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Irina Méndez: “Los adultos no son los únicos que se deprimen, los niños y los adolescentes también”

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“Los adultos no son los únicos que se deprimen, los niños y los adolescentes también” pueden.  Aún así, la manifestación de la depresión es distinta, por ello psiquiatras y psicólogos infantiles recomiendan a los padres estar muy atentos a la sintomatología que puedan presentar sus hijos. Esta semana, Iria Méndez, Médico Adjunto Especialista en Psiquiatría y Psicología Infantil y Juvenil en el Institut de Neurociències del Hospital Clínic de Barcelona, colaboradora del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, y especialista en el tratamiento de trastornos afectivos infantiles, nos habla de esta manifestación y de cómo detectarla.
¿Existe la depresión infantil?

Sí. Durante muchos años se discutió si la depresión infantil existía o no. Hasta los años 80 hubo cierto escepticismo acerca de la existencia de enfermedades afectivas en edades pediátricas y sobre la necesidad de tratamiento en estas etapas, pero la evidencia acumulada demostró la eficacia del diagnóstico y del tratamiento precoz en la depresión infantil, así como la utilidad de programas específicos de prevención.  De hecho, actualmente sabemos que entre un 1 y un 3 % de los niños menores de 18 años sufre un cuadro depresivo, y que éste es más frecuente en adolescentes.

¿Qué síntomas presenta una depresión infantil?

En ocasiones es difícil detectar la sintomatología.  Los síntomas son los mismos que en el adulto, pero el modo de manifestarse es distinto. Los niños son inmaduros en el lenguaje y no pueden expresar la tristeza con las mismas palabras que los mayores. Actualmente lo que observamos en los niños más pequeños es un cambio de conducta. Por ejemplo, un niño con un comportamiento normal en todas las áreas (familia, colegio y amigos), de repente realiza un cambio brusco: falla en los estudios, empieza a enfadarse con los amigos, no quiere estar con ellos y en casa cada vez se muestra más irritable, con pataletas y continuas contestaciones. Es muy importante que los padres observen este cambio tan fuerte y vean que su hijo, en cuestión de poco tiempo, se ha convertido en “otra” persona.

Algunos de los síntomas de depresión pueden ser:

  • Tristeza persistente
  • Lloriqueo
  • Desesperanza
  • Pérdida de interés por actividades favoritas
  • Aburrimiento
  • Falta de energía
  • Aislamiento social
  • Baja autoestima
  • Sensibilidad extrema hacia el rechazo o fracaso
  • Ausencias frecuentes en la escuela
  • Baja concentración
  • Cambios notables en los hábitos de comer y dormir
  • Quejas frecuentes de enfermedades físicas tales como el dolor de cabeza o estómago, etc.
Hablas de los padres, para ellos ¿Es fácil identificar algo así?

En absoluto. Realmente los trastornos depresivos son más difíciles de identificar en la infancia. En ocasiones los niños son introvertidos, no hablan mucho, no saben explicar lo que sienten, y simplemente actúan.  Por ello, los padres interpretan que el niño, de repente, se ha vuelto rebelde y se enfadan con él.  En estos casos lo normal es que los padres empiecen a poner más castigos, aparezcan más discusiones en casa, toda la familia se enoje con el niño, y de este modo, sin que los padres sean consciente de ello, empeore el problema. El niño cada vez se siente más enfermo y experimenta más rechazo por parte de su entorno.

¿La depresión infantil puede confundirse fácilmente con otro diagnóstico?

Efectivamente.  Puede confundirse con el TDAH, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, o con otros trastornos de conducta en general, por esta tendencia de los niños a actuar más que hablar.  Estamos hablando de niños que de repente se vuelven rebeldes y que tradicionalmente se han confundido con el trastorno por déficit de atención, el trastorno antisocial, o con un patrón de personalidad negativista-desafiante, cuando en realidad existe un ánimo muy triste y muy disfórico relacionado con un estado de insatisfacción con la vida.

¿Qué tipos de tratamientos existen?

Existen dos grandes abordajes: desde un abordaje meramente conductual, es decir, pequeñas modificaciones en el entorno que puedan ayudar al niño en los casos más leves, hasta un abordaje más psicofarmacológico. Existen tres estadios de tratamiento en función de la gravedad de los síntomas: estadio 1 (episodio depresivo leve), estadio 2 (episodio moderado) o estadio 3 (episodio severo o moderado con síntomas psicóticos o suicidas).

Si estamos ante un caso leve con poca repercusión funcional, intentaríamos realizar pequeñas intervenciones a nivel de la escuela, tales como ayudar al niño en la escuela siguiendo más de cerca sus tareas, y a nivel de la familia. Con ello, intentaríamos garantizar una red de soporte más fuerte en el niño y reforzar las conductas positivas. Si con ello no es suficiente, entraríamos ya en un episodio depresivo moderado, y hablaríamos de tratamiento combinado. Es decir, psicoterapia intensiva conductual o interpersonal (dependiendo la edad) con un psicólogo especializado en terapia infantil  y tratamiento farmacológico con medicación antidepresiva para niños.

El episodio severo aparece cuando existe una ideación suicida estructurada persistente o un juicio alterado de la realidad.  En estos casos de recomienda la derivación urgente e ingreso hospitalario.

¿Qué le dirías a todos aquellos padres que han detectado una sintomatología similar en sus hijos?

Primero de todo, que intenten averiguar si ha sucedido algo en el entorno. Tenemos que entender que la depresión no es estar triste.  Es normal que un niño esté triste si ha sucedido algo trágico en la familia, por ejemplo, una muerte, problemas económicos, problemas en la escuela como por ejemplo bullying (acoso escolar). Si esto ha sucedido, habrá que intervenir sobre esta causa.

Si lo que estamos observando es que no existe una causa clara, o ha habido distintas causas pero que no justifican la intensidad, y vemos que el niño empieza a funcionar mal en al menos dos de las tres áreas de relación (familia, escuela y amigos), entonces  tendríamos que buscar ayuda profesional. Además, sería importante buscar esta ayuda en psicólogos y psiquiatras con experiencia en patologías afectivas infantiles, puesto que es un campo ciertamente aún desconocido, y es necesario encontrar a un profesional que se maneje bien en él.  Nuestro consejo es primeramente acudir a un pediatra para que pueda realizar una primera exploración física y descartar cualquier patología de base, y descartada esta parte fisiológica, acudir a un profesional con experiencia en psiquiatría y psicología infantil.

Esta entrevista fue publicada por Mensalus: mensalus.es

REDACCIÓN WEB DEL PSICÓLOGO

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