riso
“No se puede vivir en una burbuja de cristal y la gente que tenía esa actitud ahora no sabe qué hacer, pero también hay gente que está descubriendo que es más fuerte de lo que pensaba”
¿Cuáles son las secuelas psicológicas más frecuentes que está dejando la pandemia y qué se debe hacer para afrontarlas y superarlas?
Si yo pudiera decirte qué se debe hacer para superarlas estaría con una túnica azafranada, calvo, en la cima de una montaña y con millones de seguidores (risas). La gente consulta por muchas cosas, pero la incertidumbre es la principal, y ahora existe un fenómeno que nos afecta prácticamente a todos: una especie de fatiga emocional. Y digo fatiga emocional porque lo que nos está ocurriendo a todos se asemeja a una montaña rusa en la que subís con emoción (vamos a salir, tenemos ya la vacuna…) y, en pleno camino, te llega la decepción (de pronto no van a llegar, hay cepas nuevas). Estamos sometidos a ese tipo de información, además de las fake news, y la mente no está preparada para subir y bajar tanto y tan seguido. Y cuando esto se mantiene durante meses empieza el fenómeno de la desesperanza, que es la prima-hermana de la depresión.
La desesperanza ocurre cuando tú estás ante cualquier situación estresante o adversa que escapa de tu control, y creo que hay una actitud que si la gente la asume le va a servir mucho, que viene de los estoicos en terapia cognitiva lo aplicamos mucho–, y que consiste en distinguir lo que depende de ti y lo que no depende de ti. Porque si depende de ti puedes intervenir de muchas formas, pero lo que no depende de ti lo tienes que dejar porque es incontrolable.
Por ejemplo, yo no puedo parar el virus y en este momento estoy en una estructura de amenaza constante que no puedo cambiar pero, ¿Qué está bajo mi control? Crear un ambiente motivacional, un ambiente de paz a mi alrededor, empezar a tener cercanía con la gente que quiero, sacarme de encima a la gente tóxica y fatalista, hacer ejercicio.
Estábamos inmersos en un amasijo histérico de multitarea; la gente andaba con el piloto automático, el procesamiento automático, no reflexionaba; y la mirada tuvo que cambiar, y cuando cambia la mirada empiezan a descubrir un montón de cosas. Por ejemplo, a la gente le faltaba tiempo, y ahora le sobra, pero nos han enseñado que tenemos que estar ocupados, la sociedad nos quiere productivos, así que hemos eliminado la pereza; y la pereza ayuda, el aburrimiento puede ser creativo.
Es como si la vida fuera un estanque transparente y se hubiese producido un sacudón, y al moverse las aguas del estanque salió el mugre de abajo y empezaron a aparecer un montón de cosas que desconocíamos. Por ejemplo, una señora me llamó y me dijo “estoy preocupadísima porque mi marido tiene un cociente intelectual bajito y yo no lo sabía”; otra me dijo “no me aguanto a mis hijos, soy una mala madre”; un tipo me dijo “mi esposa no pensé que era tan fea”. Y es que eran familias de fin de semana.
La ansiedad anticipatoria es sufrir por algo que aún no ha ocurrido. ¿Cómo gestionamos entonces esta incertidumbre?
La incertidumbre y la fatiga emocional hay que manejarlas teniendo siempre en cuenta lo que depende de mí y lo que no depende de mí, como te decía. Hay que aprender eso como una forma de vida, y entender que el ser humano es muy mal adivinador de su futuro. Imagínate un hipocondríaco que desde hace 10 años dice 100 veces al día dice que tiene una enfermedad. Le puedes decir “usted ha anticipado esto 930.000 veces según mis cálculos, ¿Cuántas ha adivinado? Ninguna. Si fuera un adivino se moriría de hambre, así que la próxima vez que tenga una anticipación catastrófica vaya anotándolo en una libreta, y entre paréntesis va a poner: no pego una”. Eso ayuda muchísimo porque la incertidumbre, junto al vacío informacional, permite que la gente pueda hacer anticipaciones catastróficas.
“Yo no puedo parar el virus, pero sí puedo crear un ambiente motivacional y de paz a mi alrededor, tener cercanía con la gente que quiero, sacarme de encima a la gente tóxica y fatalista, hacer ejercicio”
Otra cosa muy importante es tener una actitud realista. Dicen que hay que ser optimista, pero es tan peligroso un pesimista extremo como un optimista extremo. El pesimista ya sabemos por qué, pero el optimista extremo te hace bajar la guardia y descuidarte en muchos aspectos. El realismo es el punto medio: ver las cosas como están; y para ello necesito un pensamiento crítico y un optimismo entre leve y moderado, porque el pesimismo puede hacer caer en una depresión.
Leo en libros de crecimiento decir que la vida es bella, pero, ¿no ven lo que está pasando en Siria, y en el mundo entero? ¿No ven el hambre que hay?
“La incertidumbre, junto al vacío informacional, permite que la gente pueda hacer anticipaciones catastróficas”
Pero hay un lenguaje bélico que a mí me gusta en estos casos y que utilizan los médicos cuando dicen que tenemos que vencer a este invasor. Hay un guerrero que todos llevamos dentro, que es el sistema inmune, y que nos ha defendido en mil batallas. Pero en esta él solo no alcanza y lo tenemos que ayudar cada uno y sacar al otro guerrero, que es la conciencia. Muchos de mis pacientes me han dicho “doctor, yo no sabía que era tan fuerte, que era capaz de luchar de esta manera”. La gente está descubriendo que es más fuerte de lo que pensaba.
¿Qué aprendizajes podemos obtener de la adversidad y del sufrimiento constructivo?
Cuando estás ante un fenómeno de adversidad individual o colectivo, como este, tú puedes hacer un estrés postraumático como los soldados que vienen del frente, y que es algo muy complicado, o puedes hacer un crecimiento postraumático, en el que tus creencias básicas empiezan a revisarse, a reestructurarse. El crecimiento postraumático no solamente es resiliencia, es un paso más porque no solo te recuperas, sino que desarrollas tres tipos nuevos de visiones: una visión frente a tu vida distinta donde empiezas a ver aspectos tuyos que no conocías; una visión del mundo distinta, y una relación con el cosmos, con el universo, diferente.
En este crecimiento lo que la gente va a descubrir es que ese cambio de paradigma, de esquema, los puede llevar a tres cosas que voy a explicar; y si uno logra hacer estas tres cosas, creo que le va a ir bien en la vida en términos de salud mental. La primera es separar lo importante de lo no importante; una cuestión que se logró ahora porque pensábamos que muchas cosas eran importantes y no lo eran, porque manejábamos los valores externos de la sociedad, y no los propios. Segundo: volver prescindible lo imprescindible. Y ahí estamos en el tema del desapego, porque algunas personas aseguraban: “es que yo no puedo vivir sin esto”. Y la tercera es aceptar incondicionalmente lo inevitable. Yo también llamo a esto la filosofía del importaculismo, del “me importa un rábano”.
“Es tan peligroso un pesimista extremo como un optimista extremo. El pesimista ya sabemos por qué, pero el optimista extremo te hace bajar la guardia y descuidarte en muchos aspectos”
Creo que mucha gente ha logrado esas tres cosas, en mayor o menor medida, y en muchos casos se han dado cuenta de que los que eran amigos no son tan amigos, que tenían una relación de pareja que solo se sobrellevaba, que el contacto físico es importante, y el abrazo, y la risa, y el humor. Tenemos que entender que nosotros seguimos en confinamiento, y eso tiene muchas consecuencias sobre las emociones, porque somos mamíferos y necesitamos movimiento, luz y libertad, y la libertad está muy acotada por las restricciones para frenar el virus, y ahora extrañamos cosas que antes nos parecían normales.
Y hay algo más que la gente está aprendiendo: a no procrastinar, a no postergar, porque, ¿Cuántas veces en la vida postergamos? Y así evitas el miedo, pero no lo vences. Lo peor es evitar, lo mejor es ser audaz, correr riesgos responsables. Y todas estas cosas la gente las está procesando. Tras la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil española, se comprobó que la posguerra suele ser también muy dura, y las dos consecuencias principales que vamos a sufrir tras la pandemia son la económica y la psicológica.
La psicológica, además, ya la estáis viendo los especialistas
Sí, pero hay una cuestión que uno puede alcanzar por cuenta propia. Si se trata de una patología no, obviamente. Y te pongo un ejemplo personal: yo, después de tantos años de atender pacientes y de ver tantas cosas, cuando viajo a Colombia voy a un cerro donde hay un hombre que cuida mulas y del que me hice amigo, y cuando veo los ojos de ese hombre encuentro una tranquilidad y una paz…, que le considero mi psicólogo y le cuento mis problemas. Y se va y trae media botella de aguardiente, y nos la tomamos, y yo salgo entendiendo muchas cosas.
“Tenemos heridas emocionales que nos recuerdan cosas, y de muchas hemos salido victoriosos y es un motivo de orgullo”
Hay una sabiduría silenciosa que se contagia, y que era la misma que tenía Sócrates. Y los profesionales son necesarios, pero también se necesita un poco de sabiduría, ser un poco más lúcido, hacerme cargo de mí mismo, el autogobierno… Y ese es más o menos el mensaje que me da este señor. Y cuando le pregunto cómo es que está tan tranquilo en la vida, me responde: “porque yo solo deseo lo que tengo”. Es lo mismo que decían los griegos antiguos y resulta que un tipo en una montaña en Colombia, que arrea mulas, tiene el mismo principio que tenían los sabios griegos.
He leído que experimentar tres o más acontecimientos vitales estresantes (AVE) en menos de seis meses puede generar estrés postraumático. ¿Es posible superarlo entonces sin ayuda profesional?
Para el estrés postraumático siempre hay que buscar tratamiento porque los síntomas son muy impactantes. Además de pesadillas o insomnio, produce un estrés y una ansiedad incontrolables, hay flashbacks permanentemente en los que les vienen imágenes de la situación traumática. En esos casos sí se necesita ayuda profesional, pero el crecimiento postraumático se puede lograr a nivel personal.
En el libro hay un capítulo en el que hablo del kintsukuroi, que es algo genial. Significa artesano del oro y es una costumbre japonesa. Cuando se rompen las vajillas, en vez de tirarlas las pegan, y en la zona por la que queda pegada la pieza le ponen un borde de oro y de platino. Y ese objeto adquiere más valor, la gente paga más por él porque se recuperó, tiene su propia historia a la vista; tiene sus heridas, que le embellecen. Nosotros tenemos heridas emocionales y, volviendo con la analogía del guerrero, nos recuerdan muchas situaciones y de muchas de ellas hemos salido victoriosos, y eso puede ser un motivo de orgullo. Eso es el kintsukuroi, una filosofía de vida que yo he aplicado en el tratamiento de muchos de mis pacientes.
“Seguimos en confinamiento y eso tiene muchas consecuencias sobre las emociones, porque somos mamíferos y necesitamos movimiento, luz y libertad”
Por ejemplo, tenía un paciente que sudaba mucho y tenía miedo a sudar en público, así que llevaba siempre ropa blanca y se había limitado socialmente. En psicología existe algo que se conoce como intención paradójica, y propone que cuando llegues a un lugar cuentes tu problema de entrada; en este caso: “yo sudo mucho y por eso llevo ropa blanca, para evitar que se vean las manchas debajo de las axilas, porque me da miedo que la gente descubra esto”. Él está mostrando su herida, pero lo está haciendo con dignidad, y lo paradójico es que funciona porque la gente ya lo sabe y su temor era que se descubriera.
¿Crees que la pandemia y sus consecuencias nos ayudarán a mejorar como personas o a valorar más lo que tenemos?
En algunas cosas sí, y en otras no, porque nos hemos enfrentado a situaciones peores en la historia de la humanidad y la gente no ha cambiado. Por eso, no creo que cambie el egoísmo, ni que la gente deje de estafar. Pero creo que se va a desarrollar más el pensamiento controlado; o sea, la atención despierta: la gente no va a querer ser más una especie de robot vestido.
¿Vamos a ser más solidarios después de esto? Si no hemos sido solidarios en otros momentos, no va a ocurrir ahora. La solidaridad es clave, porque es como estar sindicalizados contra el coronavirus, pero ahora estamos apelando a la responsabilidad individual, que es muy importante. El individuo como tal tiene que entender que él tiene una responsabilidad real en esto, pero existe un gran problema y por eso creo que la cosa no va a cambiar del todo, y es que hay demasiados negacionistas.
Igual que la posguerra suele ser también muy dura, tras la pandemia las dos consecuencias principales que vamos a sufrir son la económica y la psicológica
He llegado a escuchar que el presidente de la OMS es un reptiliano, es decir, un marciano que vino en forma de reptil y se apoderó de él, y que hay muchos que están invadidos por reptilianos. Y el que lo dice no está loco, no tiene delirios. Hay otros que dicen que Darwin no existió, que la evolución no existe, y todo eso no va a cambiar.
Por eso hay que esperar que el cambio sea individual, más que social. Individualmente sí creo que podemos cambiar, y los que se han preocupado por hacerlo tienen una actitud sana y autocrítica, pero como sociedad no creo que cambiemos mucho, soy un poco escéptico al respecto. Pero si se produce un cambio a nivel individual eso se va a reflejar en la sociedad algún día.
Fíjate que a veces uno se pregunta: “por qué no actuamos por convicción, en vez de actuar por miedo”. Eso se puede aprender. Escribir un libro como este implica un reto personal y una responsabilidad profesional, porque es necesario que la gente pueda entenderlo y pueda aplicar lo que propongo. Además de en España, ha salido en toda América, desde Chile hasta Estados Unidos, y la respuesta ha sido muy buena y a la mayoría de la gente le sirve, les produce tranquilidad porque ven que hay salida.
Esta entrevista fue publicada por: webconsultas.com
REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO